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Los salteños y las guerras mundiales del siglo XX

La guerra de Ucrania trae a la memoria historias bélicas del pasado, con sus dolores y pesares.
Domingo, 13 de marzo de 2022 02:07

Luego de que el pasado 24 de febrero se produjera la invasión rusa a Ucrania, recrudeció en el mundo el temor a una tercera guerra mundial, y ahora nuclear. No es la primera vez que ello ocurre, desde 1945, cuando concluyó el segundo conflicto, a días que Estados Unidos lanzara dos bombas atómicas en Japón.
Concluida la contienda, la primera vez que se temió que ocurriera la tercera guerra mundial con características “atómicas” fue en 1950, cuando estalló la “guerra de Corea”. Despertó tanto temor que el Vaticano estudió por única vez en el siglo XX la posibilidad de mudarse temporalmente de Roma. Después vinieron otros conflictos que también despertaron el mismo temor, como Chipre y Vietnam, sin olvidar el conflicto de los misiles de Cuba de 1962.
Aquí en Salta las dos guerras mundiales del siglo pasado fueron seguidas con gran preocupación, especialmente por los miembros de las colectividades que en Europa se enfrentaban. La más sufrida en ese sentido fue la italiana, quizá por ser la más numerosa, pero también la pasaron muy mal los británicos, alemanes, franceses, rusos, polacos, húngaros y norteamericanos.

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Luego de que el pasado 24 de febrero se produjera la invasión rusa a Ucrania, recrudeció en el mundo el temor a una tercera guerra mundial, y ahora nuclear. No es la primera vez que ello ocurre, desde 1945, cuando concluyó el segundo conflicto, a días que Estados Unidos lanzara dos bombas atómicas en Japón.
Concluida la contienda, la primera vez que se temió que ocurriera la tercera guerra mundial con características “atómicas” fue en 1950, cuando estalló la “guerra de Corea”. Despertó tanto temor que el Vaticano estudió por única vez en el siglo XX la posibilidad de mudarse temporalmente de Roma. Después vinieron otros conflictos que también despertaron el mismo temor, como Chipre y Vietnam, sin olvidar el conflicto de los misiles de Cuba de 1962.
Aquí en Salta las dos guerras mundiales del siglo pasado fueron seguidas con gran preocupación, especialmente por los miembros de las colectividades que en Europa se enfrentaban. La más sufrida en ese sentido fue la italiana, quizá por ser la más numerosa, pero también la pasaron muy mal los británicos, alemanes, franceses, rusos, polacos, húngaros y norteamericanos.

 La guerra del 14

Hasta hace poco, el primer conflicto mundial del siglo XX se recordaba como “La guerra del 14”. Por testimonios de nuestros padres y abuelos sabemos que todos los varones extranjeros en edad militar y residentes en nuestro país fueron convocados a la guerra. La mayoría hizo oídos sordos por distintos motivos. Unos porque ya habían consolidados aquí sus hogares y otros porque justamente habían llegado a la Argentina huyendo de las guerras y las hambrunas que estas causaban en Europa. Los menos, acataron el citatorio y se fueron a pelear por la patria. Unos tuvieron la suerte de sobrevivir y pudieron regresar, pero otros no. Y también, como solía ocurrir, hubo quienes aprovecharon la oportunidad que les daba la gran guerra y se dieron el “pique”. Y de estos, los que lograron salvar el pellejo no volvieron más y dejaron aquí mujeres, hijos y amigos. Pero en fin, siempre las guerras y los naufragios sirvieron para “hacerse repeluz de los lugares que solían frecuentar” en un mundo que por entonces era más extenso e incomunicado que ahora.
De todos modos, las angustias de los extranjeros residentes en Salta durante la Primera Guerra fue tremendo, tanto por la falta de información como por la lejanía de aquellos tiempos. Mi abuelo, que había llegado de Italia en 1901 y dejado en su pueblo natal a su madre viuda y a dos hermanas, solo pudo seguir las alternativas de la “guerra” gracia a la Sociedad Italiana. Como vivía en Cerrillos, cada tanto se acercaba a caballo o en jardinera para reunirse con sus paisanos y así enterarse de la marcha del conflicto. Contaba que en esas reuniones siempre había alguien que leía en voz alta las últimas noticias de los diarios, mientras el resto de los contertulios escuchaba en silencio. El asunto es que la Sociedad Italiana fue una verdadera caja de resonancia de aquel conflicto. A su sede acudían los paisanos para enterarse de los últimos acontecimientos y también para escuchar a los elocuentes tanos que no solo leían con engolada voz los diarios locales, sino también de Buenos Aires. La Nación y La Prensa llegaban todos los días por tren pero con dos días de atraso.
Al principio de la Guerra del 14 algunos italianos asistían a las tertulias de la Sociedad Italiana con los diarios que recibían de su pago, ya sea enviados por parientes o amigos, o por suscripción. Al parecer estas lecturas solían suscitar dilatadas y ardorosas discusiones a causa de los dialectos. Por suerte estos apasionados encontronazos vocingleros con harto “accento arrabiato” nunca pasaron de ser altisonantes alegatos. Pero, ya por las encarnizadas discusiones o por los avances del conflicto, los diarios de “colloqui” italiano, paulatinamente se ralearon y así fue que de a poco la perdida tranquilidad regresó a la Sociedad Italiana de Salta.
Pero no se vaya a creer que estas discordias en tiempos bélicos solo fueron patrimonio de los italianos. Los españoles también tuvieron lo suyo. En tiempos de la Guerra Civil pronto se agrietaron entre monárquicos y republicanos, y así dicen que nació la Peña Española quedando del otro lado la tradicional Sociedad Española.

 Tribuna Popular

Uno de los diarios salteños que asiduamente se leía en la Sociedad Italiana era “Tribuna Popular” que, antes que Italia entrara en la Gran Guerra (mayo de 1915), describía algo parecido a lo que hoy, más de un siglo después, vemos por televisión en nuestras casas. Decía así: “Ha terminado el funesto año de 1914. El ocaso de ese año que bajó al sepulcro de los tiempos ha estado teñido de sangre. Triste condición de la humanidad: lágrimas, luto, desolación por todas partes. La Europa en terrible y fratricida conflagración, la terrible Parca armada de húsar y caballero en terrible y devastador alazán, a lo Atila, lo va devastando todo y segando de la tierra lo más florido de la juventud, lo más ilustre del genio, lo más esclarecido del progreso, dejando en cada página de la historia moderna un manchón de sangre y un reguero de cadáveres y de ciudades devastadas y de obras de artes destruidas...”.
Más adelante Tribuna Popular agrega: “La crisis se ha enseñoreado en todos los órdenes de la vida, crisis en el espíritu religioso de los pueblos, crisis en la conciencias de la naciones, crisis en las relaciones de una raza contra la otra, crisis en el progreso de la civilización y en la cultura, crisis, en fin, en la paz que Jesucristo vino a traer a los hombres...”.
Y la nota concluye con una exhortación a sus lectores: “Saquemos de este dolor de la humanidad la lección salvadora. No permitamos que se repitan los errores que hemos cometido en el año que acaba de trasponer nuestra historia (1914) y que está dibujando el luto y la huella de la miseria y de los harapos más vergonzosos...”.

 Segunda Guerra Mundial

En el transcurso de este conflicto, la radio, que ya se había mostrado tímidamente en 1914, ahora alcanza un gran protagonismo. Por primera vez el mundo pudo enterarse de las acciones bélicas desde un receptor. Por nuestros mayores sabemos que ingleses, alemanes, franceses y soviéticos tenían programas radiales en distintos idiomas donde cada uno contaba la guerra a su manera. Y junto a las radios oficiales pronto aparecieron las “radios negras”, emisoras falsas o clandestinas que siendo de un país se disfrazaban de otro para difundir mentiras y desmoralizar al enemigo. Esa fue la “guerra radiofónica”, y en ella alemanes e ingleses fueron líderes. Pionera de la modalidad fue “radio Humanite” montada por los alemanes en 1940. Transmitía en perfecto francés y, estando en la Prusia Oriental, simulaba estar en Francia. Fue tal su éxito que a poco los germanos lanzaron una negra angloparlante llamada “Buró Concordia”, que a su vez tuvo cuatro negras más. Pero los aliados no se quedaron atrás y también sembraron radios negras por todos lados. Lo hicieron bajo la dirección de Sefton Delmer, corresponsal en Berlín del Dailly Express y que hablaba un impecable alemán. Luego, Delmer editó “Black Boomerang” (1962) un libro donde cuenta con pelos y señales su experiencia radial negra. Y pensar que algunos creen que las “fake news” son nuevas. Ya en Malvinas tuvimos una “negra oficial” que nos contaba historias harto falsas.

“Los italianos que llegaron en la Primera Guerra se juntaban para conocer qué pasaba en su país”. 
 


De todos modos, la Segunda Guerra Mundial ya no fue seguida solo desde los diarios sino también desde las radios por onda corta. Y así fue que un asiduo radioescucha contaba que una radio alemana que todas las noches emitía en español para América Latina anunciaba con campanadas la cantidad de barcos aliados que había echado a pique ese día. “Una noche -recordaba- conté 64 tañidos y entonces me dije: seguro que estos alemanes tienen un andaluz en el campanario”. 
Pero volvamos a Salta. El Intransigente, a poco de iniciado el conflicto decía: “Hoy entramos a 1940 con el espíritu sobrecogido por los acontecimientos de trascendental importancia registrados en el año fenecido y que marcarán un jalón prominente de la evolución histórica que se inició con la conflagración mundial de 1914. En ese período de grandes convulsiones sociales resucitaron las fuerzas regresivas que conformaron el estilo bárbaro de la edad media y que se ven encarnados en los totalitarismos de derecha e izquierda, cuya acción modelada en los antiguos métodos de violencia se inspiran en una política expansionista...”.
Como se ve, poco han cambiado las cosas bajo el sol.
 

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