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10 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Guaira Castilla: "A veces los titiriteros se sorprenden, no entienden cómo hacen ciertas cosas los títeres"

El dramaturgo y titiritero salteño fue nombrado miembro de honor de la Unión Internacional de Marionetas, la organización de teatro más antigua del mundo.  
Sabado, 09 de agosto de 2025 19:54
Gabriel "Guaira" Castilla, en su casa. Pablo Yapura
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Hace un par de meses Guaira Castilla recibió un reconocimiento muy importante de la Unión Internacional de Marionetas. La entidad nombró miembro de honor al titiritero que vive en la ciudad de Salta y que ha recorrido caminos y pueblos de América y Europa. Y esa fue la excusa para que El Tribuno lo contactara.

"Cada tanto eligen a un maestro titiritero. En mi caso, los titiriteros argentinos han hecho una votación y han quedado nueve, y después me han elegido a mí", dice el artista y comienza una charla poblada de historias y magia. Eso sucede cuando se habla con un creador que ha sabido transmitir, a través de su oficio, mucha alegría. 

¿Pudiste ir?

No, yo no podía ir a Corea del Sur, imaginate. El dinero no me alcanzaba. Entonces, un titiritero de Buenos Aires, que estaba invitado, tenía que ir a Europa en una gira, fue el encargado de traer el diploma. Y me enteró que estaba en Buenos Aires, entonces lo retira de la casa de este titiritero mi cuñada. Y lo tienen ellos, yo no lo tengo todavía, pero me han mandado fotografías. Y ya he agradecido, por supuesto. Ya está. Seguramente irá a un marquito, y ya estoy premiado (risas). Es satisfactorio, porque es el reconocimiento de los colegas. Realmente da gusto... 

Es un reconocimiento de tus pares... 

Sí, y es especial. Nosotros tenemos cierta conciencia de cosas que no tiene el público... porque estamos detrás del biombo. Y a veces los titiriteros se sorprenden de muchas cosas, es como la magia, porque no entienden cómo hacen ciertas cosas los títeres. Y también hay una elección de lo que se va a representar. Es como hacer una película con poca gente. Es una película porque tiene un argumento y se cuentan historias. O no. Hay cosas que son muy para la vista. Hay de todo, tantas cosas. Y los títeres incluyen todo el arte. La plástica, el teatro, la música, la poesía. Entonces, los colegas saben ver porque también trabajan mucho. Y me han avisado eso y, por supuesto, he quedado contento. Es todo muy íntimo, y viene de adentro de la gente. A mí me ha tocado la suerte, me han felicitado no solo los titiriteros, sino también esta gente que me estaba otorgando el premio.

Muestra homenaje a Guaira Castilla realizada en el 2024, en el Museo de la Ciudad. Gent. Agencia Cultura Activa.

¿Qué te han dado los títeres, Guaira? 

¿Cómo te puedo explicar? Es como luchar por tu libertad, pero de una manera muy bonita. Yo soy medio obsesivo compulsivo... A mí me llamó José García Bes, que ahora es poeta, para que hiciéramos títeres. Nuestros padres ya habían hecho títeres antes. Y comenzamos bajo la batuta de un hermano de él, Rodrigo, que falleció hace unos años. Y él nos enseñó los primeros pasos, porque no sabíamos nada de títeres. Yo no me acuerdo de obras de mi padre, nada, nada. Era muy chico. Y con José trabajamos unos 4, 6 años. Y yo tenía que irme a España. Entonces le hice un teatro a él, los muñecos, todo con lo que trabajamos juntos. Todo se lo he puesto y le he explicado que me tenía que ir...

¿Cómo te puedo explicar? Es como luchar por tu libertad, pero de una manera muy bonita".

¿Y cómo fue en España?

En España me he largado como solista. Tiene que haber sido muy difícil, pero en la cara de uno hay que tener el entusiasmo. Y saber que podés prosperar en un proyecto. Y me ha ayudado mucho también trabajar en un parque. Tenía que hacer la función 3 o 4 veces. Un día de fin de semana, un domingo, por ejemplo, al otro domingo igual, al otro domingo igual. Y mientras tanto, ir preparando otra obra para tener, para ver de hacerla. Todas las que estaba haciendo eran para solista y las he publicado también para solista. Y ahí me he dado cuenta -bah, no me he dado cuenta, me he avivado de tonto que estaba- que lo podía hacer para mucha más gente, no para mí solo, no para un solista. Sino para 3, 4, 10 titiriteros que trabajen juntos. Y eso me ha dado la posibilidad de escribir más obras. Parece fácil, pero es complicado. 

Ibas aprendiendo en el camino...

Y sí, y también iba publicando los libritos, con 10 obras cada uno, generalmente. Y he empezado a mejorar, parece. La profesión mía, con la que andaba pasando la gorra por España, empezaba a salir bien. Y, si no tenía público, la función estaba igual. Y un día veo que había músicos, magos, adivinos, malabaristas, todos los que integraban un paseo que ha quedado para la historia, que hemos fundado con el Teuco en Madrid, a la vera de un lago... De golpe salgo y veo, y estaban los artistas mirando mi espectáculo. Ahí me he dado cuenta, y digo "voy prosperando". Porque es muy difícil que un artista, te diga, te corrija en este tipo de oficio. Además, leyendo sobre títeres, me entero que en Java hay títeres religiosos. En la China, también en la India, que dicen que es de donde suele venir y remiten hasta la edad de piedra. Es medio religioso parece por ahí. En Java, en Bali, el que ingresa a hacer títeres, viene el sacerdote y le hace que saque la lengua. Y con el tallito de una flor le hace un símbolo mágico en la lengua, con miel. Y es una forma en la que ingresa a trabajar con los títeres y a aprender. Hay cosas muy lindas, muy poéticas que tienen ellos.

Y por aquí, ¿cómo comenzó este oficio?

Y bueno, nosotros, venimos de Javier Villafañe. Él iba a ver en Buenos Aires los pupis sicilianos, unos títeres pesados que los manejaban dos napolitanos, él cuenta. Pesaban 40 kilos, se los manejaba desde arriba con fierros. Son de Nápoles, de Sicilia, tradicionales. A esos iba a verlos Javier cuando era jovencito. Jovencito te digo porque se murió a los 80 años, más o menos. Y después también llegó a la Argentina Federico García Lorca, a la presentación que se hacía en un teatro en Buenos Aires de una obra de él, creo que era "Yerma". Y al final de la función, en el hall del teatro, armó su teatro de títeres. Porque había sido titiritero en Granada, en España. Y presentó sus obras. Y ahí estaban todos los que iban a ser la primera camada en Argentina. Estaban Javier Villafañe, Mane Bernardo, Sarah Bianchi y otros más... Aprendieron el oficio. Y Javier escribió una obra que la representó medio mundo, y se la mandó a García Lorca. Y le contestó que era maravillosa y que iba a ser eterna porque iba a tener mucho éxito. Y la verdad es que la seguimos haciendo, se llama "La calle de los fantasmas". Bueno, Javier empezó a andar por las escuelas, pidió una autorización al Ministerio de Educación para dar títeres. Y es el gran invento que nos ha salvado a todos los titiriteros. Porque no había costumbre de llevar títeres al colegio. Y le dijeron que no. Entonces, Javier falsificó el papelito con un sello medio borroso del almacén de la esquina, y se largó al camino (risas). Y anduvo hasta los 80 años, visitando escuelas. Y de ahí que nosotros pudimos trabajar con José, primero en un club, en un cumpleaños, y después ya en el Colegio Belgrano, en la Escuela Zorrilla, en todas las escuelas de Salta, en los asilos... Donde se podía. Íbamos de este pueblo al otro pueblo. Y me decía una cosa José, que nunca se debe dejar de lado una función, y que siempre hay que buscar trabajo.

Javier Villafañe empezó a andar por las escuelas, pidió una autorización al Ministerio de Educación para dar títeres. Y es el gran invento que nos ha salvado a todos los titiriteros".

¿Y cómo era en España?

Era muy difícil, porque en la época de Franco parece que nos prohibieron a los titiriteros trabajar. Sin embargo, había dos o tres rebeldes. Uno era Paco Porras, que estaba en Madrid, y otro que estaba en Galicia, que le decían el Barriga Verde. Me dieron un premio también a mí por un libro de texto para adultos, el premio Barriga Verde, así se llamaba porque hay un festival. Ellos quedaron y después Javier también fue a vivir a España. Primero se había ido a vivir a Mérida, en Venezuela. Y después se fue a vivir a Madrid y a Zaragoza. Y volvió a Madrid y ya se quedó ahí la última vez que fue para allá. Y él vio mi espectáculo cuando yo estaba más o menos, nomás, porque lo complicado no era la falta de memoria, de manipulación, de nada. Es que me faltaban dos manos más. Eran las que yo había dejado en Salta... Entonces tenía que esforzarme. Total que lo vio Javier y me dijo nada más que "esos parlantitos no los cambies porque quedan muy bonitos con el telón" (risas). Nada más. Pero después ya éramos muy amigos y más adelante cuando ya me había venido a vivir a Buenos Aires, me hizo el prólogo del primer libro. Porque yo le llevaba las obritas, cada obrita que hacía se la llevaba para que la vea él. Si opinaba mal no la publicaba. Demasiado elogio, demasiado elogio... una vez que ya me había visto trabajar en festivales internacionales, le gustó muchísimo...

¿Fuiste a muchos festivales?

Sí, conocí a muchísima gente, sin moverme de España, ¿no? Cada ciudad hacía su festival de títeres desde mayo, que empieza el calorcito. Me llamaban y se comunicaban entre ellos, entre los organizadores, y ya me hacían una ruta. Una ruta a mí y otra al Teuco. Entonces ya se enteraban y me empezaron a llamar para funciones, los festivales. Y venía gente de todo el mundo.

Y era más trabajo...

Claro. Y después Teuco consiguió un contacto y empezamos a hacer en cinco provincias de España, pueblo por pueblo, miles, un montón de funciones y nos pagaban muy bien y era para chicos de colegio. Y no me acuerdo que haya habido salones o nada, era en las escuelas y no teníamos intención de toparnos con nadie más que con quien nos contrataba porque era un momento bastante complicado porque había cambiado el gobierno en España, y había mucha gente reacia todavía, que quedaba del régimen anterior y que eran autoridades de los colegios, y nos mañereaban, pero no nos importaba porque nos íbamos a otros colegios. Salíamos los lunes a la madrugada y volvíamos a la noche, los viernes, a la casa. Hemos trabajado casi 6 años ahí, y yo decía que se dé, pero si no se da que no importe… (risas) Porque ya estaba tan cansado. Y, además, salían viajes internacionales, tenía que trabajar en Suecia... en México he trabajado mucho, en Venezuela también, en Brasil... en un montón de lados, y a la gente le gustaba, no había caso de que no les guste. Así que supongo que a causa de eso ha sido que me han dado el premio. Además, he escrito cosas para los títeres que les ha gustado también y me conocen de buen tipo, no molesto a nadie, y voy a favor de los títeres y de los titiriteros, trato de ayudarlos. Debe ser que uno sirve para algo…

Reconocimiento para hacedores de un arte vivo

Gabriel "Guaira" Castilla, maestro titiritero, ha sido honrado con el título de Miembro de Honor de la Unión Internacional de la Marioneta (Unima), un gesto que celebra su trayectoria y su enorme contribución al arte del títere a nivel mundial. La distinción, que lo equipara a las figuras más respetadas en la historia de la disciplina, llega desde Chuncheon, República de Corea.

El reconocimiento, fechado el 26 de mayo de 2025, fue comunicado a través de una carta firmada por Dadi D. Pudumjee, presidente de la Unima, e Idoya Otegui, secretaria general, que destaca la dedicación del Guaira, afirmando que su trabajo "no solo ha impulsado el títere como práctica artística y cultural, sino que también ha ayudado a conectar comunidades, inspirando a generaciones y preservando una tradición que continúa evolucionando".

Legado sin fronteras

Guaira Castilla mantuvo el reconocimiento en reserva. Sin embargo, su distinción salió a la luz, permitiendo que la comunidad artística y cultural celebre este lindo homenaje. Un premio que honra a un artista y que también reivindica a toda una generación de creadores de "artes olvidadas" en Argentina, quienes, en los años 40, 50 y 60, sembraron la magia de su arte por el país y el continente.

Nombres como Javier Villafañe, Héctor Di Mauro, Fernando Birri, Carlos Luis "Pajita" Garcia Bes, José García Bes y los propios Manuel J. y Leopoldo "Teuco" Castilla son parte de esta estirpe de hacedores que recorrieron caminos y pueblos, adentrándose en los colores de sus habitantes para devolverlos en historias y melodías desde la poesía, la escritura, el cine, dejando un legado invaluable que aún continúa en muchos que, como ellos, se animan a contar los sueños desde su oficio.

El Guaira Castilla se inscribe en esa tradición.

Un nacimiento

"Mi padre (Manuel J. Castilla) con Carlos Luis García Bes eran titiriteros. Carlos Luis seguro que lo hizo titiritero", contaba el Guaira el año pasado, cuando se realizó una muestra homenaje a su obra en la ciudad. "Y trabajaron mucho por acá, por Salta, se fueron a Bolivia, Perú, haciendo títeres. En esa época, cargaban unos teatros pesados de madera, viajaban con sombrero, con saco y chaleco, como se usaba antes. Ahora menos mal que uno está suelto. Y después de eso dejaron. Mi padre se dedicó a la poesía. García Bes empezó a hacer cerámica, tapices, pintura... era plástico", agregaba.

Carlos Luis García Bes y Manuel José Castilla

Y después de un tiempo, "José García Bes me mandó a decir que quería que hiciéramos títeres. El teatro de títeres de mi padre y de Pajita García Bes se llamaba El Coyuyo. Y heredamos el nombre y hablamos con un hermano de José, Rodrigo... y fuimos a verlo para que nos enseñe", compartió entonces.

Y en la charla de estos días, cuenta: "Tenía un amigo que vivía en Galicia me llamaba para que vaya a esperar a un chino. Y el chino venía y nos entendíamos por señas. Paraba en mi casita, en la guardilla, descansaba un rato del viaje y yo lo tenía que llevar a la estación de trenes, a que tome tal tren que lo lleve hasta Galicia. Y de vuelta, lo mismo. Y me regaló un títere muy lindo. Un títere chino chino. Hermoso, que no se lo puede tocar porque tiene... algunos adornos que están hechos en piel y se le está yendo el pelo...".

Palabras que abrazan un oficio hecho de amigos y de puentes. Con este reconocimiento, la Unima no solo celebra la trayectoria de Guaira, sino que también destaca su lugar en la historia del arte de los títeres, una disciplina que, gracias a artistas como él, sigue muy viva y recorriendo caminos.

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