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“El verdadero descubrimiento, no consiste en descubrir nuevos parajes, sino en tener nuevos ojos para mirarlos”. Marcel Proust
Leyendo un artículo publicado por el Dr. Ricardo Alonso en octubre pasado en El Tribuno surgió en mí la inquietud y la necesidad de aclarar algunas cuestiones en relación a la geografía hoy. Es por ello que quisiera aportar sobre su derrotero, que es mi ámbito de trabajo académico.
La geografía, a pesar de ser considerado un saber antiguo si nos remitimos a los aportes de griegos, chinos y árabes, quienes iniciaron la labor de describir, medir y graficar la superficie terrestre, es en realidad una disciplina que, con las características que presenta en la actualidad, resulta bastante joven. Surgen entonces como interrogantes ¿cuáles son los nuevos paradigmas que sustentan a la geografía en este siglo?, ¿cuál es su objeto de estudio?, ¿cuál es la labor del geógrafo del siglo XXI?
Desde aquellos lejanos inicios, la geografía pasó de ser una ciencia natural, desde un paradigma positivista, a una ciencia social, desde un paradigma crítico. Este punto no es menor y volveré a él más adelante.
Si hiciéramos una consulta callejera sobre lo que estudia la geografía, no dudo que la gran mayoría haría referencia a las clásicas descripciones del relieve, clima, biomas, población y economía de los países y/o continentes sin olvidar su ubicación en los mapas. Todo lo nombrado verdaderamente caracterizó a la geografía de principios del siglo XIX, pero a la fecha mucha agua corrió bajo el puente y hoy esta disciplina tiene la mirada puesta en las transformaciones territoriales producidas por la sociedad contemporánea, la dimensión espacial de lo social (Lévy 1994).
El artículo de referencia hace mención a los aportes -valorables para su época- que hiciera el geógrafo Isahiah Bowman a la descripción geomorfológica de la zona andina. Dichos aportes realizados a principios del siglo XX contribuyeron significativamente al desarrollo de la geografía sistémica de corte positivista, paradigma hegemónico que marcó fuertemente la visión que la sociedad en general tiene sobre la disciplina geográfica construida por científicos nucleados y financiados por las Sociedades Geográficas. “La participación de las Sociedades de Geografía en la tarea exploradora del siglo XIX fue muy importante. Desde 1821 en que se creó la primera de ellas (la Société de Géographie de París) hasta 1940 se fundaron unas 140 sociedades de este tipo. Sus objetivos eran muy amplios: además de la organización de expediciones, perseguían el fomento del comercio, la realización de observaciones astronómicas, etnográficas y de ciencias naturales, la creación de observatorios meteorológicos, los levantamientos cartográficos, la exploración arqueológica. Sus revistas y publicaciones daban cuenta del avance de las exploraciones, relaciones de viajes, e incluían estudios muy diversos sobre el territorio y sus habitantes. A veces se preocupaban también de impulsar y difundir la enseñanza de la geografía en los niveles básico y superior”. (Capel y Urteaga, 1984: 18).
La geografía desde mediados del siglo XX a la fecha se ha renovado de la mano de reconocidos geógrafos como Yves Lacoste, David Harvey, Milton Santos. Este último, ya desde 1968, señalaba que no le quedaba más horizonte a la geografía que asumir el encuentro con las ciencias sociales y sus métodos (Santos, 1991 [1968]). Este mentado encuentro supone entender al espacio geográfico como un producto de la sociedad superando la visión simplista del positivismo que concebía al espacio como un contenedor de elementos a los que se debía inventariar, describir y localizar, para asumir una posición crítica explicativa de los territorios.
El siglo XXI encuentra a la Geografía sumida en una permanente transformación al compás de las ciencias sociales lo que se da por denominar giros y en particular el giro cultural. Estos le permiten avanzar hacia la realidad constituida por un espacio que integra elementos materiales e inmateriales. “No se comprenden los entornos conformados por las sociedades si se ignora el imaginario que los habita, así como el fragmento de cultura que contiene y las raíces profundas que encuentra en el inconsciente de cada uno” (Claval, 2010). Hacia esta dirección es que se encaminan nuestros aportes a la investigación geográfica desde la Ucasal.