Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Todos los miedos, el miedo

Sabado, 29 de septiembre de 2012 23:41
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

“Hay miedo cuando los sindicatos no son libres y dependen de patentes que conceden y retiran los Gobiernos”.

“El ciudadano está en condiciones de abordar los desafíos que plantean la búsqueda de libertad y felicidad”.

El Estado democrático de derecho es, en lo que aquí interesa, la mejor respuesta que las sociedades modernas han elaborado para satisfacer la necesidad de los hombres de erradicar el miedo como arma política. Es en este contexto donde el ciudadano portador de responsabilidades y derechos está en condiciones de abordar los desafíos que plantean la búsqueda de libertad y felicidad.

Cuando hablo de Estado democrático de derecho me refiero a un modelo de organización política basado, ente otros principios, en la soberanía del pueblo, el imperio de la Constitución, la división de los poderes, la garantía de las libertades civiles y de los derechos sociales, la periodicidad y responsabilidad de los cargos políticos y la igualdad electoral.

Un modelo que, al menos en la teoría y con los matices que se quiera, está llamado a generar gobiernos sujetos a los controles republicanos, alternativas en condiciones de tomar el relevo, y líderes respetuosos de la ley.

Bajo estas estrictas condiciones, tanto la construcción de Estados poderosos como la constitución de Gobiernos fuertes, no representan una amenaza a las libertades y, por tanto, dependen de las preferencias que los ciudadanos, guiados por su percepción de la coyuntura y del futuro que imaginan, expresen históricamente.

Dicho en otros términos: En el marco de una democracia constitucional el arduo debate acerca de cuánto Estado y cuánto mercado han de coexistir en cada momento, puede resolverse de cualesquiera de las formas imaginables, aun cuando cada combinación haya de quedar siempre sujeta a los juicios de eficiencia y eficacia.

El miedo político que paraliza

Sin embargo, una democracia en ciernes y un precario Estado de derecho pueden sucumbir a los autoritarismos cuando el miedo emerge como arma política al servicio de los poderosos de turno empeñados en la búsqueda de la hegemonía.

Hay miedo cuando los ciudadanos saben o intuyen que los jueces y los legisladores actúan al dictado del César. En este sentido, leyes electorales promotoras de mayorías ficticias y del control hegemónico del poder judicial, son instrumentos del miedo. Hay miedo cuando los sindicatos no son libres y dependen de patentes que conceden y retiran los Gobiernos (es el caso de la personería gremial de la legislación argentina).

Hay miedo cuando los colegios profesionales y las organizaciones no gubernamentales son sometidos a la servidumbre a través de subsidios o del desembarco de los amigos del poder en sus órganos de dirección.

Hay miedo cuando algunos intelectuales (nunca todos) se ven forzados a callar o amoldar sus proclamas al relato oficial (generalmente mesiánico), cuyo seguimiento es fuente de premios y cuyo abandono condena al ostracismo.

Hay miedo cuando los Gobiernos atentan contra la libertad de expresión; vale decir cuando monopolizan la comunicación controlando desde la calle, hasta Internet pasando por los medios masivos de prensa.

Da igual que para este propósito apelen a la dulzura de las pautas publicitarias, a las bravatas o al discurso izquierdista.

Hay miedo cuando el Gobierno central destruye el federalismo y transforma a los Gobernadores provinciales en sus amanuenses.

Hay miedo cuando las prestaciones del Estado de Bienestar se conceden y revocan discrecionalmente o se administran al servicio de la perpetuación en el poder.

El clientelismo es, entonces, el arma vil que logra transformar en votos el miedo a perder las ayudas legítimas.

Hay miedo cuando las ganancias de las compañías dependen, no de su buen hacer, sino de decisiones casuísticas de los Gobiernos.

Hay miedo cuando una mayoría absoluta desprecia a las minorías, huye de los controles y dispone de los resortes para crear un orden jurídico ad-hoc e incluso para reformar la Constitución con la intención de instituir reglas y criterios a espaldas de las minorías.

Hay miedo cuando los Gobiernos y los esbirros del poder utilizan los recursos del Estado para regimentar la educación, la cultura, el ocio (desde el fútbol al turismo) o las prestaciones sociales.

Hay miedo cuando los Gobiernos desarticulan los poderes de inspección, control y sanción, imprescindibles para que las relaciones sociales, civiles y ambientales se desarrollen según reglas jurídicas.

Hay miedo cuando la voz del Gran Hermano o Hermana irrumpe en los hogares sin matices, sin réplicas, sin contrastes.

Sobre todo, cuando esa voz tronante marca con nombres y apellidos a quienes serán luego objeto de visitas inamistosas.

Hay miedo cuando las fuerzas de seguridad, la policía tributaria y, en general, toda las Administraciones Públicas han sido colonizadas por el Gobierno de turno poniéndolas a su servicio.

Así y todo, allí donde pareciera haberse impuesto definitivamente el miedo y el silencio cómplice, anidan espíritus libertarios, personalidades rebeldes, líderes valientes que, en el momento menos pensado, pueden alumbrar conciencias, mostrar caminos, remover obstáculos y restablecer el imperio de la libertad segura que nos convierte en ciudadanos.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD