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Isabel Silvestre, una mujer recolectora que pasó toda su vida sobreviviendo del basural ubicado en el municipio de Gral. Güemes, sufrió el incendio de su precario rancho, perdiendo sus escasas pertenencias, junto a toda una producción de elementos reciclables recolectados durante el fin de semana. Esto la obligó a salir del vertedero departamental para ser reubicada momentáneamente en las instalaciones del complejo polideportivo, hasta que su rancho pueda ser reconstruido. "No sé cómo se inició el incendio. Alrededor de las 14 yo estaba en el interior de mi rancho, lavándome el cuerpo después de trabajar toda la mañana, cuando sentí un intenso calor que me envolvía. Las llamas ya estaban muy cerca mío, consumiendo las paredes de polietileno. Salí a tiempo; de lo contrario, hubiera muerto quemada", explicó la damnificada.
Isabel tenía a unos nueve vecinos haciendo uso de ranchitos similares. El fuego se inició en el primero de ellos y avanzó rápidamente, consumiendo a otros tres antes de llegar a su precaria vivienda. "Fue muy rápido; apenas me dio tiempo a salir. El fuego lo consumió todo, no me quedó nada", se lamentó Isabel. A pesar de la precariedad con la que vivía, contaba con una cama, colchón, reposeras, mesas, entre otras cosas que la gente le regalaba o encontraba en el basural. "Me afectó económicamente porque se incendiaron bolsones con material que estaban destinados para la venta, pero lo peor es que no tengo dónde quedarme. Necesito seguir trabajando". Por suerte, encontró ese lugar en los albergues pertenecientes al complejo polideportivo municipal.
Isabel trabaja en el basural desde los 13 años. Allí conoció a quien se transformó en el padre de sus 5 hijos. Lamentablemente, él la dejó sola al ir preso por participar de un importante robo, permaneciendo en la cárcel hasta el día de hoy. "Hace 5 años que estoy sola. Tuve problemas con las familias de él, me quitaron la casa, por eso tuve que quedarme a vivir en el basural", comentó sobre algunas de las dificultades que se presentaron en su vida.
Muchas familias viven de la recolección, pero ninguna se queda a comer ni a dormir en el lugar; todos tienen una casa en la ciudad. "Al principio yo hacía lo mismo, pero me quitaron la casa. Ya no tengo nada. Tenía que seguir criando a mis hijas, entonces me armé un ranchito con bolsas de polietileno y ahí me quedé a vivir. Por las noches me quedo sola, ya que todos regresan a sus casas".
La vida en el basural es muy difícil; permanecer en el interior de ranchos de plástico es casi imposible durante los meses de calor. Los recolectores esperan desde muy temprano la llegada de los camiones con los residuos domiciliarios que arrojan en el basural. "Tenemos que abrir las bolsas y buscar; podemos encontrarnos con cosas muy desagradables, pero no tenemos otra manera. Hacemos la separación, la acopiamos en bolsones y cada tres días pasan a buscarlos", explicó. A pesar de lo difícil y desagradable de esa tarea, los ingresos mensuales son aceptables. Cada bolsón puede contener hasta 50 kg de reciclables, uno se puede llenar cada tres días y se paga entre 50.000 y 60.000 pesos por cada uno de ellos. "Pude hacer estudiar a mis hijas con este trabajo. Dos son maestras, una es policía, la cuarta está viviendo en Córdoba y una sigue estudiando. Todos mis ingresos fueron para ellas; yo no necesitaba nada, pero ahora sí necesito ayuda para recuperar mi rancho lo antes posible para seguir recolectando. No puedo perder ni un día", enfatizó Isabel.