¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
10°
28 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

En busca del verdadero rostro del Ucumar: entre la leyenda y la ciencia

Una serie de hallazgos científicos en la frontera entre Argentina y Bolivia reavivó hace algunos años el misterio del oso andino, también conocido como oso de anteojos, la especie que habría dado origen al mito del Ucumar, la temida criatura peluda de los cerros.
Lunes, 28 de julio de 2025 08:37
Fisonomía de la bestia que la gente describe como el Ucumar. Imagen generada por IA

Si alguna vez caminaron por los senderos húmedos y espesos de las Yungas salteñas, sabrán que por esas latitudes todo parece posible. La niebla que se enrosca entre los árboles, los sonidos que vienen desde la espesura se amplifican, se siente hasta el crujir de las ramas que no se ven. En ese escenario enigmático, donde la naturaleza es reina y señora, nació una de las leyendas más persistentes del folclore andino: la del Ucumar, esa figura peluda, mitad hombre mitad bestia, con ojos penetrantes y pasos sigilosos que eriza la piel de quienes aseguran haberlo visto.

Pero, ¿y si el Ucumar no fuera solo un mito? ¿Y si detrás de esas historias que se cuentan al calor del fuego hubiera un animal real, esquivo y amenazado, que caminó, y quizás aún camina, por los cerros del norte?

Esas preguntas volvieron a tomar fuerza en los últimos años, cuando un equipo de investigadores argentinos y bolivianos confirmó nuevos indicios de la presencia del oso andino, también conocido como oso de anteojos, en zonas limítrofes entre Bolivia y Salta. El animal, el único oso nativo de Sudamérica y el más austral del planeta, es una especie que combina misterio, poder y una belleza que impone respeto. Y, para muchos, es el verdadero rostro detrás del Ucumar.

La sombra del Ucumar

Desde tiempos precolombinos, el oso andino fue venerado por pueblos originarios de la región. En las lenguas quechua y aymara, la palabra “Ucumar” significa justamente “oso”. Con el tiempo, ese animal real, poco visto y más aún comprendido, fue transformándose en un ser casi mitológico, una criatura entre lo salvaje y lo humano, que bajaba de los cerros de noche y desaparecía al amanecer.

Los relatos populares lo describen con cuerpo robusto, pies y manos enormes, y un rugido que hiela la sangre. Según la leyenda, se lo ha escuchado en las laderas del cerro Crestón, en la quebrada de Humahuaca, en el Chaco salteño y en los valles interandinos de Bolivia. Siempre en lugares difícil acceso. Siempre en la frontera entre lo real y lo fantástico.

Detrás de la leyenda, hay ciencia. Los biólogos Fernando Del Moral y Noelia Gómez, integraron el Proyecto Juco–Yaguajuco, siguiendo las pistas del oso andino. Tiempo atrás, participaron de un relevamiento en El Palmar, una zona protegida del departamento boliviano de Chuquisaca, donde se entrevistaron con comunidades Yamparas, descendientes de pueblos originarios, que aún conviven con el monte como sus abuelos.

Escuchamos relatos sobre ataques a ganado, rastros y avistamientos. Muchos de ellos coinciden con lo que sabemos del comportamiento del oso andino”, contó en su momento Del Moral en diálogo con El Tribuno. El área, dominada por bosques tucumano-bolivianos, valles secos interandinos y Chaco serrano, tiene una conexión ecológica directa con el norte argentino. Solo una frontera artificial lo separa de Salta.

En paralelo, en territorio argentino se recopilaron a principios de esta década, pruebas indirectas que alimentan la hipótesis de su presencia: heces, pelos, huellas y testimonios de pobladores. Muestras biológicas enviadas a laboratorios permitieron extraer ADN compatible con el oso de anteojos. No se trata de pruebas concluyentes, pero sí de piezas que, juntas, componen una imagen cada vez más clara.

Una especie en peligro

El Tremarctos ornatus, como lo nombran los científicos, es un animal solitario, diurno y mayormente vegetariano, aunque no le hace asco a algunos insectos o pequeños animales. Su rasgo más distintivo es el patrón de pelaje claro alrededor de los ojos, como si llevara unos “anteojos”. De ahí su apodo.

Los machos pueden medir hasta dos metros de largo y pesar más de 150 kilos. Sus patas delanteras, más largas que las traseras, lo convierten en un excelente escalador. Se han reportado osos durmiendo en plataformas de ramas construidas por ellos mismos, como si fueran hamacas selváticas.

Pese a sus habilidades, el oso andino está amenazado de extinción. La caza furtiva, la pérdida de su hábitat por la expansión agrícola y la fragmentación de los bosques lo pusieron contra las cuerdas. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo incluyó en su lista de especies vulnerables y reconoció oficialmente su presencia en Argentina.

Ante este panorama, los investigadores impulsaron en 2020 un acuerdo binacional entre el Proyecto Juco, la Fundación Félix de Azara y las autoridades de El Palmar en Bolivia, que contemplaba acciones de monitoreo, educación ambiental y resolución de conflictos entre osos y productores ganaderos.

El objetivo apunta a preservar a esta especie única y también trabajar con las comunidades para que el oso no sea visto como un enemigo, sino como parte de su entorno. Hasta instalaron cámaras trampa en zonas estratégicas, para captar al menos un registro directo que despeje toda duda. Sin embargo, el oso de anteojos hasta el momento deja ver una de sus principales características: el misterio.

El rugido sigue en el monte

Puede que el Ucumar haya sido solo una forma de explicar lo que no se conocía. O tal vez haya sido, desde el principio, una manera de rendir homenaje a un animal poderoso y esquivo, que no se deja ver fácilmente pero deja su marca. Hoy, el oso andino sigue siendo un símbolo de ese norte misterioso, donde la selva esconde secretos y el monte susurra leyendas.

Quizás algún día una de esas cámaras logren una imagen clara, irrefutable, de un oso andino en territorio salteño. Mientras tanto, la historia sigue viva. Y el Ucumar, en lugar de extinguirse, vuelve a caminar, aunque sea en la imaginación, por los senderos de las Yungas. Y eso, también, sin duda, es una expresión de resistencia.

 

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD