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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Mejor hubiera sido firmar la boleta, ¿verdad?

Domingo, 20 de octubre de 2013 01:44
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Un episodio trivial, como lo es la discusión de un infractor con una agente de tránsito, derivó en un escándalo que puede influir en el resultado de las elecciones legislativas del domingo, en la suerte de Daniel Filmus, que no intervino en el hecho pero que tampoco supo tomar distancia del infractor, y en la conformación del bloque oficialista de senadores en el Congreso.

El episodio, claramente, la discusión del nieto recuperado y ahora diputado Juan Cabandié con la agente Belén Mosquera, le puede ocurrir a cualquiera. Cualquiera puede enojarse con alguien que lo sanciona por incumplir con las normas. Pero Cabandié no es “cualquiera”. El es un legislador embanderado con una fuerza política que apela al discurso emocional y moralista, poniendo un abismo entre los buenos y los malos, es decir, entre oficialistas y opositores.

En este caso, Cabandié aparece exigiendo impunidad para su infracción, tratando de “boluda” a la joven y, lo que es peor, llamando por teléfono a un funcionario que reporta a “Martín”, es decir, a Martín Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora y candidato kirchnerista en el distrito donde el oficialismo nacional afronta una parada muy difícil.

Y Cabandié pide un “correctivo”, término que en la jerga policial y militar supone una sanción.

Claro, no cualquiera puede levantar el teléfono para pedir al intendente que sancione a un inspector molesto. Eso se denomina “abuso de poder” y, eventualmente, “tráfico de influencias”, vicios generalizados en un país donde se cree que el poder no tiene la contrapartida de la obligación, que los derechos son para los amigos y que hay bandera verde para quienes cuentan con la bendición del que manda. Vale decir, en la democracia argentina, y no solo entre quienes rodean a Cabandié, perdura una perversión aristocrática en la que solamente cambiaron de lugar los dueños de los privilegios.

A la agente Belén Mosquera la echaron y todo indica que eso se debió a la influencia que movió Cabandié con su llamada.

Conocido el video, lo mejor para todos hubiera sido que Cabandié renunciara a su candidatura, pidiera disculpas y saliera del escenario. Sin embargo, hizo todo lo contrario. Quiso culpabilizar a la agente de tránsito, intentó dar explicaciones para lo inexplicable y movilizó a sus amigos para que lo defendieran.

Las torpezas habituales de Luis D'Elía, culpabilizando a los difusores del video para salvar a quien mostraba su costado prepotente, lo hundieron un poco más. Las declaraciones del Cuervo Larroque echaron más leña al fuego: es el mismo que se hizo famoso por sus alardes de machista cavernario contra las diputadas no amigas Laura Alonso y Victoria Donda. Y por gestionar un “correctivo” para el periodista oficialista Juan Miceli, quien por un momento se olvidó que el “periodismo militante” los obliga a disfrazar la realidad. Y no faltaron los laberintos verbales del críptico sociólogo Horacio González, quien intentó encubrir a Cabandié cuestionando las cámaras ocultas e ignorando un detalle: la llamadita a “Martín” para que aplique el “correctivo”.

Filmus y Cabandié figuran en la misma boleta para las elecciones del domingo. La diferencia es que el exministro de Educación se las ve difícil frente a Pino Solanas, mientras que su compañero va tercero cómodo pero tiene la banca asegurada. Filmus se vio en una encrucijada y cometió un error porque destacó que Cabandié había pedido disculpas. Quizá no tenía otra cosa para decir, pero lo cierto es que pidió disculpas cuando el video se conoció y cuando Belén ya no tenía trabajo.

Insaurralde tampoco la vio cómoda. Mientras Cabandié dañaba más aún su propia imagen y las de sus compañeros de ruta, acusando a la víctima (Belén) de haber pedido una coima y, luego, tratando de desviar la atención hacia los gendarmes, Martín echó al director de Tránsito y llamó a Belén para reivindicarla. El intendente la felicitó por su desempeño y le ofreció reincorporarla. “Yo nunca maltrataría a una mujer”, sentenció el intendente, con lo que contribuyó a lapidar a Cabandié.

Horacio González, en una confusa publicación destinada a salvar lo insalvable, utiliza la palabra “obsceno”, que literalmente significa “lo que debe quedar fuera de escena”. Cabandié se mostró como un prepotente con poder alquilado y nadie dijo, ni siquiera él, que lo que todo el mundo vio era falso. Destacaron que es un video “editado”. Sí, pero la falta de respeto y el abuso de poder no están editados, sino a la vista; ya no permanecen “detrás de la escena”.

Las ordinarieces de D'Elía son obscenas, por eso la opinión pública lo recluyó en el desván de los impresentables, más allá de los beneficios que el poder le siga deparando.

De este episodio, que al oficialismo le acarrea un costo, quedan varios detalles que también desnudan la realidad argentina.

Cabandié nació en un campo de concentración, su madre fue asesinada y él, robado por un policía. Esa tragedia es de él y de toda la sociedad. Quienes implementaron ese sistema hicieron a nuestra sociedad un daño irreparable.

La recuperación de los nietos robados es una gesta que pasará a la historia, más allá de cualquier especulación política. A Cabandié le tocó convertirse en símbolo de la aparición en escena de quienes fueron robados, sufrieron adulteración de identidad y hoy, ya adultos, asumen un protagonismo signado por su historia.

Pero ni Cabandié ni ninguna de esas personas tiene por eso más derechos que nadie.

En democracia no hay privilegios, es decir, “leyes privadas”. No debería haberlos, al menos.

Cabandié dijo que él se bancó la dictadura. ¿Qué queda, entonces, para una infinidad de anónimos que también sufrieron sus efectos devastadores?

Este hombre joven, que está donde está porque rompió con sus apropiadores y porque una sociedad le brindó un espacio reparador, está en una posición favorable para mostrar que el daño de la dictadura fue mucho más allá, aunque parezca mentira, que las torturas, el robo de niños y la desaparición de personas.

La dictadura de Videla, así como las que la precedieron, hicieron un daño enorme a la sociedad argentina, porque aniquilaron la cultura democrática. Cabandié se enojó como cualquiera porque le hicieron una multa. No es menor circular con el seguro vencido, porque en caso de accidente, la víctima se queda sin indemnización. Pero el problema es que él incurrió en abuso de autoridad y chapeó, como hacen muchos de sus compañeros de militancia, invocando los horrores de la dictadura.

¿Qué tiene que ver?

Y por más que el video haya sido manipulado políticamente, como lo fue, la verdad está a la vista y él, para justificarse, mintió y buscó apoyos que solo lo hundieron un poco más.

Como decía Perón, citando a Aristóteles: la única verdad es la realidad. En el mundo político suele imperar la creencia, escéptica y no aristotélica, de que “la realidad no existe”, sino que la inventan los medios.

Pero no, la realidad existe. Y los videos, también.

 

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