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Tomás Santillán murió el 17 de noviembre de 2011 en la localidad de Lincoln, provincia de Santa Fe. Cuando los policías lo encontraron se alejaron llorando de la escena del crimen por lo macabro del hallazgo. Ayer la Justicia sentenció a su asesino: Adalberto Cuello fue condenado a reclusión perpetua por el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Junín. Inmutable, sin mostrar un signo de arrepentimiento después que se leyó su condena, Cuello se apresuró a que le pusieran las esposas y lo llevaran a la cárcel donde esperó su juicio. Es que la bronca y el dolor se apoderaron de los familiares y vecinos de Tomás, que no dudaron en corear: “Asesino”.
Susana Santillán, la madre del pequeño Tomás, se descompensó y perdió el conocimiento. Durante todo este proceso legal, la mujer tuvo que escuchar los detalles que llevaron a la muerte a su pequeño de 9 años. El día del crimen, ella lo había llevado a la escuela y volvía con un primo cuando desapareció. Este primo, otro niño tan solo un año mayor que Tomás, fue el último en ver con vida al pequeño cuando subió a un auto con Cuello.
El final lo conocen todos.
“Hay que creer en la Justicia”, dijo Susana Santillán. “La Justicia me respondió de la mejor manera. A mi hijo no me lo devuelve nadie, pero esta bestia va a estar donde tiene que estar”, sostuvo. La abuela del niño y su tío también celebraron el fallo: “Hoy un ángel respiró en el cielo, es Tomás que descansa en paz”, dijeron tras agradecer su presencia al ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Ricardo Casal, quien calificó el fallo como “ejemplar”.
Técnicamente, el tribunal determinó que se trató de un homicidio agravado por “alevosía por la total indefensión del niño, por la edad, por su contextura física, y su inmadurez psíquica y emocional”.
“Eso sumado al vínculo emocional que los unía, y el lugar donde ocurrió el hecho, anulando la posibilidad (del niño) de requerir y recibir auxilio. Así hubo un obrar certero con el único fin de terminar con la vida de Tomás, con la ayuda de un elemento contundente”, se estableció.
Este crimen se encuadra dentro de los casos de femicidio vinculante, ya que Cuello asesinó al niño para “castigar a la madre” que había terminado su relación con el acusado. Ayer, la condena del caso Tomás Santillán volvió a poner crédito en la balanza a favor de la Justicia. Hace 10 días, la mayoría de los ciudadanos cuestionaron el accionar de la Justicia luego que se conociera el fallo de juicio por la desaparición de Marita Verón. En este caso la Justicia de Tucumán absolvió de los cargos a los 13 imputados. Tomás estuvo desaparecido durante dos días, en los que Adalberto Cuello se encargó de borrar cualquier sospecha en su contra.
La lectura de la resolución unánime demoró más de cuatro horas.
“Fue un golpe detrás de otro con una muerte inmediata. La agresión fue súbita, sabiendo que no corría riesgo y actuaba sobre seguro”, se dijo.
Crimen y falsos testimonios
La Justicia determinó que Adalberto Cuello tuvo “un obrar certero con el único fin de terminar con la vida de Tomás, con la ayuda de un elemento contundente, aplicado una y otra vez en la cabeza” del pequeño.
No obstante, el tribunal descartó el agravante de “ensañamiento” porque, sostuvo, no había logrado determinar que Cuello hubiera actuado con una intención cruel y con actos innecesarios para matar, extendiendo voluntariamente la agonía del niño.
Además de la condena, el tribunal ordenó investigar por falso testimonio a Ramón Cuello, padre del acusado, y María Inés Márquez, la novia en aquel momento, quienes habían intentado respaldar la coartada del acusado y mostraron contradicciones durante sus testimonios en el juicio oral. Según se reconstruyó en el juicio, Tomás Santillán le tenía “terror” a Cuello y cuando lo veía “le dolía la panza y le daban ganas de hacer pis”. Cuello ya lo había castigado rompiéndole una play station y zamarreándolo un par de veces, porque, según se señaló, lo culpaba de la ruptura con Leonor Santillán.