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El apelativo de Káiser se lo supo ganar en la cancha, cuando jugaba y lucía el número 6 en la espalda; con sus cualidades de defensor duro, tiempista y de temperamento irrenunciable, asemejándose al crack alemán Franz Beckenbauer, aunque sin tanto virtuosismo con la pelota en los pies.
Con su enorme trayectoria edificó lo que pocos consiguen en el fútbol: ser capitán, técnico y presidente del club que lo cobijó desde sus comienzos y lo marcó a fuego, a pesar del mito que dice que es hincha de Boca Juniors.
Daniel Alberto, el gran capitán de mil batallas con la banda roja o la celeste y blanca, en casi tres años, con decisiones inconsultas, absolutas y polémicas, hipotecó su aureola de ídolo indiscutible para transformarse en un gran dictador. Siempre dijo que “River está por encima de los nombres y de los hombres”, pero no permite ninguna voz disidente a su alrededor. Eso le significó el repudio constante de los hinchas que piden su renuncia a gritos.
Con su estilo combativo y soberbio, se catapultó a la presidencia del millonario con el eslogan: “En River se acabó la joda”, al tiempo que remarcaba que “Aguilar e Israel fueron el peor gobierno en la historia del club”. Arrasó en las elecciones, y arrancó fuerte su mandato con el anuncio de una auditoría de la gestión de Aguilar, de la que él fue parte como técnico. El tiempo pasó y la auditoría no tuvo los resultados esperados porque hubo varias irregularidades. Cuando el equipo se fue a la B, cargó toda la responsabilidad a la anterior administración de la peor tragedia deportiva de la historia del club.
Exacerbando sus dotes de Káiser llegó hasta enfrentarse con Julio Grondona, a quién le pidió que renunciara de la presidencia de la AFA, insinuando una campaña contra River para mandarlo al descenso. “Soberbia como jugador, soberbia como técnico y soberbia como dirigente. Por su carácter fuerte tuvo algunos problemitas, pero ya se va a curar”, fue la respuesta del octogenario dirigente, quien luego le pasó factura.
Con River descendido, sus pares, a duras penas, le hicieron entender que tenía que retomar las relaciones con don Julio. Bajó los decibeles por conveniencia y consiguió un puesto en la FIFA, ocupando el lugar de Aguilar.
Continuamente cargó contra la prensa, acusando a los periodistas de “operar” contra su gestión. Raras veces da entrevistas y por sus reiterados furcios y contradicciones, a la hora de hablar, solo se maneja mediante comunicados.
Anti-ídolos
La relación entre Passarella y los ídolos del club nunca fue la mejor. Tal vez porque no soporta que alguien adquiera mayor fama o halagos que él. Apenas asumió, le cerró las puertas al Beto Alonso, cansado de sus continuas críticas.
Enzo Francescoli, que acompañó al opositor Rodolfo Donofrio en los últimos comicios, no regresó más a Núñez ni siquiera para jugar con los veteranos.
Marcelo Gallardo, quien cuatro años antes había sido declarado prescindible por Passarella DT, tuvo que esperar que terminara su vínculo para despedirse con más penas que gloria, luego de una dura derrota ante Tigre por 5 a 1. El Muñeco, que ni siquiera estuvo en el banco esa noche, recibió una plaqueta y se fue sin jugar.
A Ariel Ortega, a quién siempre consideró como un hijo, también le soltó la mano. Se fue en 2011, despreciado y marginado, a raíz de sus irresponsabilidades extradeportivas. Aunque era incomprobable saber si River se hubiera salvado del descenso con el jujeño en cancha, merecía irse de otra manera.
Los últimos “castigados” fueron Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez, quienes llegaron para llevar a River a Primera, junto a David Trezeguet. Y aunque el Torito justificó su vuelta con 19 goles en 38 partidos, junto con el Chori se tuvieron que ir por la puerta de atrás.
Su administración es tan difícil de sostener que ni siquiera la vuelta de Ramón podrá revertir su gobierno ni su imagen.
Carta abierta, con un claro objetivo político
La salida poco clara de Matías Almeyda obligó a Daniel Passarella, esta vez a través de una carta abierta, a justificar su decisión de despedir a uno de los últimos ídolos del club y de paso mandó un mensaje para las próximas elecciones. En la misiva, aparecida en un diario porteño, el dirigente pregunta: “¿Quién puede poner en duda que Almeyda dejó la vida como jugador y como técnico de River? El club le debe mucho y tendrá siempre una deuda de gratitud con él”. Respecto al cambio de entrenador, Passarella explicó: “Ha llegado la hora de Ramón Díaz. También él es parte de la historia que hizo grande a River. Ramón reúne todas las condiciones para la etapa que ahora comienza. Ya estamos con la cabeza y el corazón instalados en 2013 y en la construcción de un equipo a la altura de lo que todos los hinchas esperamos”, destacó.
‘‘Me ha tocado una época dura para ser presidente de River. Tuve que remontar una decadencia futbolística y un desastre financiero pero mi actitud seguirá siendo la misma que tuve hasta ahora, la misma que me permitió ser campeón con River y con la Selección: ir de frente, hacerme responsable de todos mis actos. Porque River me ha dado todo y yo voy a darle todo a River”, finalizó el escrito, con un sentido altamente político.