PUBLICIDAD

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
21°
19 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Día del Estudiante y de la Primavera: cuando los picnics eran rituales inolvidables

En los 80, cada 21 de septiembre se vivía como una fiesta colectiva. Comida casera, gaseosas de marcas históricas y música nacional en cassettes eran parte del paisaje de los campings salteños, donde estudiantes de todos los colegios celebraban la llegada de la primavera.
Jueves, 18 de septiembre de 2025 11:41

Muchos salteños al recordar los festejos del Día de la Primavera y del Estudiante de la década del 80, no dejan de sorprenderse de la intensidad y el sabor de aquellos encuentros. Eran tiempos en los que no había redes sociales ni celulares, pero sí un sentido de comunidad que parecía reunir a todos en un mismo ritual: armar la canasta, elegir un camping y compartir un día entero al aire libre.

Las viandas –hoy luncheras- eran un capítulo aparte. Sobre manteles improvisados se extendían sanguches de milanesa fríos, galletitas con picadillo y lluvia de huevos duros, todo preparado con paciencia y de antemano. Los más prácticos, o quizás más “modernos” para la época, llegaban con pilas de fetas de salchichón primavera, mortadela de bocha y queso cáscara colorada, que se cortaban ahí mismo para armar con pan francés.

En cuanto a las bebidas, los hombres solían asumir la tarea de acarrear las gaseosas. Se trataba de una especie de desfile de primeras marcas, a las que se suman otras ya desaparecidas como Spill, Mountain Dew, Pastore, Gini, Tub, Teen, Bilz y otras etiquetas que forman parte de la memoria colectiva. Las botellas retornables, pesadas y frías, se alineaban bajo la sombra de algún árbol o orillas del río La Calera, hasta que llegaba el momento de destaparlas con un clásico destapador de llavero.

La música era el alma de la jornada. Nunca faltaba el melómano que llevaba su radiograbador de doble cassettera, verdadero tesoro tecnológico japonés de aquellos años. Alrededor de él, se organizaban rondas de guitarras en las que algún compañero interpretaba temas de Sui Generis o Serú Girán. “Canción para mi muerte” Y “Seminare” sonaban como himnos generacionales, mezclándose con las risas y el ruido de un picadito de fútbol a pocos metros.

El entretenimiento no terminaba ahí. Además de los partidos improvisados, se jugaba al clásico “Dígalo con mímica” y se presentaban sketchs preparados por cada curso, en un despliegue de creatividad adolescente que funcionaba como anticipo de las fiestas de fin de año.

Los escenarios eran casi siempre los mismos y se convirtieron en parte del mito. El camping Quitilipi, en La Caldera, y el municipal de Campo Quijano, entre otros, recibían a cientos de estudiantes de distintos colegios. El tema “El Estudiante” de Los Twist, liderado por Pipo Cipolatti, marcaba el pulso de la jornada y se convertía en una especie de banda sonora no oficial.

El día se iba apagando con el sol. Cuando caía la tarde, las fogatas reunían a los grupos en círculos. Era el momento de entonar los himnos del rock nacional y cerrar la jornada con la sensación de haber sido parte de algo grande y simple a la vez. Así, la primavera se celebraba como una fiesta compartida, donde cada detalle tenía sabor a ritual y quedaba grabado en la memoria para siempre.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD