En la carrera por conseguir dólares, el Gobierno nacional sacó una carta fuerte: hasta fines de octubre, no cobrará retenciones a la totalidad de los granos que produce el país. El anuncio busca incentivar exportaciones y sumar divisas rápido. Pero hay una pregunta que rebota en supermercados y despensas: ¿Terminará esto encareciendo productos básicos como aceites, harinas o alimentos balanceados?
Para entenderlo hay que mirar qué son y qué hacen las retenciones. En criollo, funcionan como un impuesto a las exportaciones que, además de recaudar para el Estado, mantienen más bajos los precios internos de alimentos y derivados agrícolas. Actúan como un “tapón” que desacopla los precios locales de los internacionales. En la economía real, sin ese tapón la canasta básica tiende a subir cuando suben los precios afuera.
Hasta ahora, ese esquema servía para tres cosas clave: recaudación fiscal, ya que es un flujo de dinero que permite financiar políticas públicas; para tratar de mantener los precios internos más bajos, al cobrar menos por exportar, se vende más barato adentro y eso mantiene accesible la canasta básica. También resulta en un incentivo al agregado de valor local, al gravar la exportación de granos sin procesar, se empuja a industrializarlos en el país.
Con la quita temporal de retenciones, el productor percibirá un precio más cercano al internacional. Eso es sin duda una buena noticia para el agro, que ve mejorar sus márgenes justo en plena cosecha, pero podría ser un dolor de cabeza para el consumidor de a pie, que podría ver reflejado en góndolas un precio más alto en aceites, panificados, pastas y otros derivados del maíz, girasol, soja y trigo.
En otras palabras, el Estado cede una parte de la recaudación y del control de precios internos para conseguir dólares rápidos. La incógnita es si ese sacrificio fiscal y de regulación derivará en una escalada de precios domésticos, justo cuando los salarios todavía corren detrás de la inflación.
Es una medida económica y política
Por eso, la medida no sólo es económica sino también política, porque marca hasta dónde el Gobierno está dispuesto a arriesgar la estabilidad de la canasta básica a cambio de un alivio inmediato en las reservas. El resultado real se verá en las próximas semanas, cuando productores, molinos, supermercados y consumidores ajusten sus números. ¿Impactará en el bolsillo? El interrogante ya está sobre la mesa.