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No hay agua. No llueve (afirmación que hoy, de acuerdo con los pronósticos de los entendidos, podría quedar desactualizada). El calor nos tortura, y la “sensación térmica”, ese invento argentino, da otra cruel vuelta de tuerca. Porque mire usted, hay que ser sádico para señalarnos que a los 36 grados que denuncia el termómetro debemos agregarles 5 o 6 grados más.
Hay gente que, como yo, está gestionando el pasaporte para irse a vivir a Alaska. Lo peor, lo grave, si se me permite decirlo, es que no hay agua. Las canillas ni gotean.
Pueblos y barrios enteros están padeciendo esta situación. Centros sanitarios debieron cerrar sus puertas. En Campo Quijano, por ejemplo, dos mil personas, entre chicos y grandes, quedaron desamparadas. En muchas escuelas de pueblos vallistos y de esta capital provincial las canillas no sueltan ni una gota.
Para ilustración de los lectores: en la escuela Marcos Sastre y en la Colonia Mi Hogar, ambas ubicadas en Cerrillos, hace más de dos semanas que están sin agua. Este panorama, extendido a la provincia (General Gemes, Lumbreras, Orán, La Silleta, etcétera), facilita la aparición de enfermedades endémicas, como la hepatitis y el dengue.
Y qué decir de los barrios capitalinos cuyos habitantes sufren a diario prolongados cortes o, directamente, carecen de agua! Como decía un ocurrente vecino: -Aquí nos vemos obligados a llorar para lavarnos la cara.
Pero, ¿son la ausencia de lluvias y el enorme calor los causantes de que falte agua potable en pueblos y barrios?
Para nada. Sucede que Aguas del Norte, o Cosaysa, que de ambas formas se puede y se debe llamar a esa empresa oficial, no estaría cumpliendo con su cometido que no es otro que brindar un servicio eficiente a los usuarios.
Uno de los lemas de Aguas del Norte es “Una empresa a su servicio para brindarle la mejor calidad de agua”. Y se recuerda que hace un par de años su entonces responsable institucional afirmó que “nuestra prioridad es el usuario, y queremos mejorar el servicio”.
Lema y prioridad fallutos, por lo que se aprecia.
El asunto es que desde que el gobernador Juan Manuel Urtubey reestatizó el servicio, que originalmente daba Obras Sanitarias y luego la empresa privada Aguas de Salta, la cosa fue cayendo y cayendo, hasta dar en esta sequía.
Aguas del Norte, como es norma en los organismos estatales kirchneristas, no ofrece explicaciones por su mal funcionamiento: sus funcionarios argumentan que “no están autorizados a hacerlo”, con perdón de la sintaxis.
De esa manera nadie logra enterarse por qué no tiene agua ni cuándo volverá a beberla.
Internacionalmente existe el convencimiento que cuando las empresas estatales de un país son menos eficientes que las privadas, ese país es del llamado tercer mundo.
Y aquí estamos. Con sed y con un gol en contra.