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Una garrafa, una cocina, una mesa con sillas, un ropero y camas. Esos objetos que no posee distancian a Griselda del Carmen Páez (33) de sus hijas Milagros (11) y Estefanía (7), alojadas en La Casita Feliz. Esta joven vive en dos piezas alquiladas -que debe dejar el 9 de septiembre- con sus otros dos niños, Luciano (5) y Guadalupe (1 año y medio). “Estoy en el piso, en la lona y (siento) impotencia. Lo único que estoy cobrando es la asignación (universal por hijo) de $860. Con eso pago el alquiler de $400, el almacén, le compro $100 de pañales a mi hija y cargo la tarjeta de Saeta”, detalla.
“Como no me alcanza, vamos a almorzar al barrio Lugones, en el comedor de la iglesia evangélica”, añadió. No oculta que en su vida también irrumpió la violencia y se adelanta a responder por aquello por lo cual muchos la juzgan: “El papá de la bebé me dejaba la moto y un día me fui al hospital con Guadalupe -que tenía una temperatura de 39 ó 40- y vine a la 1 de la mañana. Los chicos estaban con el Tupper debajo de la moto recibiendo la nafta y el bracero estaba muy cerca; me sulfuré y sí les pegué a mis hijas. Les pegué para corregirlas”.
A causa de ese episodio la hermana de Griselda le radicó una denuncia por violencia familiar y las niñas fueron retiradas por la Justicia. “El 12 fue el mes que están fuera de mí, mi lado”, dice y en este aparente cruce gramatical “están lejos de mí, de mi lado” se funde con “están "fuera” de mí”, como si se refiriera a ese pedazo que las madres sienten que les arrancan cuando les sacan a sus hijos. “Estoy yendo a la psicóloga con mis nenas. Estamos recibiendo asistencia en Promoción de Derechos Humanos”.
El raro mal de su beba
La fiebre que no le bajaba a Guadalupe resultó una manifestación del síndrome de Kawasaki, de descubrimiento reciente (40 años) y baja incidencia en la población, pero que de no ser tratado puede producir daños irreversibles, como aneurismas coronarios y una de sus consecuencias: el infarto de miocardio en épocas tempranas de la vida. Aún no existe un tratamiento específico y durante la fase febril se suministra al paciente gammaglobulina endovenosa, para prevenir lesiones en las arterias coronarias.
El acceso a esta medicación desveló a Griselda cuando acompañó los ocho días de internación -del 10 al 18 de julio- a Guadalupe. “La gammaglobulina cuesta de 6.000 a 10.000 pesos y el Estado me lo cubrió, pero no sé qué pasará si vuelve a recaer”, se angustia. Para ayudarla ir a manzana 7 casa 7 grupo 244 de Castañares o llamar al 4253601.