Una pelota rueda por el piso del Club Municipal de Cerrillos mientras los primeros jóvenes llegan al segundo encuentro de “Dame una mano”, una propuesta comunitaria para acompañar a personas con consumo problemático. El clima es relajado. No hay formularios ni interrogatorios. Solo una cancha abierta, risas compartidas, mucho diálogo y escuchas, y la posibilidad de encontrar, en otros, una mirada que no juzga.
En esta nueva jornada, la concurrencia se duplicó respecto al primer encuentro. El dato no es menor, ya que habla de un lazo en construcción, de una confianza que empieza a tejerse en un contexto donde el consumo muchas veces arrasa con la red de apoyo más básica.
El Club Municipal funcionó como algo más que un espacio físico, lo hizo como un espacio emocional. Algunos llegaron y sin más, se lanzaron a jugar. Otros se acercan despacio, tanteando el ambiente, hasta que se animan a conversar.
Las historias aparecen solas, sin presión. Uno menciona su deseo de internarse. Otro pide hablar en privado con la psicóloga. La oficina de la Dirección de Deportes se transforma, entonces, en consultorio improvisado. No hay protocolo rígido, pero sí una escucha activa y respeto por los tiempos de cada uno.
La jornada fluye con naturalidad. Al momento del almuerzo, uno de los participantes se ofrece para bendecir los alimentos, aunque admite que solo recuerda el rezo escolar. La escena, sencilla pero poderosa, se transforma en un acto colectivo de empatía. Se da gracias por los platos en la mesa, las manos que los prepararon, y también a todos los niños que, en el mundo, no tienen qué comer.
“Dame una mano” nació del impulso de los profesores de deporte del municipio, pero ya excede lo institucional. Es un proyecto que acoge a quienes cargan con el peso de la exclusión. Los asistentes hablan de sus trayectorias escolares interrumpidas, de trabajos precarios y de la esperanza de aprender un oficio. Se menciona el BSPA como una vía posible para terminar el secundario. El ambiente, lejos de la solemnidad, se llena de bromas, complicidades y pequeños gestos que devuelven dignidad.
Los jóvenes se ven reflejados unos en otros. “Somos un escuadrón con un lema: tender la mano a quien se le complicó”. Así lo resumieron los responsables del proyecto. Ya no hay un nosotros y ellos. Todos comparten la mesa, el juego, la palabra. Y lo más importante, el deseo de volver. Cuentan los días hasta el próximo encuentro y piensan a quiénes invitarán.
“Dame una mano” no pretende imponer soluciones mágicas. Apuesta, en cambio, a lo más humano, al vínculo. De esta manera, Cerrillos abre el corazón y demuestra que, cuando hay escucha y calidez, los caminos para salir del consumo no solo existen, sino que pueden transitarse en comunidad.
El camino
Desde mayo, cada último viernes del mes se realiza en Cerrillos un encuentro comunitario con jóvenes con consumos problemáticos. Participan el municipio local, el hospital Santa Teresita y la policía comunitaria. La iniciativa busca generar un espacio de acompañamiento a través de actividades deportivas y charlas informales con referentes de distintas instituciones.
El proyecto no responde a un programa cerrado ni burocrático, sino que se construye de manera flexible en cada jornada, atendiendo las necesidades concretas que surgen. “Lo vamos haciendo junto a ellos. No se trata de salvar vidas porque no tenemos los recursos para abarcarlo todo, sino de acompañar desde el lugar que podemos”, explicaron desde la organización.
Más que una intervención puntual, la propuesta se plantea como una política pública en proceso, que intenta ofrecer contención y escucha en un contexto donde muchas veces las respuestas estatales no alcanzan.