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León XIV y la herencia de Francisco en un mundo herido

En un momento atravesado por guerras, polarización y crisis de valores, la Iglesia enfrenta un desafío.
Sabado, 27 de diciembre de 2025 07:03
Francisco, el primer Papa argentino, falleció tras las Pascuas
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El Papa Francisco inició su pontificado en abril de 2013 con un fuerte espíritu misionero. Hay que ponerse de pie y comenzar a caminar; nunca más una iglesia estática, encerrada y enferma. No le fue fácil al Papa argentino introducir una nueva forma de pensar y ver la realidad, sobre todo cuando hay siglos de tradición enraizados en el "nihil innovetur", nada puede cambiarse, todo debe continuar de la misma manera. Y agregó, "prefiero una iglesia accidentada por estar en la calle, a una iglesia enferma por permanecer encerrada". Y por si esto fuera poco, en el primer encuentro de la juventud en Río de Janeiro desafió a jóvenes a poner en marcha a la Iglesia, cuando les dijo "hagan lío". Fue un torbellino, un verdadero huracán, que no solo abrió puertas y ventanas, sino que oxigenó a una estructura que pretendía ocultar sus miserias bajo las alfombras, en ritos y ceremonias vacíos y mantener ciertos privilegios de una salvación excesivamente inmanente.

Algunos cardenales y pastores se apretaron los dientes y se sujetaron con obediencia vertical a las nuevas normativas, y a aquellos que se revelaron, les dio a probar su propia medicina, aplicando la expulsión de la iglesia, sin titubeos. Muchos de los que resistieron a sus ideas reformistas, pareciera que prefieren una iglesia concebida como aduana entre Dios y el hombre, y hay, hasta quienes pretenden aún, restaurar el Santo Oficio o la Inquisición. Un fanatismo incomprensible y poco cristiano, después de todo lo que tuvo que sufrir y soportar la institución cristiana, a lo largo de los siglos.

Francisco quiso una iglesia pobre para los pobres, una iglesia de fuerte raíz evangélica, sostenida por la revelación proclamada en las Sagradas Escrituras, o sea, una iglesia con Cristo vivo. Una Iglesia con rostro misericordioso, de perdón, de comprensión, de afecto, nunca una Iglesia de castigos, amenazas, desenfreno y poder. No son pocos los que añoran el espíritu de cristiandad medieval, un estilo lleno de poder y privilegios. La Iglesia fue regada para su crecimiento y desarrollo con la sangre de los mártires, no construida como un imperio desde el dominio y los bienes terrenales.

Francisco fue el Papa del Concilio Vaticano II, de la Iglesia de la constitución Lumen Gentium, Pueblo de Dios, jerárquicamente constituido. Al final de su pontificado tuvo que sufrir los horrores de las guerras en varios países, a lo que él llamó la "Tercera Guerra Mundial en pedacitos". La frágil paz se vio alterada por la violencia entre Rusia y Ucrania, los movimientos terroristas islámicos, con base en varios países y el enfrentamiento con Israel, las persecuciones a los cristianos de parte de los fanáticos islámicos en África, la nueva guerra fría en Europa y el retorno de los grupos de derecha al poder, no solo en la vieja Europa, sino también, en las jóvenes naciones de Latinoamérica y en los países del norte. Una corriente muy antigua con políticas recicladas, con un contundente mensaje individualista, economicista y empeñados en servir al dios dinero, dejando atrás los valores de la justicia social. En viejo "Sálvese quien pueda".

Hacia dentro de la Iglesia de éstos últimos tiempos, la tormenta no es menor, como decía Pablo VI, el humo de satanás se ha filtrado por una grieta en el templo. Grieta que se produce cuando se olvida de lo esencial, del camino y de la verdad. Cristo es sencillo, Dios y Hombre a la vez, nacido en la pobreza del pesebre de Belén; y El es el Camino, la Verdad y la Vida.

El año 2025 ha comenzado con un nuevo pontificado, tras la muerte de Francisco, surgió un Papa con la misma línea de pensamiento, la misma concepción de Iglesia del Vaticano II, hombre nacido en Estados Unidos de América, pero ciudadano de Perú y Latinoamericano por elección y por misión. El Cardenal Robert Presvost, obispo de Chiclayo, Perú, llamado hoy Papa León XIV. Algunos piensan, y con bastante acierto, que fue preparado por el Papa Bergoglio, ya que fue uno de los últimos cardenales nombrado por Francisco. Un hombre joven y políglota, de mentalidad abierta, pero sumamente prudente.

Papa León XIV

Un monje agustino, que pueden pasar de la vida contemplativa a la vida pastoral sin dificultades. Un hombre con mundo recorrido, por haber sido el Superior General de la Orden de San Agustín.

Así, pasamos de la montaña rusa de Francisco, al andar cansino y sereno de la mula peruana del Papa León.

León XIV está empeñado en tender puentes hacia dentro de la Iglesia. Si avalar ningún extremo, busca escuchar y discernir, y tiene como objetivo mantener la unidad interna, sin grietas ni quiebres. No es nada fácil, donde se mezclan ideologías con la fe, mentiras con verdades, venganzas con misericordia. León XIV quiere una iglesia en salida, pero reconciliada por la caridad en su interior. Se encuentra con filas de religiosos y religiosas debilitados en la formación de contenidos de la fe y con fragilidad en su disciplina; y algunos hasta confundidos por sus propios guías o quienes han perdido su carisma. Una iglesia que necesita volver a las fuentes de la verdadera doctrina, a las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio. Una iglesia que debe recuperar a Cristo.

Hacia fuera, León XIV debe fortalecer la confianza del mundo en la Iglesia como factor de unidad y de paz, como institución creíble en tiempos de incredulidad e intolerancia. Esta iglesia golpeada por los escándalos y la falta de vocaciones debe ser la institución de la última palabra, aquella que ilumina las realidades actuales, aun las más negativas, con una luz de esperanza, que la haga capaz de construir una sociedad más fraterna y solidaria.

Los documentos magistrales del Papa Francisco, vistos en conjunto marcan un rumbo claro en la relación armoniosa que debe existir entre el hombre y Dios, con Lumen Fidei y Evangelii Gaudium; la armonía del hombre con la naturaleza en la casa común, con el documento Laudato si, y la armonía entre los hombres como hermanos, la necesidad de construir fraternidad en un mundo fragmentado con Fratelli Tutti. Al fin de cuentas, todos vivimos en la misma casa, el planeta tierra, vamos caminando hacia una nueva dimensión de vida que pasa a través de las cañadas oscuras de la muerte, y así dependemos los unos de los otros, en un mundo donde ya nadie se salva solo.

En uno de sus últimos documentos Dilexit nos, Francisco no muestra la ternura y la misericordia del amor infinito de Cristo -que no discrimina-, por cada uno de nosotros. León XIV ha lanzado su primera carta Dilexit te, completando el pensamiento del Papa anterior, sobre el amor de Cristo hacia los pobres.

El Papa León XIV conduce a la Iglesia con firmeza, claridad de objetivos, pero con una suavidad y mansedumbre, como un artesano que trabaja filigrana para lograr una única y hermosa obra.

Hoy muchos sectores, tanto en lo eclesial como en lo político que reclaman de manera irracional "mano dura", como si la fuerza bruta fuera a salvarnos, otros añoran la experiencia de un mundo en guerra, llenos de odio y una iglesia autoritaria de censuras y excomuniones. Pero, para los últimos pontífices, iluminados por Dios, éste tiempo es un tiempo de misericordia, de ternura y de perdón. No es fácil construir una comunidad con esta dinámica, porque como humanidad estamos heridos, pero recordemos que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, donde se sembró el odio y el rencor, sólo el amor pudo y podrá sanar las heridas más profundas y lacerantes de la sociedad.

Se puede gobernar en el mundo y en la iglesia por decreto o por coerción con fuerza bruta. Pero en verdad, hoy es tiempo de consenso, de cordialidad, de escucha y de comprensión. Tiempo de diálogo y reconstrucción del tejido social y eclesial.

Si la iglesia no olvida sus raíces podrá volver a ejercer su papel como mediadora de unidad, constructora de paz, siendo la voz profética por excelencia, aportando luz a tanta tiniebla. Cristo es nuestra Paz (Efesios 2,14).

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