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En un escenario regional atravesado por tensiones geopolíticas, disputas energéticas y el avance del crimen organizado, el analista internacional Nicolás Dapena Fernández consultor de la ONU y de la OEA, y experto en armas y terrorismo ofrece una mirada cruda y sin concesiones sobre Venezuela, el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, el riesgo de una nueva escalada bélica en América Latina y la expansión del narcotráfico en Brasil y en el mundo. En diálogo con El Tribuno, advierte sobre la ilegitimidad del uso de la fuerza, el peso estratégico del petróleo venezolano y las consecuencias que estos conflictos podrían tener para toda la región.
¿Cómo analiza el panorama actual en Venezuela?
La situación de Venezuela hay que analizarla por dos aspectos. El primer aspecto es que actualmente tiene un gobierno que no ha aprobado haber ganado las elecciones. Este gobierno de Maduro no puede demostrar que legítimamente ejerce el poder porque llevó a cabo elecciones y, ante las severas dudas de que esas elecciones habían sido manipuladas, la comunidad internacional, los organismos internacionales y múltiples países le pidieron que muestre evidencias electorales, legales, de su victoria, y no las mostró.
Siendo que el gobierno tiene el control de la parte electoral, hubiese sido muy sencillo y claro que muestre que eventualmente ganó de manera cierta las elecciones. Así que el primer punto es que el gobierno actual de Venezuela no ha probado estar legítimamente ejerciendo el cargo.
El segundo punto, y es muy importante no olvidarse, es que Venezuela tiene la mayor reserva mundial de petróleo: 300.000 millones de barriles. Para que usted lo contraste, Arabia Saudita tiene 280.000 millones, y Venezuela está a 3.500 kilómetros de Estados Unidos. O sea que es una situación geopolítica increíblemente compleja.
Cuando hablamos de Venezuela hablamos del mayor botín de hidrocarburos del planeta, de la humanidad. Quien controla eso tiene para decenas y quizás centenares de años de mantener su aparato industrial, bélico y comercial en marcha. Eso es muy importante y no hay que perderlo de vista.
Actualmente se discute mucho acerca del narcotráfico, pero la realidad es que Venezuela es petróleo, no es narcotráfico.
¿Qué rol está jugando Estados Unidos?
A partir de ahí se han producido situaciones, sobre todo con la actual administración del gobierno norteamericano. Ha habido intervenciones extrajudiciales donde se utilizó fuerza militar para ejecutar acciones destructivas sobre potenciales delincuentes. Y digo potenciales delincuentes porque, aun cuando haya tráfico de drogas en el Caribe, eventualmente tiene que ser un juzgado el que determine qué es narcotráfico.
No es pena de muerte. En Argentina, por ejemplo, son entre 8 y 15 años de prisión. Nunca la pena de muerte inmediata, sin debido proceso, queda como algo correcto. Por consiguiente, hay un gobierno de un tercer país dando acciones que no serían legítimas en la jurisdicción de Venezuela, lo que le agrega complejidad al tema.
Por último, esa misma administración decidió avanzar desplegando sus portaaviones más poderosos. El refuerzo anterior estaba a 900 kilómetros, en la isla Vírgenes; ahora se está haciendo frente a Caracas. Eso escala de una manera mucho más grande el conflicto.
¿Esto le recuerda a otros antecedentes históricos?
Sí. ¿Usted recuerda cuando hubo esa desinformación producida por el gobierno americano sobre el programa de armas químicas y biológicas en Irak? Desplegaron la Quinta Flota, bombardearon Bagdad para destruirla y después se comprobó que esas armas no existían. Colin Powell tuvo que decir públicamente que no era cierto lo que habían tomado como argumento para justificar la destrucción de Bagdad.
Eso genera una situación muy preocupante para cualquier latinoamericano, porque los latinoamericanos no queremos guerra. Latinoamérica no tiene que tener guerra. Rafael Grossi, el candidato argentino a las Naciones Unidas, dijo en una entrevista en España que, si él gana, las Naciones Unidas van a volver a su función principal, que es evitar guerras.
¿Qué es lo que más le preocupa del escenario actual?
Estamos viendo que, a partir de una elección potencialmente fraudulenta y la comisión de delitos de narcotráfico que son dos cuestiones internas de Venezuela estamos en la puerta del juicio del portaaviones. Eso es algo malísimo para todos los latinoamericanos.
Cualquier latinoamericano tiene que estar preocupado de que vuelva la guerra a la región. Está mal que haya buques de guerra navegando el Caribe hacia un país soberano.
Está mal, no tiene que ocurrir. Esa es mi intención al decir todo esto.
¿Qué tipo de reacción podría tomar un eventual gobierno invasor?
Técnicamente sería un gobierno invasor. Hay dos opciones: el bombardeo remoto o desplegar tropas. Tengo entendido que en los periódicos y desde la Casa Blanca, en algún momento, se dijo que no eran opciones militares las que estaban contemplando.
Eso agrega un escenario terriblemente complicado porque Venezuela está parcialmente controlada por actores externos al Estado nacional. Es un mosaico extremadamente complejo. No es que se invadiría un país con un poder fuerte y único que, una vez derrocado, permitiría poner otro gobierno alineado políticamente al país invasor. No.
Estamos en un caso en el cual hay un inmenso cártel con 50 años de vida, que es el Ejército de Liberación Nacional, una guerrilla que controla parte del país y que generaría una resistencia tremenda a una invasión terrestre. No solo la Fuerza Armada de Venezuela, sino también un gran jugador de la realpolitik latinoamericana. Por eso la situación es explosiva.
¿El uso de la fuerza militar es legítimo en este caso?
No. El uso de la fuerza militar es ilegítimo. Para usar fuerza militar se necesita un "caso heavy", una hipótesis de conflicto que requiera actividad militar. Venezuela no está atacando militarmente a nadie.
El país que está desplegando capacidad militar lo está haciendo frente a una comisión de delitos, no frente a una situación de guerra. Eso es un costumbre muy peligrosa. Espero que no traiga nuevamente la guerra a Latinoamérica. La última fue en 1982.
¿Existe alguna posibilidad de que este panorama retroceda o se modifique?
Creo que está duro, a la espera de cuál sea la decisión unilateral de la administración Trump. No hay provocaciones concretas por parte del gobierno venezolano. No han desplegado sistemas de armas enfrentando al sistema de armas del gobierno americano.
Estamos en manos de una decisión unilateral, sin un caso de guerra, sin un caso heavy. Esto es importante que se entienda: es un delito, no es un caso de guerra.
Cuando han bombardeado lanchas sin debido proceso, han violado el derecho internacional. Hubo situaciones donde quedaron náufragos en el mar. Cualquier persona que está náufraga se acoge a las leyes de auxilio. Cualquiera que esté cerca está obligado a ayudarlo. No solo no los ayudaron, sino que los ejecutaron.
La persona ya no tenía capacidad de causar daño a nadie. Eso me preocupa como abogado y como experto, porque está escalando hasta el punto de poner un portaaviones a 900 kilómetros de la capital de un país soberano.
¿Cómo analiza lo que ocurre en Brasil con el avance del narcotráfico?
Brasil tiene problemas muy grandes. Tiene la fortaleza de los cárteles. El Primer Comando Capital y otros comandos armados se han hecho muy fuertes. Controlan áreas determinadas en grandes urbes y en la producción de estupefacientes.
Cuando se llega a esta escala, la autoridad suele trabajar frontalmente contra la producción, pero el gobierno federal está haciendo lo que puede. En Río de Janeiro hubo una operación en una favela que generó una escena dantesca, pero no apresó ni mató a ningún líder. No se entendió bien cuál fue el objetivo de la operación.
Eso agrava la situación, porque en Brasil los grupos criminales suelen responder con demostraciones públicas de fuerza. Además, no se buscó tomar control del territorio, porque es imposible. Fue un operativo de gran despliegue sin un objetivo claro.
¿Ve similitudes con lo que ocurrió en Argentina?
Sí. En Argentina pasó algo similar en 2015 en Rosario. Hubo un gran avance, se desplegó Gendarmería, pero no hubo un plan posterior. Con el tiempo, el narcotráfico volvió a tomar control y siguió creciendo.
Son falencias de política y coordinación que se repiten en toda Latinoamérica. En Brasil, el problema es el nivel de poder y control territorial que han tomado estos grupos. Muchos nacen dentro del sistema carcelario. El Primer Comando Capital nace en prisión.
Cada joven que usted manda a la cárcel, muchas veces lo está enviando a un instituto de formación del narcotráfico. Sale más fuerte y más poderoso. Se hace lo que se puede, pero la escala ya es increíblemente compleja.
A nivel global, ¿qué balance hace del narcotráfico en este último año?
El mejor ejemplo es que todos los años crece el consumo de estupefacientes. Si crece el consumo, crece el narcotráfico. Si crece el narcotráfico, se gana más plata, se lava más plata y se fortalece.
El narcotráfico crece porque crece el consumo. Si usted baja el consumo, no hay mercado. Hoy estamos hablando de entre 150 y 250 millones de personas que consumen estupefacientes en el mundo.
Si no se baja el consumo, el narcotráfico va a ser cada vez más fuerte. Esa es la realidad.