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El dolor vive en Africa

Martes, 28 de agosto de 2012 22:23
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 Tuve la oportunidad de conocer ocho países africanos. De ellos, solo Egipto y Marruecos merecen la calificación de aceptables en cuanto a su nivel de vida. De los demás, hay poco positivo que rescatar, porque en este continente están ocho de las diez naciones más pobres del mundo.
En esta crónica, Mozambique, ex colonia portuguesa, merecerá un tratamiento especial, ya que la pobreza es de tal magnitud que el salario promedio equivale al seis por ciento de lo que gana mensualmente un suizo.
Allí la mitad de los alimentos que se consumen llegan gracias a la ayuda de diversas ONGs. Cuando fui a almorzar a un restaurante, digno nada más, en el centro de Maputo, la capital, gasté tres dólares. Gracias a la facilidad con que uno puede comunicarse en portugués, conversé largamente con su propietario. Le pregunté que porcentaje de esa ciudad podía acceder a una comida con ese precio, y me dijo: “Apenas entre un 5 y un 10%, porque lo que usted pagó significa, por lo menos, dos días de trabajo”.

Sometimiento y humillación

La historia de Africa fue y es la historia del sometimiento, de la humillación. La de la esclavitud sin límites, todavía hoy. Por el llamado “Continente Negro” pasaron los europeos que durante cinco siglos trasladaron a sus habitantes por el mundo para trabajar en su beneficio, o los vendieron como mera mercancía. Sin contemplaciones ni regla moral alguna que los limitara.
Si bien en su gran mayoría los colonialistas emprendieron la retirada en las últimas décadas, esta nunca fue total. Dejaron de ocupar territorialmente el espacio, pero, a cambio, muchos mantienen el poder económico.
No es casual que los países más pobres del mundo se sitúen en África y que, incluso, varios de ellos tengan menos capacidad económica que una multinacional. Y hay más: que un país entero posea menos riqueza que un ciudadano, como el mexicano Carlos Slim, el hombre más rico del planeta después de desplazar al emblemático Bill Gates.
Entre las naciones más necesitadas está, precisamente, Mozambique. Su capital está recostada sobre las cálidas y acogedoras aguas del Océano Indico. Allí, donde los portugueses se establecieron, dominantes, desde que Vasco Da Gama entendiera todo lo que podía dar esa tierra pródiga, tropical y virgen.

Cuarto mundo

Cuando Gabriel García Márquez conoció el África negra, fundamentalmente la situada al sur de la línea del Ecuador, exclamó: ”ahora entiendo por qué esto es el cuarto mundo”. Y por supuesto que tenía razón. Es que la pobreza se transforma en miseria, la ilusión en desencanto, y la posibilidad de mejorar en utopía. Mozambique tiene una población superior a los 20 millones de habitantes, negros en su inmensa mayoría, mucho calor, inmensos ríos como el Limpopo y el Zambezi, hermosas playas con aguas turquesas recién descubiertas por el turismo de alto poder adquisitivo, pero, también, una inmensa tristeza.
La tristeza de saber que no habrá un futuro mejor en un país donde la esperanza de vida es apenas de 45 años, donde una de cada cinco personas está infectada de Sida y donde la mortalidad infantil supera el cien por mil.
Acceder a Internet está limitado al siete por mil de la población, el teléfono es todavía un lujo y poder ver una película significa el desembolso de un día de trabajo. Es que un salario promedio apenas alcanza para lo elemental, siempre y cuando se disponga de un lugar para vivir.
Cuando uno dice “¡Ay, Mozambique!” es porque quiere sumar su impotencia y su dolor al ver tanta gente descalza, desperdicios tirados aquí y allá, calles de tierra, taperas, desencanto. Y, sin embargo, créase, sin lamentos. Con el silencio sepulcral del que no espera nada más que la supervivencia. O quizás la posibilidad de poder cruzar a la vecina Sudáfrica, tan injusta como Mozambique, pero casi una meca para los desposeídos.

Más producción, pero...

Mozambique sufrió durante décadas una guerra civil que ocasionó más de 10.000 muertos. Después de lograr la independencia en 1975, el país comenzó a crecer rápidamente. Concretamente a tasas chinas, ya que el producto bruto interno aumentó durante esa década el 8% anual, el sueldo promedio de 50 dólares mensuales pasó a 90, la deuda externa bajó de 286 mil millones a 71 mil millones de dólares, la inflación se redujo del 40 al 9%, y el PBI pasó de tres mil millones a 20 mil millones en ese período.
El turismo, un ítem desconocido para acumular reservas, supo ser un ingreso más que interesante, porque las costas e islas situadas en el Océano Índico son sencillamente paradisíacas. También se crearon muchas escuelas y en las aulas donde antes había cien alumnos de promedio, ahora hay 40. Pero Africa, insistimos, es el continente del dolor, porque la mitad de sus habitantes gana menos de dos dólares por día, y otro 20% menos de 1 dólar. En la mayoría de sus regiones faltan los medicamentos esenciales y ochenta mil personas mueren de hambre por día.
¿Hace falta explicar algo más?

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