inicia sesión o regístrate.
En 1973, en la Argentina, aún no había llegado la televisión a color. Como medio de comunicación existía un deficiente servicio de telex y para hablar de Salta a Buenos Aires, a través de la sueca CAT , había una demora mínima de 7 horas. Los comerciantes se levantaban al alba para poder hablar con sus proveedores a la hora de la siesta.
Obtener un teléfono fijo significaba esperar entre 2 y 5 años. Por supuesto no existía internet ni ningún otro medio de comunicación que no sea el teléfono fijo. Los menores de 40 años, que ignoran esta pequeña gran historia, hoy se ponen nerviosos, ansiosos e insultan a la compañía de turno si no obtienen una llamada en menos de un minuto. Es que desconocen y no les interesa lo que vivió la humanidad hasta ese momento.
Pero el 3 de abril de 1973 los transeúntes que circulaban por Nueva York, observaron, asombrados, que un hombre hablaba por un teléfono móvil, por supuesto desconocido hasta ese momento. Ese teléfono, llamado el “ladrillo”, pesaba un kilo y había sido inventado pocos días atrás por un estadounidense, Martín Cooper, que era empleado en la pionera Motorola.
Cooper, que tiene hoy 84 años y que aún trabaja en su empresa de antenas para televisión, había logrado uno de los milagros más grandes del siglo XX. Estaba en Motorola desde 1954, es ingeniero electrónico y tenía una obsesión, crear un aparato que comunicara sin cables, porque quería terminar con la opresión que significaba tener que hablar desde un lugar fijo.
Costaba 4.000 dólares
Cooper en los últimos días ofreció reportajes a varios diarios del mundo, entre otros a La Nación de Buenos Aires. Si bien en la década del 50, había radio-teléfonos, el invento de Cooper fue tan sustancial que tiró abajo todo lo anterior. Ofreció su logro al gobierno de los EEUU y se impuso en su ofrecimiento nada menos que a la ATT, la empresa telefónica más importante del mundo que tiene su sede central en Atlanta, Georgia.
Los primeros que compraron ese “ladrillo” de 4.000 dólares, fueron los dueños de las inmobiliarias de Nueva York, porque se dieron cuenta rápidamente que facilitaba el contacto con sus clientes. Sin embargo, vaya contradicción, el primer servicio comercial del mundo lo ofrecieron los inefables japoneses. Cooper, que aún hoy es un contestatario, comentan que no le atrae ninguno de los celulares actuales, cualquiera sea la marca. Los ve a todos iguales. Dice que todos están diseñados de la misma manera, difíciles de usar y que en el caso extremo, a pesar de ofrecer tantas alternativas, “hacen de todo, pero cuando quieres hacer todo con una sola cosa no son nada buenos”.
Es más: dice que no le gustan los Smart Phones y que ahora usa muy poco ese tipo. Descartó Apple, el más caro y el preferido de los conocedores. Utiliza ahora el Nokia Windows, pero confiesa que cambia de marca con frecuencia y solo lo emplea ocasionalmente. Afirma que aún trabaja porque no le atrae jugar al golf y su única distracción es el trabajo.
Los pro y los contra
No solamente viajando en avión está prohibido el uso del celular. En muchos restaurantes y bares de primer nivel de Buenos Aires, por ejemplo en Puerto Madero, también están descartados. Un ejemplo más: el AVE, el tren español de alta velocidad, el mejor del mundo, prohíbe a sus pasajeros utilizar este aparato y si recibe una llamada tiene que escucharla entre dos vagones o en el baño. En los ómnibus de larga distancia de EEUU ocurre lo mismo, donde, además, está prohibido escuchar música hasta con auricular.
Entre los avances que favorece el uso de celular, están concertar encuentros con otra persona, hablar de intimidades sin testigos, realizar llamadas de emergencia y el gran éxito de enviar mensajes de texto. Para los jóvenes de hoy, cualquier referencia a lo anterior les parece prehistórico. Olvidan, por supuesto, que el celular mucho más que internet, crea una dependencia que llega a ser obsesiva. Incluso revela mala educación porque interrumpen cualquier diálogo personal para abrir un mensaje de texto o recibir una llamada.
Argentina y el mundo
Todos sabemos que la masividad de los celulares no conoce fronteras. En la Argentina hay 13 millones más de teléfonos que la cantidad de habitantes, registrando uno de los porcentajes mayores del mundo, con 50 millones de aparatos.
En el mundo, habitado por 7 mil millones de personas, los celulares suman más de 6 mil millones. Lo triste de esta última cifra es que 4 mil millones de ese total no poseen, según un informe del Banco Mundial, un baño medianamente digno en su casa.
Un dato revelador que va más allá de las críticas, muchas veces permanente, los usuarios de Argentina cambian poquísimo de empresas. El año pasado menos del 1% lo hizo, es decir 336 mil abonados.
Facebook, la red social más difundida en el planeta, ya tiene planeado lanzar su propia red de teléfonos celulares. Es fácil deducir que la gran propagación alcanzada en la última década, seduce a esta gran empresa para insertarse pronto en la cadena de las llamadas por aire.
Pese a las quejas, que son las mayores de Argentina con respecto a otros rubros, el abonado a un celular prácticamente no lo deja nunca. Aquí, en Mozambique o en Bangaldesh. Son 40 años de un fenómeno universal, que siempre parece tener un techo. Pero ese techo sube y sube y por ahora, al parecer, no tiene una altura determinada.
.