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Guachipas, la rica historia de un pueblo escondido

Su primer encomendero fue don Alonso de Tovar. que llegó al lugar en 1586, es decir hace 436 años.
Domingo, 06 de marzo de 2022 02:31

Hoy vamos a contar una parte de la larga historia de Guachipas, un pueblo que siglos atrás fue importante por su ubicación privilegiada entre Tucumán y el Valle de Lerma. No era la única pero por un buen tiempo fue el paso preferido de quienes comerciaban desde Tucumán con los pueblos del bajo y alto Valle Calchaquí. Y siguió siendo un lugar estratégico durante la guerra de la Independencia. El camino, luego de pasar por Trancas, El Tala, El Jardín y trasponer la cadena montañosa del Crestón, llegaba a Guachipas. Alli se dividía: el ramal norte hacia Salta; el sur a Santa María, y al oeste, pasando por La Viña, accedía a Amblayo, San Carlos, Molinos, Seclantás, Cachi y La Poma. Y más aún, por esa vía se podía llegar al Alto Perú. 
Hoy, ese pueblo que supo ser un carril importante entre el Valle de Lerma y Tucumán, yace silencioso, como esperando una respuesta del tiempo. Los salteños siempre lo nombran pero pocos lo conocen.
“Decimos Guachipas y pensamos en un lejano pueblo marginado de los Valles Calchaquíes -comentaba Cesar Perdiguero- y eso hace que los viajeros pasen de largo. Al llegar a La Viña, si se mira hacia el este, se verá una blanca torre, señal evidente de un caserío olvidado, perdido tras un tupido bosque de arbustos que lo resguardan de los vientos. Ese es Guachipas, un pueblo que puede ser igual a los de España, esparcidos en las pendientes de la Madre Patria. Por algo el español que descubrió ese paraje lo eligió para levantar un poblado tranquilo y laborioso. Porque desde allí la conquista desafió la bravura indómita de los calchaquíes, que más de una vez arrasaron con las tentativas fundadoras. Una y otra vez, los de la cruz y la espada debieron alejarse de la comarca y volver más tarde porque los tentaba esa tierra fértil, que era, según sus juicios, el mejor territorio del curato de San Pablo de Chicoana para cosecha de trigo, por lo mucho que rinde a causa de su fertilidad y buen temperamento”, concluye Perdiguero.
Y así fue que los españoles se salieron con la suya y el pueblo comenzó a crecer. La guerra de la Independencia lo sorprendió en plena prosperidad, con una población numerosa entregada al trabajo de la tierra. Esa misma población que a poco comenzó a diezmarse por la entrega constante de vidas y esfuerzos en pos de la independencia. Luego, al regresar al viejo y generoso hogar, un tranquilo bienestar transcurría en Guachipas.

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Hoy vamos a contar una parte de la larga historia de Guachipas, un pueblo que siglos atrás fue importante por su ubicación privilegiada entre Tucumán y el Valle de Lerma. No era la única pero por un buen tiempo fue el paso preferido de quienes comerciaban desde Tucumán con los pueblos del bajo y alto Valle Calchaquí. Y siguió siendo un lugar estratégico durante la guerra de la Independencia. El camino, luego de pasar por Trancas, El Tala, El Jardín y trasponer la cadena montañosa del Crestón, llegaba a Guachipas. Alli se dividía: el ramal norte hacia Salta; el sur a Santa María, y al oeste, pasando por La Viña, accedía a Amblayo, San Carlos, Molinos, Seclantás, Cachi y La Poma. Y más aún, por esa vía se podía llegar al Alto Perú. 
Hoy, ese pueblo que supo ser un carril importante entre el Valle de Lerma y Tucumán, yace silencioso, como esperando una respuesta del tiempo. Los salteños siempre lo nombran pero pocos lo conocen.
“Decimos Guachipas y pensamos en un lejano pueblo marginado de los Valles Calchaquíes -comentaba Cesar Perdiguero- y eso hace que los viajeros pasen de largo. Al llegar a La Viña, si se mira hacia el este, se verá una blanca torre, señal evidente de un caserío olvidado, perdido tras un tupido bosque de arbustos que lo resguardan de los vientos. Ese es Guachipas, un pueblo que puede ser igual a los de España, esparcidos en las pendientes de la Madre Patria. Por algo el español que descubrió ese paraje lo eligió para levantar un poblado tranquilo y laborioso. Porque desde allí la conquista desafió la bravura indómita de los calchaquíes, que más de una vez arrasaron con las tentativas fundadoras. Una y otra vez, los de la cruz y la espada debieron alejarse de la comarca y volver más tarde porque los tentaba esa tierra fértil, que era, según sus juicios, el mejor territorio del curato de San Pablo de Chicoana para cosecha de trigo, por lo mucho que rinde a causa de su fertilidad y buen temperamento”, concluye Perdiguero.
Y así fue que los españoles se salieron con la suya y el pueblo comenzó a crecer. La guerra de la Independencia lo sorprendió en plena prosperidad, con una población numerosa entregada al trabajo de la tierra. Esa misma población que a poco comenzó a diezmarse por la entrega constante de vidas y esfuerzos en pos de la independencia. Luego, al regresar al viejo y generoso hogar, un tranquilo bienestar transcurría en Guachipas.

 El pasado

El historiador monseñor Miguel Angel Vergara dice que “esta pequeña nación de los guachipas cubría toda la anchura del valle, llegando hacia el norte hasta confundirse con los sumalao, chicoanas y pulares. Por el este, se extendía por la quebrada de los chamorros que vivían en la cuenca del río Guachipas, que corre hasta la zona de Metán. El hecho es que la tribu de los guachipas parece haber sido pacífica y laboriosa, según decires de los misioneros jesuitas que al llegar al lugar levantaron su capilla. En las cartas anuas de los jesuitas citan algunos pasajes que dan una idea de sus vidas y costumbres por aquella época. Por ejemplo, cuando celebraban las fiestas en honor de San Ignacio se oficiaban misas, procesión y por último festejaban con distintos juegos. Los preferidos de los nativos era lanzar a grandes distancias lanzas y flechas a manera de competencia”. 
Y agrega: “Pero los pacíficos guachipas tenían unos vecinos bastantes molestos que cada tanto los invadían. Eran los calchaquíes, habitantes de las zonas montañosas del oeste que en sus periódicas incursiones les provocaban grandes desórdenes y destrozos. Monseñor Vergara agrega que de los documentos civiles y eclesiásticos se sabe que los calchaquíes de los valles de San Carlos y Cafayate en los siglos XVI y XVII, solían invadir con frecuencia a los guachipas. Lo hacían por quebradas y cuencas del río Calchaquí, ya por motivos de refugios o de pillaje, hasta llegaban a mezclarse con ellos, tanto que predominaron y se llamaban indistintamente calchaquíes o guachipas. Así se los vio llegar al pueblo cuando en número de 200 invadieron esas tierras, lo que obligó a los jesuitas a levantar la capilla y trasladarse hacia misiones más cercanas a Salta”.

 El primer encomendero

Además de la llegada de las misiones jesuíticas que moldearon con la cruz la civilización de los guachipas simultáneamente lo hizo la espada de la conquista en la persona de los “encomenderos”, quienes tendrían a su cargo la vida civil del indio. Y así fue que en 1586 fue encomendero de los guachipas don Alonso de Tovar (o Tobar), vecino de Salta y de San Salvador de Jujuy. Luego, espontáneamente la vida de la comarca fue tomando fisonomía de poblado con sus costumbres, mientras los sacerdotes impartían enseñanzas cambiando sus hábitos por medio de la prédica permanente e introduciendo la idea de un Dios único. Y finalmente el militar español, impartiendo autoridad por la fuerza de la espada y en nombre de un rey lejano y desconocido.

 La liberación

Tiempo después, cuando se produjo la Revolución de Mayo y Salta se sumó a la causa patriótica, hombres, mujeres y niños de Guachipas ofrecieron sus vidas en la Guerra de la Independencia. Y así fue que ese pueblo, escondido entre el río y los faldeos de la cuesta del Lajar, fue escenario y protagonista de vibrantes y heróicas acciones bélicas entre patriotas y realistas.
Don Atilio Cornejo cuenta en su obra “San Martín y Salta”, cómo ese terruño luchó contra las fuerzas españolas cuando estas vanamente intentaban traspasar el camino de las cuestas y llegar a Tucumán. En 1814, San Martín, ya de vuelta en Tucumán, designó a don Apolinario Saravia como jefe de las avanzadas gauchas de Guachipas, tarea que cumplió exitosamente al derrotar en marzo de ese año, a una fuerza realista en Sauce Redondo.

Vida institucional

En 1858, luego de la organización nacional, el gobierno de Martín Güemes y Puch, crea por ley el departamento “La Viña de Guachipas”, con cabecera en esta última localidad, que por entonces tenía 4.100 habitantes. En julio de 1878, el gobernador Juan Solá decretó el traslado de la cabecera departamental a Puerta de Díaz, hoy Coronel Moldes. Fue quizá esta decisión política la que inició el paulatino despoblamiento de Guachipas. Años después, el 24 de junio de 1892, en la gobernación de don Pedro José Frías, hay un nuevo revés: la Ley Nº 461 divide al histórico departamento en La Viña y Guachipas, lo que acentuó el despoblamiento.
En el siglo XX, más precisamente en 1960, el departamento tenía algo más de 2.000 habitantes, mientras que en el pueblo solo residían 434 almas. En 1970 la población alcanza la cifra de 2.500 habitantes y en la actualidad, según las proyecciones del censo de 2010, Guachipas podría superar los 3.500 habitantes.
Pasó el tiempo, y a lo largo de los años muchos optaron por irse, especialmente los jóvenes, pero Guachipas aún está ahí, con su buena gente, sus casonas con recovas de arcaica prestancia y con ese orgullo propio de los pueblos con historia.
 

El nombre del pueblo

Las teorías son diversas. Para Lafone Quevedo, Guachipas deriva del quichua huaschi, que significa “tiro con flecha”, en tanto “pa o pas” sería una partícula de origen cacano. Por su parte los estudios arqueológicos de Ambrosetti demostrarían que la región fue habitada por pueblos de culturas inferiores a los calchaquíes. Para el arqueólogo alemán Max Uhle, Guachipas derivaría de huanchis o huanq’o, que significa blanco, en tanto la partícula “pa” vendría del aymara.
 

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