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"Resulta difícil imaginar a Trump retrocediendo con las manos vacías"

Por Roberto Russell, académico y consultor de Relaciones Internacionales.
Sabado, 27 de diciembre de 2025 08:04
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"El mundo presenta un contexto turbulento, donde los conflictos bélicos tienden a estancarse, pero también pueden recrudecer o pueden surgir otros", afirma el académico Roberto Russell, Miembro del Consejo Consultivo y consejero del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y Exdirector Académico del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN).

En una entrevista con El Tribuno, Russel destacó que Estados Unidos está en un inevitable repliegue. Sin embargo "América Latina, que ha perdido gravitación en el mundo, ha adquirido mayor relevancia para Washington. Y, aclara, "el factor determinante de ese mayor interés es la creciente presencia e influencia de China en inversiones estratégicas en la región. Y cuando una prioridad estratégica se plantea de esta manera, se refleja en coerción y condicionamientos". De ese modo, las inversiones estratégicas, campo de batalla entre las dos grandes potencias,anticipan fuertes tensiones en América latina.

¿Cómo describe usted la posición de América latina en un mundo con señales de profundos cambios y, en particular, ante la presidencia de Donald Trump en EEUU?

En términos generales, América Latina ha perdido gravitación en el mundo respecto a otras regiones, como es el caso evidente de Asia. Sin embargo, ha adquirido más relevancia relativa para Estados Unidos. La "Estrategia Nacional de Seguridad", publicada el 5 de diciembre por el gobierno de Estados Unidos, es una muestra contundente del lugar prioritario que ahora ocupa la región para los intereses de seguridad de Washington. Lo dicen con todas las letras y sin rodeos. Hasta no hace mucho tiempo, era un lugar común decir que América Latina no era de importancia para Estados Unidos y hasta que carecía de políticas para la región, salvo por temas ligados al crimen organizado y a las migraciones a su territorio. Estos temas siguen estando cada vez más presentes; sin embargo, el factor determinante del mayor interés de Washington en América Latina es, sin lugar a duda, la creciente presencia e influencia de China. Este interés ya se venía expresando de manera explícita desde los años de la administración Obama, pero nunca con la amplitud y la intensidad que tiene en la actualidad.

Y esto, ¿es alentador?

Es más bien inquietante, porque cuando una prioridad estratégica se plantea de esta manera, se refleja en coerción, condicionamientos y vetos: "esto se puede hacer y esto no", según la perspectiva de Washington. Y el objetivo principal. cómo es claro, es disminuir la presencia de China en América Latina..

¿Existe la posibilidad de que haya una acción militar en territorio venezolano o desde el mar Caribe sobre el territorio venezolano?

Lo que vemos es un operativo militar extraordinario y sumamente costoso. Resulta difícil imaginar a Trump retrocediendo con las manos vacías después de un despliegue de esta magnitud, especialmente en una relación tan asimétrica como la que existe entre Estados Unidos y Venezuela. No creo, sin embargo, que se esté pensando en una intervención en el sentido clásico de una invasión o una guerra terrestre, ya que eso sería extremadamente complejo y, lo más probable, es que salga mal. Hay muchos factores, negociaciones y actores en juego que no conocemos. Hasta ahora, y en la superficie, lo que puede observarse es un ejercicio en aumento de coerción, mediante acciones militares focalizadas y vías diplomáticas para provocar una salida negociada a esta crisis y, eventualmente, un cambio de régimen, que es el objetivo mayor.

Una intervención militar del estilo de la que, en diciembre de 1989, ordenó el presidente George Bush padre contra Panamá para capturar y trasladar a Estados Unidos al dictador Manuel Noriega, no podría repetirse en Venezuela. Panamá es un país pequeño, mientras que en Venezuela la resistencia sería considerablemente mayor. Además, Estados Unidos carga con las experiencias fallidas de Irak y Afganistán, que actúan como un fuerte condicionante para cualquier decisión de este tipo.

Trump vuelve a pensar al narcotráfico como un enemigo militar,y ,si bien creo que es un problema muy serio de América latina,no parece que se resuelva por una vía bélica….

Sin ninguna duda, así piensa, y es un error. Además, hablar de narcoterrorismo es un exceso. El narcotráfico en Venezuela es una parte importante de las redes del crimen organizado que tienen aceitadas y múltiples interconexiones con la que operan en Estados Unidos y el resto de América Latina. Y, evidentemente, no hay solución militar para enfrentar a este fenómeno. Ya contamos con suficientes evidencias para afirmar que la "guerra" contra las drogas, definida en términos estrictamente militares, está condenada al fracaso. Todas las iniciativas que se han aplicado siguiendo este enfoque han sido un fiasco.

¿Cómo funciona la articulación del crimen organizado?

A esta altura, todos sabemos que el crimen organizado solo puede operar y alcanzar el alto nivel de desarrollo que tiene actualmente con la colaboración de sectores de la política, la justicia y los organismos de seguridad del Estado. También sabemos que el crimen organizado encuentra un campo fértil en la pobreza, la marginalidad y la fragmentación social que hoy atraviesan a la región, un escenario que facilita la cooptación de miles de personas dispuestas a incorporarse a sus filas como una vía de supervivencia e incluso de ascenso social.

En la región andina, desde Venezuela, Colombia y hasta Bolivia, hay grandes espacios donde el crimen organizado controla más que el Estado.

Sin duda es así. Controla más y, además, ejerce funciones sociales ante la ausencia del Estado: esta situación amplía la capacidad de cooptación del crimen organizado, particularmente de los jóvenes. Y no olvidemos el caso de Ecuador, ya que por su ubicación geográfica entre Colombia y Perú y por la ampliación de rutas marítimas y portuarias, se ha convertido en un punto estratégico para el tránsito de cocaína hacia Estados Unidos y Europa

Pero los otros fantasmas que vislumbra Trump en Sudamérica son China y Rusia….

Son casos muy distintos. Rusia tiene una política exterior definida en clave antioccidental y esto se ha acrecentado con la guerra de Ucrania, pero no es un competidor estratégico de Estados Unidos. Su presencia en Venezuela es esencialmente militar. No tiene una presencia económica importante, así como no la tuvo nunca la Unión Soviética. Rusia es un problema grande para Europa, a la que ha definido como una "amenaza existencial". Trump tiene otra mirada más centrada en una lógica clásica de reconocimiento de esferas de influencia y del papel que desempeñan los más poderosos en el manejo del orden internacional. Esta actitud la podemos ver en la propuesta que Washington favorece para concluir la guerra de Ucrania que exige concesiones territoriales de Kiev y su renuncia a la adhesión a la OTAN.

Siguiendo esta lógica, Estados Unidos vuelve a considerar a América Latina como una región que debiera estar dentro de su esfera de influencia exclusiva. La Doctrina Monroe se ha reactivado y se la caracteriza irónicamente como "Doctrina Donroe", en alusión al nombre de Donald Trump. (*). Estados Unidos identifica una serie de sectores económicos, financieros y tecnológicos sensibles cuya penetración por parte de China no considera aceptable por su impacto directo en su seguridad nacional y el control estratégico de lo que denominan el "hemisferio occidental". Por ejemplo, puertos y logística portuaria, redes eléctricas y sistemas energéticos, telecomunicaciones y conectividad digital, inteligencia artificial, recursos naturales estratégicos o la cooperación en materia militar.

¿Existe alguna hipótesis de conflicto bélico que afecte a América latina?

Es improbable que veamos en los próximos años conflictos bélicos entre países. América latina es la región más violenta del mundo, pero al mismo tiempo es la más pacífica. Nuestra violencia es 'intra fronteras'. El problema que veo es que la reactivación de la Doctrina Monroe lleve a que Estados Unidos se convierta en una fuente de desorden y de inestabilidad en la región. La intervención creciente de Washington en América Latina, orientada a frenar el narcotráfico, controlar duramente a las migraciones y disminuir la influencia de China, era previsible desde hace un tiempo para quienes nos dedicamos a las relaciones internacionales. Todo esto es ahora una realidad palpable y está expresado de manera muy clara en la Estrategia de Seguridad Nacional y no tiene vuelta atrás. En este mismo documento queda explícita la visión que tiene el gobierno de Trump de Europa, a la que ven no solo como un aliado estratégico, sino también como un espacio vulnerable, políticamente fragmentado y en proceso de decadencia relativa.

Entonces, ¿estamos en un mundo muy diferente? ¿vivimos el final de la posguerra fría?

La posguerra fría es una etapa terminada, aunque durante mucho tiempo seguiremos discutiendo sobre el momento de su final y sobre quién le dio el golpe definitivo: si fue la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos, la invasión rusa de Ucrania, o las presidencias de Donald Trump, en sus dos versiones. Dado que se trata de un proceso complejo, prefiero hablar del fin de la expectativa de construir un orden global basado en premisas liberales, es decir, en la expansión de la democracia y del libre mercado, y en el fortalecimiento de la interdependencia y del papel de las instituciones internacionales, como la ONU o la Organización Mundial del Comercio. Todo este entramado se ha ido deshilachando progresivamente y hoy nos encontramos ante un orden internacional que me gusta denominar "no hegemónico", puesto que ninguna potencia o alianza de países estará en condiciones de imponer su dominio o liderazgo en una escala de alcance mundial. Se trata de un orden de larga duración, lo pienso como una constante y, por lo tanto, viviremos en un mundo inestable y turbulento.

Por su parte, Estados Unidos enfrenta el desafío de acomodarse a esta nueva situación. Su repliegue es inevitable y trasciende a Trump. Es una necesidad estratégica que está presente en el debate dentro de los Estados Unidos desde hace más de una década.

¿Y qué alcance va a tener este repliegue en los hechos, y para la gente?

EEUU no puede estar presente en el mundo como lo hizo en la posguerra fría, en lo que se llamó el "momento unipolar". Se acabó la idea del país como una "nueva Roma", como se decía en los noventa del siglo pasado. Tiene que achicar la brecha que enfrenta entre los recursos de poder con lo que cuenta y los compromisos asumidos, que lo exceden. Esto es lo que subyace a lo que está haciendo Trump, a pesar de su discurso triunfalista y sus actitudes arrogantes.

La Argentina, y toda América latina, tienen compromisos comerciales con China, a los que va a ser muy difícil renunciar...

Ningún país quiere perder sus vínculos comerciales con China, y la Argentina tampoco. Es necesario separar los sectores sensibles del comercio en general. Además, existe una complementariedad entre nuestra economía y la china que nunca tuvimos con Estados Unidos. El comercio es una cosa y otra muy distinta son las inversiones en infraestructura crítica o en recursos naturales, ámbitos en los que Estados Unidos no solo ejerce cada vez más presión, sino que también amplía las líneas rojas de lo que está dispuesto a permitir o no. Por ejemplo, Chile debió frenar un proyecto para construir un cable de fibra óptica entre Santiago y Shanghái. Washington presiona y pretende vetar, pero al mismo tiempo invierte poco en infraestructura en comparación con China. Cuesta imaginar una obra como el megapuerto de Chancay en Perú, construido por China, que pudiera ser realizada por Estados Unidos. Como solemos decir en relaciones internacionales: muchos palos y pocas zanahorias

¿Y si China quiere hacer inversiones tecnológicas y sociedades con Argentina?

Son sectores que no pueden escapar a esa dinámica trilateral. Lo que hacemos o intentamos hacer con China será observado por Estados Unidos. Si la rivalidad entre Washington y Pekín se intensifica, las dificultades para nosotros serán aún mayores. Algunos países se alinearán con las preferencias de Washington, mientras que otros intentarán un delicado equilibrio entre acomodarse y resistir.

Da la impresión de que América latina, en el escenario actual, corre un serio riesgo de quedar muy marginalizada….

Hay dos regiones que han perdido peso de manera muy clara: Europa y América Latina. En América Latina, cada país sigue la estrategia que considera más conveniente según quién gobierne; cada uno hace la suya y no hay razones para pensar que esto pueda cambiar en el mediano plazo. Tampoco veo que podamos ir en dirección de una mayor integración como la que se imaginó al crear el Mercosur. Lamento mucho tener que reconocerlo, pero el Mercosur hace tiempo que perdió su sentido estratégico y difícilmente lo recupere. Es probable, entonces, que nuestra posición en el escenario internacional siga debilitándose frente a otras regiones del mundo.

¿Cuáles son los puntos más frágiles de la Unión Europea?

Es una región que ocupa una posición subordinada en materia de defensa y seguridad, y que ha dependido de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Lograr su autonomía estratégica le va a llevar mucho tiempo. Además, ha aumentado la gravitación de distintas fuerzas políticas y partidos contrarios a la integración, muchos de los cuales presentan un fuerte componente anti-inmigación y xenófobo. Y lo que llama la atención es que estas corrientes, que han sido históricamente apoyadas por Rusia, siempre interesada en debilitar a Europa, reciben en la actualidad un firme respaldo desde Estados Unidos.

Es sorprendente el relieve de la nueva derecha en ese continente

Ya no es una sorpresa. El crecimiento de las derechas en el seno de Occidente, en contextos democráticos, es un fenómeno complejo que obedece a muchos factores que se combinan peligrosamente: desconfianza hacia las élites, malestar económico, desigualdades persistentes, temor a la inmigración y a la pérdida de identidad, y agendas culturales que son vistas como alejadas de los problemas cotidianos. Hay una cuestión cultural muy fuerte y en ascenso que no solo dificulta la posibilidad de que Europa actúe de manera unida en materia de defensa y política exterior, sino que además cuestiona en sus raíces la propia idea de integración europea y la vigencia de la democracia tal como la hemos conocido.

Europa se siente al borde de una guerra. Macron sorprendió llamando al restablecimiento del servicio militar…

En realidad, ya está librando una guerra sin guerra directa, si lo puedo poner así. El proyecto de integración europea buscó construir una "potencia moral" que basara su influencia y su prestigio en el ejemplo de sus instituciones y su organización política y social, antes que en el poder militar. Sin embargo, esta idea viene perdiendo fuerza desde hace varios años y atraviesa una crisis de propósito y de sentido estratégico, en un contexto interno de fuertes divisiones y en un escenario internacional marcado por el retorno de la geopolítica, la competencia entre grandes potencias y el aumento del gasto en armamento. Los países europeos están retomando políticas que hasta hace poco eran vistas como propias de un pasado ya superado, como el fortalecimiento de sus fuerzas armadas y el aumento del gasto en defensa, con el objetivo de avanzar hacia una mayor autonomía estratégica. Este cambio es aún más evidente en los países cercanos a Rusia, como Polonia y los nórdicos y bálticos, … es impresionante lo que están haciendo en este sentido.

¿Corren peligro los derechos humanos, los derechos de la mujer, de las minorías?

El tema de los derechos humanos ocupa un lugar marginal en la agenda internacional actual. Pocos países siguen levantando esta bandera y Trump lo ha sacado de su agenda. Simplemente no le interesa el tema. Tampoco forma parte de la agenda de la política exterior argentina como una cuestión relevante ni prioritaria. Además, y de manera más específica, se observa un retroceso evidente en todo lo relacionado con los derechos de género y de las minorías, que son percibidos como parte de una agenda "woke" que se busca desplazar y, en última instancia, eliminar.

En medio del impacto de las guerras de Ucrania y de Gaza ¿cuáles son sus perspectivas con respecto a la paz mundial?

Estamos en un contexto turbulento, en el cual situaciones como las que estamos viviendo no sólo corren el riesgo de estancarse y no prosperar, sino que pueden recrudecer o pueden surgir otras. También tenemos crisis y conflictos graves, como las guerras civiles o entre grupos armados en Sudán, la República Democrática del Congo y en Myanmar, de las que poco se habla en los medios occidentales. No veo indicios alentadores. Ucrania está perdiendo la guerra y toda paz negociada le impondrá altos costos en materia de territorios, de seguridad y de política interna. El conflicto de Medio Oriente está en una suerte de impasse, pero las disputas territoriales, las rivalidades religiosas y étnicas y las enemistades entre estados siguen en pie, en particular entre Irán e Israel.

(*) La «Doctrina Monroe», fue formulada durante la presidencia de James Monroe, en 1823, como un sistema de autodefensa de todo el continente frente a los países europeos. Ochenta años después, Theodore Roosevelt le cambió el sentido, para justificar la hegemonía norteamericana en América Latina y legitimar su intervencionismo

 

 

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