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Ayer la Justicia de Misiones absolvió a María Ramona Ovando. Esta mujer que todavía no pisó los 40 y ya tiene 12 hijos, fue juzgada por la muerte de su pequeña de 3 años. La niña murió en sus brazos y según relató María, por temor a una nueva golpiza de su pareja, enterró a la pequeña a la vera del camino. Cavó la fosa con sus propias manos y regresó a su casa.
María Ovando es analfabeta y vive en condiciones de pobreza extrema. En el juicio fue acusada por abandono de persona tras la muerte de su hija. Ayer el Tribunal Penal 1 de Eldorado, ubicada 200 kilómetros al norte de la capital de Misiones, dispuso la liberación inmediata de la mujer, quien cumplía prisión en una cárcel de Posadas desde marzo de 2011, cuando se produjo la muerte de la niña.
“Sólo quiero volver a ver a mis hijos”, dijo María Ovando luego de conocerse que quedaba en libertad. Desde marzo de 2011 que quedó encarcelada a la espera del juicio no volvió a ver a sus chicos. Abuelos y tíos se hicieron cargo de los chicos. Una vez más el Estado, ahí también estuvo ausente. Nadie pensó cómo vivirían esos chicos sin el único sostén de la casa, su madre. Tampoco nunca, de todos los presentantes del Estado que visitaron a María Ovando -antes de que la pequeña Carolina falleciera- tomó en cuenta que varios de sus 12 hijos no tenían DNI y que esta mujer no sabía leer ni escribir.
El martes el fiscal Federico Rodríguez pidió una pena de cinco años de prisión por el delito de abandono de persona agravado por el vínculo, aunque había admitido atenuantes por las condiciones de extrema pobreza en que vivían la acusada y su familia. Rodríguez cumplió el rol que el Estado le había asignado pero no dejó de lado el recordar las situaciones de violencia que vivió María Ovando. Y cuando se hace referencia la violencia no se pensó solo en la violencia que ejercía la pareja de esta mujer sinó la violencia de la pobreza, la violencia a la que fue sometida incluso ante los representantes del sistema de salud cuando reclamó una ligadura de trompas. Con menos de 40 años y 12 hijos, a esta mujer se le negó una ligadura de trompas por que no era correspondiente con su edad.
Tras la sentencia, Ovando dijo a la prensa que no regresará a vivir a Colonia Delicia, donde residía hasta la muerte de su hija, porque teme ser perseguida por los allegados que la acusaron durante el juicio y estimó que residirá en Posadas.
Tanto al dirigirse por última vez al tribunal antes de la sentencia, como luego del fallo, la mujer expresó su deseo de reencontrarse con sus 11 hijos.
“Eso es lo que espero porque hace rato no los he visto”, manifestó. También aseguró que lo que más deseaba era quedar libre, aunque admitió que no creía que el tribunal podía adoptar esa medida.
El relato de la defensa y María
Cuando se dirigió a los jueces, Ovando recordó los últimos momentos de vida de su hija Carolina, quien había sentido dolor en el estómago, por lo que decidió llevarla a un hospital, situado a varios kilómetros de su vivienda.
“Yo no tenía plata en ese momento, no tenía de dónde sacar, pero salí a la ruta para llevarla al hospital. No hubo tiempo para llevarla al hospital porque no paró ni un auto. Ella murió arriba de mis brazos”, relató.
“Mi casa era chiquita, pero igual crié a todos mis hijos”, aseguró entre lágrimas.
El abogado penalista Eduardo Paredes, defensor de Ovando, acusó en forma directa al Estado por abandono, dijo que la mujer nunca tuvo que llegar a juicio y que merece que le pidan disculpas.
“María es la que buscaba comida, el techo, sus parejas no reconocieron a sus hijos, y el Estado violó los derechos de los niños. María hizo lo que pudo”, señaló el letrado.
“ A Ovando no se la puede condenar porque el Estado no tiene base ética para condenarla; porque le violaron todos los derechos a los niños, y dentro de lo que pudo ella hizo todo”, agregó.
En su alegato de defensa, el letrado conmovió a una sala colmada: “ Hizo como pudo y donde pudo”.