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La petición de reconocimiento de Palestina en la ONU, que será votada hoy en la Asamblea General, es, según Israel, una “mala idea que bloqueará el conflicto” de Oriente Medio y con la que los palestinos dicen al mundo que “no respetan los acuerdos que firman”.
Así lo afirmó ayer uno de los portavoces del Ministerio israelí de Exteriores, Paul Hirschson, quien consideró que “todo el mundo” conoce el significado de la votación.
“Si la reconocen (a Palestina) todo será más difícil. El mundo lo sabe y a pesar de ello votarán a favor. Esta es una mala idea”, afirmó al referirse a los al menos 140 países, según fuentes palestinas, que hoy darán el sí a la histórica resolución.
Consultado sobre el apoyo de España a la iniciativa palestina, el portavoz israelí declinó hacer comentarios sobre ningún país en particular.
En este sentido, se limitó a reiterar la postura general de su Gobierno acerca de que la petición supone una “flagrante violación de los Acuerdos de Oslo”, los pactos alcanzados entre 1993 y 1998 que dieron vida a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como entidad temporal y que fijaron que ésta debía convertirse en un plazo de cinco años en un Estado independiente.
“La piedra angular de esos acuerdos, conceptual y contractual, es que los temas en disputa serían tratados en la mesa de las negociaciones”, afirmó antes de recalcar que la petición a la ONU supone una decisión unilateral no contemplada en los acuerdos. “En el lado israelí no deja espacio a confianza de cara a futuros acuerdos porque el mensaje es que los palestinos no respetan lo que firman”, arguyó.
El Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu aún no ha decidido cuál será su respuesta, que dependerá en gran medida de los próximos pasos de Abás.
Desde el fracaso de las fugaces negociaciones en septiembre de 2010, el líder palestino condiciona el regreso al diálogo a que Israel cese la construcción en los asentamientos judíos en el territorio ocupado desde 1967, con el fin de que la colonización no diluya la solución de dos estados.
Abás no ha precisado si este requisito seguirá en vigor después del previsto reconocimiento o si, por el contrario, lo retirará, toda vez que la declaración de la Asamblea incluye, según el último borrador, la capitalidad de Jerusalén Este y las fronteras de 1967 como territorios palestinos.
En círculos gubernamentales israelíes se estima que a corto plazo el Gobierno de Netanyahu está más limitado en la respuesta que pueda dar a Palestina por las elecciones en Israel el próximo 22 de enero.
Una última esperanza para la paz
Los pasos en busca de que la ONU reconozca un Estado palestino constituyen una última esperanza de revivir los frustrados esfuerzos de paz en Medio Oriente, dijo ayer una vocera palestina, quien rechazó las acusaciones de que esta campaña es un mero intento por eludir las negociaciones.
Hanan Ashrawi, una alta funcionaria palestina, instó a Estados Unidos a dejar atrás su postura de rechazo a la propuesta. Consideró que la actitud de Washington es “patética” y perniciosa para los intereses estadounidenses en la región. Los palestinos han enfrentado presiones intensas de Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones para evitar que se vote una resolución de este tipo, pero no han “sucumbido” ante éstas, dijo Ashrawi.
Hoy, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, pedirá que la Asamblea General de la ONU reconozca a Palestina como un Estado constituido en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental, áreas tomadas por Israel en la Guerra de los Seis Días, en 1967.
Israel se retiró de Gaza en 2005 pero sigue controlando buena parte del acceso a esa franja territorial. Los palestinos esperan que dos tercios de los 193 países miembros de la Asamblea General acepten a Palestina como un Estado observador. Estados Unidos, Israel, Canadá y unos cuantos países más se oponen.
Abbas ha dicho que el reconocimiento no busca sustituir las negociaciones con Israel, sino mejorar la influencia palestina y garantizar que las fronteras previas a 1967 sean la base de futuras conversaciones sobre límites, una idea rechazada por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.