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Cisma geopolítico: el águila, el dragón y fin de la inocencia global

La pulseada entre Estados Unidos y China excede largamente la disputa comercial:
Sabado, 27 de diciembre de 2025 07:29
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Por Fernando Navarro Trinca, Lic. y Mg en Relaciones internacionales, exfuncionario de la Secretaría General de Interpol, experto en geopolítica y conflictos.

La arquitectura internacional que conocimos post-Guerra Fría no está simplemente crujiendo; se está reconfigurando bajo nuestros pies. Me tocó viajar mucho, muchisimo todos estos años, y fue la experiencia de los caminos internacionales que fortalecieron mi mirada realista de la diplomacia, para mirar tras los velos del ajedrez internacional, e intentar entender que era lo que se jugaba detrás del juego expuesto. Lo que vemos hoy entre Washington y Beijing no es apenas una "guerra comercial" o un ajuste de aranceles sobre semiconductores y vehículos eléctricos. Es, lisa y llanamente, la disputa por la hegemonía del siglo XXI (pero aclaremos que esta hegemonía tiene tintes de robótica, nuevas energías, inteligencia artificial y tensión militar)

Para entender la magnitud de este sismo, no alcanza con leer los informes del FMI o los partes de prensa de la Casa Blanca. Hay que volver a las bases. Bien señalaba SunTzu en El Arte de la Guerra: "La excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar". China ha jugado este juego largo durante décadas, insertándose en las cadenas de valor globales, volviéndose indispensable. Estados Unidos, tardíamente, se ha dado cuenta de que la interdependencia, que alguna vez promovió como garante de paz (la vieja tesis liberal), se ha convertido en una vulnerabilidad de seguridad nacional.

La búsqueda de China

Sinólogos de la talla de Graham Allison (quien fue uno de mis principales inspiradores de mi academia) han popularizado el concepto de la "Trampa de Tucídides", advirtiendo sobre el riesgo histórico de conflicto cuando una potencia emergente amenaza desplazar a una potencia establecida. Pero acá hay algo más sutil. Lao Tze decía que "lo rígido y duro pertenece a la muerte; lo blando y débil pertenece a la vida" ¡fantástico! les pido que relean eso. Mientras Occidente a menudo responde con la rigidez de las sanciones y los bloqueos tecnológicos, China fluye, busca rutas alternativas, y construye su propia arquitectura paralela (los BRICS, la Ruta de la Seda).

La suba de aranceles —y esta permanente amenaza de manipulación — no es un error táctico, es un instrumento político. Para Estados Unidos, sirve para proteger industrias sensibles y contener el ascenso tecnológico chino. Para China, funciona como catalizador de algo más ambicioso: acelerar su autosuficiencia y reducir la dependencia del dólar y del mercado norteamericano. El resultado es un comercio internacional más caro, más lento y más politizado. La globalización eficiente murió; nació la globalización desconfiada. Lao Tse lo resumiría mejor: "El que sabe esperar, vence".

Región clave

América Latina no es espectadora neutral. Es territorio en disputa económica. China necesita alimentos, energía, minerales y aliados políticos. Estados Unidos necesita que la región no se le escape de las manos. Ambos miran al sur con pragmatismo, no con romanticismo.

Aquí aparece la oportunidad y el riesgo. La oportunidad es evidente: China sigue demandando commodities, infraestructura, energía y alimentos. América Latina —y Argentina en particular— tiene lo que China necesita. Además, el desacople parcial entre EEUU y China abre espacios para nuevos proveedores, nuevos hubs logísticos y nuevas rutas comerciales. Países que entiendan el momento pueden ganar relevancia estratégica.

El riesgo también es claro: convertirse, otra vez, en proveedor primario sin estrategia. Exportar soja sin agregar valor, litio sin industrializar, carne sin marca país. En un mundo fragmentado, eso no es inserción internacional: es vulnerabilidad.

El rol del país

Para Argentina, este conflicto es una prueba de madurez diplomática y económica. No se trata de "elegir bando", consigna infantil para un mundo adulto. Se trata de entender intereses propios y actuar en consecuencia. Y aquí vamos a un concepto que solía utilizar en mis años de las mesas internacionales como funcionario, "ambigüedad constructiva". Argentina se encuentra en una situación de fragilidad financiera extrema, pero con una relevancia geopolítica inusitada. Permítanme ser audaz y directo: Argentina no tiene margen para el amateurismo ideológico. En diplomacia, los enamoramientos dogmáticos se pagan con pobreza.

No se trata de ser tibios, sino de ser profesionales. Se trata de defender el interés nacional con uñas y dientes, entendiendo que en el sistema internacional no hay amigos, hay intereses.He visto cómo los países que sobreviven a las crisis no son los más fuertes, sino los que mejor leen el mapa. Argentina tiene los recursos que el mundo desesperadamente busca. Nuestros dirigentes locales tendrán que estar preparados, ahí estará la clave.

El conflicto entre el Águila y el Dragón va para largo. Nosotros no podemos darnos el lujo de ser el campo de batalla; pero podemos ser los que proveen calma a ambos bandos.China respeta a quien cumple. Estados Unidos escucha a quien tiene peso específico. La improvisación se paga caro en ambos idiomas.

 

 

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