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El Premio Nobel de la Paz 2025 tuvo este año un matiz inusual: la principal homenajeada no estuvo presente. El Ayuntamiento de Oslo fue escenario de una jornada cargada de expectativa diplomática, incertidumbre y un mensaje que resonó más allá de Noruega. La ausencia de Machado, la dirigente venezolana que vive en la clandestinidad desde agosto de 2024, terminó por convertir el acto en un pronunciamiento frontal sobre la crisis política de su país.
A las 13, hora local, la hija de la opositora, Ana Corina Sosa Machado, subió al escenario para recibir la medalla y el diploma que su madre no pudo retirar. En su intervención, dejó en claro que no hablaba solo en representación familiar, sino como depositaria momentánea de un reclamo histórico: “He venido a contarles la historia de un pueblo y su larga marcha hacia la libertad”, leyó ante un auditorio que escuchó en absoluto silencio.
Un reconocimiento sin presencia, pero con impacto
La confirmación oficial llegó minutos antes del acto: María Corina Machado no llegaría a tiempo a la gala, aunque sí se encontraba en viaje hacia Noruega. La noticia obligó a una reconfiguración del protocolo y reforzó el clima de hermetismo.
El director del Instituto Nobel, Kristian Berg Harpviken, aclaró que la galardonada “está a salvo”, pero no brindó detalles de su ruta ni de las razones de la demora. Las especulaciones se intensificaron después de la cancelación de la tradicional conferencia de prensa, lo que evidenció el delicado escenario diplomático.
Machado permanece fuera de la escena pública desde enero, tras ser impedida de competir en las elecciones que la oposición asegura que ganó su candidato, Edmundo González Urrutia. La decisión de prohibirle ejercer cargos políticos reavivó los reclamos internacionales y fue uno de los argumentos principales del comité a la hora de otorgar el reconocimiento.
Del relato histórico a la denuncia institucional
La opositora describió en su mensaje el proceso que, según su visión, deterioró el orden institucional venezolano: “El régimen desmanteló la democracia, manipuló elecciones, censuró y militarizó el poder”. La frase marcó uno de los momentos más contundentes del discurso, al igual que la referencia a la crisis social: “La pobreza superó el 86% y nueve millones huyeron. No son cifras; son heridas abiertas”.
En Oslo, la hija no solo transmitió el documento escrito. Encarnó, además, un símbolo. La ausencia física de la líder no opacó la centralidad de su denuncia; por el contrario, terminó por reforzarla.
La ovación que tensó el salón
Antes de la lectura del discurso, el presidente del Comité Nobel, Joergen Watne Frydnes, tomó la palabra y lanzó una frase que no tardó en convertirse en noticia: “Maduro acepte los resultados y renuncie”. La afirmación provocó una ovación inmediata y quebró la solemnidad habitual del acto.
El aplauso se extendió durante varios segundos. En el salón no solo había embajadores y autoridades europeas, sino también figuras latinoamericanas de peso: Javier Milei, Santiago Peña, Daniel Noboa, José Raúl Mulino y el propio Edmundo González. Hubo también presencia de aliados políticos internacionales, entre ellos Iván Duque y María Elvira Salazar.
Seguridad y protestas en Oslo
La jornada transcurrió bajo estrictas medidas de seguridad. Se esperaban manifestaciones en apoyo y rechazo a Machado, en un contexto geopolítico en el que Estados Unidos mantiene operaciones militares en el Caribe sobre embarcaciones ligadas al narcotráfico, hecho interpretado por el gobierno de Nicolás Maduro como una acción de desestabilización.
En paralelo, la dedicación del premio al expresidente Donald Trump añadió otro punto de fricción: para sectores opositores, fue un gesto de alineamiento; para los seguidores de Machado, un reconocimiento a un aliado estratégico.
La tradición y el peso simbólico
El Nobel de la Paz registra cinco precedentes de premiados ausentes por detención o impedimento político. La presencia de familiares en lugar del galardonado no alteró el protocolo; al contrario, remarcó el componente simbólico que rodeó la ceremonia. “La hija ofrecerá el discurso que su madre escribió”, había adelantado Harpviken como una forma de anticipar el significado extraordinario de la escena.
Desde Oslo, el activista Gustavo Tovar-Arroyo sintetizó el clima entre los venezolanos presentes: “Estamos decepcionados, pero conscientes: esto es lo que implica luchar contra una tiranía”.
El eco más allá de Oslo
Mientras en Noruega se realizaba la ceremonia, en Estocolmo se entregaban los premios de literatura, física, medicina, química y economía. Sin embargo, el foco internacional permaneció en el podio vacío y en el mensaje leído por la hija de Machado. Una premiación que excedió el galardón y que terminó funcionando como tribuna global para una crisis que continúa sin resolverse.
La figura de María Corina Machado, ausente y a la vez protagonista, se consolidó como emblema de un proceso político atravesado por exilios, persecuciones, silenciamientos y reclamos de legitimidad. En el Ayuntamiento de Oslo, quedó claro que el Nobel otorgado no solo premió una trayectoria, sino que también interpela a un gobierno y a una región entera.