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En la Argentina, la historia de las prestaciones sociales está poblada de avances y retrocesos, así como de crisis cíclicas que suelen estallar mucho después de que las autoridades hayan decidido vaciar sigilosamente las arcas de la seguridad social.
La Anses nació en 1991, luego de una batalla política contra la precedente seguridad social precaria, contributiva y parcelada por ramas de actividad.
A medida que se erigía el edificio de la Anses, el gobierno de entonces fue tomando conciencia de que ese era el ente idóneo para ejecutar las políticas sociales en sus vertientes asistencial y contributiva.
Fue así como la Anses se hizo cargo del recién nacido Fondo Nacional de Empleo y, por tanto, de administrar los programas de empleo y las prestaciones a desocupados. Más adelante (hacia 1995) la Anses demostró su eficacia y versatilidad al asumir la gestión del régimen que permite a los trabajadores elegir la obra social sindical de su preferencia.
Pioneros
En el trágico año 2001, la Anses estuvo a punto de poner en marcha el primer régimen de asignación familiar universal que, a no dudarlo, hubiera paliado los efectos más graves de la crisis de aquel año. Pero la iniciativa fracasó a raíz de las vacilaciones del Gobierno de la Alianza UCR-Frepaso y de medidas judiciales que la paralizaron.
El largo ciclo kirchnerista se ha preocupado por conservar la estructura y dotarla de los recursos humanos y técnicos imprescindibles para atender a un creciente número de personas que, sin distinción de rango laboral o condición social, encuentran en la Anses prestaciones de jubilación, pensiones, ayudas por desempleo, programas de fomento del empleo, asignaciones familiares o créditos para viviendas.
Si recordamos que hoy la Anses paga cerca de 8 millones de beneficios previsionales y más de 7 millones de asignaciones por hijo, podemos hacernos una idea de la significación adquirida por esta agencia estatal.
Tres horas en la oficina de la Anses Salta
Mi reciente visita a las ventanillas de las flamantes oficinas de calle Jujuy me permitió corroborar esta dimensión de la Anses como agencia social: desfilan por allí personas mayores de escasos recursos, madres jóvenes con sus hijos en brazos, señoras elegantes que gestionan prestaciones sin aportes, discapacitados, obreros, desocupados, gente de la ciudad y campesinos e incluso emigrantes de países limítrofes.
Todos precisan dialogar con el organismo, gestionar prestaciones, formular reclamos. Todos son atendidos con relativa celeridad; una diligencia que contrasta con la vergonzosa morosidad de la Justicia federal encargada de la seguridad social.
Organización
Mientras esperaba mi turno, recordé los tiempos de definitiva consolidación de la Anses como la gran agencia social del Estado argentino. Tengo para mí que fue en aquellos años centrales de los 90 cuando se echaron las bases de esta moderna organización pública y se insinuaron los mecanismos de control a cargo de un ente tripartito.
La propaganda ha impuesto la idea de que la década de los 90 invariablemente desarmó al Estado y que la larga década kirchnerista lo reconstruyó en beneficio de la Nación y de su pueblo. En esto, como en todo “relato”, hay un poco de realidad y mucho de ficción, como lo muestra la creación y trayectoria de la Anses.
La Anses y la política
Cuando la mentada envergadura de la Anses se pone en relación con las formas de gestión y la “ideología” impuestas por el kirchnerismo, se advierte que el organismo se ha convertido en un trampolín político eficaz: por la dirección general de la Anses han pasado un vicepresidente, un precandidato a la Presidencia y, probablemente, el futuro ministro de Economía. También en la temible herramienta que permite al Gobierno inmiscuirse en determinadas empresas privadas.
Pero cualquier balance del accionar del principal ente de seguridad social ha de tener en cuenta que la gestión y los resultados de la Anses están en estrecha relación con la marcha de la actividad económica y con la evolución del mercado de trabajo. En este sentido, los resultados serán necesariamente deslucidos cuando el desempleo sea de dos dígitos y baja la tasa de actividad, y generalmente satisfactorios cuando, como sucede ahora, la recaudación de aportes y contribuciones sea elevada, pese a las altas tasas de empleo en negro.
Balances
Por otra parte, estos balances no pueden limitarse a las cuentas de décadas. Los desfalcos a las cajas previsionales hechos en los años de 1950 (comentados por el general Perón en su célebre discurso de 1973) son ejemplos notorios de maniobras que anticipan crisis y penurias para jubilados y demás personas asistidas por la seguridad social.
En este sentido, la actual estrategia de gestionar a la Anses sin control social ni parlamentario, y de financiar al Estado y a emprendimientos de inspiración demagógica con el dinero de los trabajadores, preanuncia la reiteración de viejas y tristes experiencias.