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A mucha gente, por estos días, le anda faltando un tornillo. No es porque estén locos, sino porque son importados y cada vez más difíciles de conseguir. “Ya no existe el tornillo cabeza trompeta punta aguja porque viene de China y acá no se hace”, dijo el señor de los bulones, Carlos Plinio Vélez, dueño de la emblemática bulonera con el mismo nombre, sobre la calle Pellegrini. “El tema es que lo que se agota no se repone. Lo que hay es porque lo tengo en depósito. Yo tengo bulones hechos hace 30 años en este lugar”, cuenta apasionado. Es que, según Vélez, su local “fue el que trajo la palabra bulonera a Salta y uno de los primeros de la Argentina en ser construido íntegramente” para ser un negocio de ese rubro”.
“Eso ya no se consigue, pero yo todavía tengo”, le dijo Vélez a un cliente. Se pierde entre en el laberinto de estantes y saca una pieza de metal de 40 centímetros m y casi 2 kilos de peso.
“El problema es real y está instalado. Pero yo tengo la esperanza de que sirva para restablecer las bases de una industria nacional y salteña. Pero si es para la política, no sirve”, argumentó.