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La reciente división de la Confederación General del Trabajo (CGT) -a pesar de que la Presidenta llamó a la unidad-, ha acentuado el clima de incertidumbre en la sociedad que no solo perciben los trabajadores, sino los empresarios y hasta el propio Gobierno.
La CGT eligió recientemente en un Congreso con pocos gremios a Hugo Moyano, y existe de hecho otra central obrera que el próximo mes de octubre elegirá sus autoridades. Se espera que ambas entidades convivan en un marco no muy propicio ni cordial.
En un esquema en el que se enfría la economía, donde se redujo la cantidad de trabajadores en 360.000 personas en el último año (según datos de la Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo y de las últimas cifras del Indec) y en el que el segundo trimestre del año acumuló 32.000 suspensiones contra 23.000 del mismo período del año pasado (según la consultora Tendencias Económicas), entiendo que provocar la fractura del sindicalismo no le hace bien hoy a nuestra sociedad. Es un momento muy difícil, en el que este sector tendría que estar más preocupado en preservar puestos de trabajo que en generar divisiones o buscar protagonismos políticos.
Es evidente que hay temas redistributivos que se deben discutir y resolver con una o más CGT. Estos ya están en la agenda del Gobierno y hacen a la dinámica de crecimiento de la economía, para que acompañen la inflación y se siga incentivando el consumo interno. Estos son, entre otros:
a) el aumento de las jubilaciones;
b) incrementar la asignación universal;
c) revisar los topes y montos de las asignaciones familiares;
d) subir el mínimo no imponible en el Impuesto a las Ganancias; y
e) convocar al Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil.
Qué puede pasar
Los analistas entienden que esta división traerá consecuencias en la economía real, generando mayores conflictos y presiones distributivas.
Existe el temor entre empresarios y políticos que la disputa entre estos sectores llevará a que se intensifiquen los reclamos y las reivindicaciones en una competencia por demostrar quién defiende más los intereses de los trabajadores. Sin embargo, el enfriamiento de la economía no permitirá a los gremios exigir excesos y su rol tendría que priorizar la protección de los niveles de empleo.
También existe la posibilidad, haciendo un análisis político, que la fragmentación de la CGT provoque que el sindicalismo tenga menos fuerza para negociar colectivamente. Una de las consecuencias podría ser que se comience a negociar sectorialmente en las convenciones colectivas de trabajo.
Hugo Moyano, ahora sin el compromiso de acompañar al Gobierno como lo venía haciendo, pueda generar nuevas medidas que afecten directamente a sectores que no tengan nada que ver con sus reclamos, como, por ejemplo, la distribución de combustibles.
A modo de reflexión
Estoy convencido que todas las conquistas que ganaron las organizaciones sindicales en estos últimos años no se debieron a que estén o no unidos los gremios, sino a su acercamiento con el Gobierno.
Esta alianza se potenció con el crecimiento de la economía que acompañó la generación de nuevas y muchas fuentes de trabajo, les permitió lograr aumentos en las remuneraciones superiores a la inflación, materializados en las convenciones colectivas.
También obtuvieron mayores recursos y lograron modificar las leyes laborales, especialmente las de la década del 90. Además, se incrementó considerablemente en estos últimos años la cantidad de trabajadores registrados, lo que, según lo afirmó nuestra Presidenta, “se debió al modelo y no a una huelga más o una huelga menos”.
La realidad de las distintas actividades productoras de bienes o servicios llevará a discutir aumentos salariales por sectores. Por ejemplo, no es lo mismo discutir reivindicaciones con sectores importadores con las restricciones vigentes que con las fábricas de automotores sin conocer qué es lo que pasa con nuestro mayor comprador, Brasil, o con sectores exportadores que perdieron competitividad, que discutir con el sector financiero sin analizar los incentivos para incrementar el consumo y las tasas de interés.
Seguramente las discusiones salariales sectoriales serán las que mejor se adapten a nuestra economía más diversificada y abierta, y pasará a un segundo plano la necesidad de tener una o dos CGT para discutir aumentos salariales generales.
Fines gremiales y políticos
Existe consenso entre la mayoría de los sindicalistas que deben seguir juntos, pero por lo analizado existen posturas irreconciliables entre ellos. Entonces, el conflicto pasa a ser un problema personal entre la dirigencia, concretamente entre Moyano y sus seguidores, hoy antioficialistas, y, el otro sector, más cercano al Gobierno, al que algunos medios llaman antimoyanistas.
Nadie que conozca discute la lucha gremial de Hugo Moyano por mejorar los ingresos y la calidad de vida de los trabajadores. Pero el conflicto con sus pares y sectores del Gobierno se origina cuando quiere ocupar espacios políticos que no son compatibles con la actividad gremial para la que ha sido elegido.
Debemos tener en cuenta la real situación por la que atraviesa el país, ya que son varios los síntomas que pronostican la desaceleración de la actividad económica y la abrupta caída en la generación de nuevos puestos de trabajo, sin que se observen síntomas que auguren la recuperación del empleo en el corto y mediano plazo. Está además el agravante de que el aumento de la oferta laboral no podrá ser absorbida por el Gobierno creando nuevos empleos públicos por su delicada situación fiscal.