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Aborígenes y literatura

Sabado, 20 de abril de 2013 22:22
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La historia a veces parece un niño travieso y se recrea jugando a las escondidas o a la búsqueda del tesoro, dándonos pistas para encontrar sus travesuras o permitiéndonos que imaginemos hallazgos impensados. En estos días se conmemoran dos acontecimientos aparentemente inconexos: el 17 de abril fue el Día del Aborigen y el próximo martes 23 el Día del Libro. Arbitrariamente trataremos de vincular estos hechos con lo que generalmente subyace en nuestras notas: la cuestión social.

En noviembre de 1995 la Conferencia General de la Unesco aprobó el día 23 de abril como “Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor”. Una de las diabluras de la historia había hecho coincidir exactamente el fallecimiento, ocurrido en esa fecha de 1616, de los dos más grandes exponentes de la lengua inglesa y española, William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra. En realidad la “increíble” coincidencia es un poco forzada, ya que en Inglaterra se utilizaba el calendario juliano y en el continente europeo el gregoriano (por otra parte, hay quien sostiene que Shakespeare era francés, que hubo un error de transcripción del nombre galo “Jaques Pierre”, que tiene idéntica pronunciación...). Pero, en esa conmoción astrológica ha quedado relegada una de las personalidades más extraordinarias que produjo nuestro continente: el Inca Garcilaso de la Vega, también falleció en ese fatídico día. Su vida y obra fueron el reflejo de una época colonial en la que convivían dos culturas totalmente diferentes, donde no podía sentirse completamente identificado con ninguna de ellas, por ser mestizo. Sin embargo Garcilaso nunca renegó de su condición y expresaba: “A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio” (“Comentarios Reales”).

Cuando en 1986 se reformó la Constitución Salteña, al tratarse el artículo 15 sobre derechos del aborigen, el miembro informante, con un texto del recordado periodista y amigo Rolo de Luca, expresaba: “Las violaciones a los derechos del hombre alcanzan muchas veces niveles de espectacularidad que estremecen el cuerpo social de una nación, pero otras veces tienen la solidez de una costumbre secular que, por cotidiana, deja pasar inadvertida su carga de injusticia. Es esta la causa de que el racismo implícita y explícitamente se descarga sobre el hombre aborigen e indirectamente lo hacen al descargarse contra sus hijos y hermanos, son los mestizos quienes reciben todos los prejuicios de segregación y quienes padecen en mayor medida la carga de injusticia social. Es al aborigen al que se desprecia como “cabecita negra” y ese rostro de indígena es el que está vedado de los olimpos publicitarios, donde el prototipo impuesto es el europeo. Todavía en muchos hogares argentinos, la palabra indio, negro o “bolita” es usada como un insulto. Un elemental imperativo ético y cristiano reclama la asunción de esta realidad por parte de todos los argentinos.”

El Inca Garcilaso

 

Garcilaso puede ser considerado como el padre de las letras del continente, el primer historiador americano, el primer difusor de la lengua quechua. Fue, además, militar, empresario, clérigo. El título más célebre de Garcilaso el Inca fue los Comentarios Reales, la primera parte de los cuales apareció en 1609, en Lisboa. El relato constituye, pese a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura hispanoamericana.

Una población sin mendigos

Describe Garcilaso, la autosuficiencia de los aborígenes en estos términos: “Porque entre ellos no había oficiales señalados, como entre nosotros, de sastres y zapateros y tejedores, sino que todo cuanto en sus personas y casa habían menester lo aprendían todos y se proveían a sí mismos. Todos sabían tejer y hacer sus ropas, y así el Inca, con proveerles de lana, los daba por vestidos. Todos sabían labrar la tierra y beneficiarla, sin alquilar otros obreros. Todos se hacían sus casas, y las mujeres eran las que más sabían de todo sin criarse en regalo, sino con mucho cuidado, sirviendo a sus maridos. Otros oficios que no son para cosas comunes y ordinarias de la vida humana tenían sus propios y especiales oficios, como eran plateros y pintores y olleros y barqueros y contadores y tañederos, y en los mismos oficios de tejer y labrar o edificar había maestros para obra prima y de quien se servían los señores. Pero el vulgo común, como está dicho, cada uno acudía a lo que había menester en su casa, sin que uno pagase a otro para esto, y hoy día es así, de manera que ninguno ha menester a otro para las cosas de su casa y persona, como es calzar y vestir y hacer una casa y sembrar y coger y hacer los aparejos y herramientas necesarias para ello. Y casi en esto imitan los indios a los institutos de los monjes antiguos, que refieren las vidas de los padres. A la verdad, ellos son gente poco codiciosa ni regalada, y así se contentan con pasar bien moderadamente; que cierto, si su linaje de vida se tomara por elección y no por costumbre y naturaleza, dijéramos que era vida de gran perfección, y no deja de tener harto aparejo para recibir la doctrina del Santo Evangelio, que tan enemiga es de la soberbia y codicia y regalo”. Continúa, nuestro autor, señalando que no existían mendigos: “La costumbre de no pedir nadie limosna todavía se guardaba en mis tiempos, que hasta el año de mil y quinientos y sesenta, que salí del Perú, por todo lo que por él anduve no vi indio ni india que la pidiese; sola una vieja conocí en el Cozco, que se decía Isabel, que la pedía, y más era por andarse chocarreando de casa en casa, como las gitanas, que no por necesidad que hubiese.”

 

Los chiriguanos (chané)

Finalmente, acercándonos al territorio que hoy ocupa la provincia de Salta, en el capítulo XVII Garcilaso se refiere a “La nación Chirihuana y su vida y costumbres”, en estos términos: “Como el principal cuidado de los incas fuese conquistar nuevos reinos y provincias, así por la gloria de ensanchar su Imperio como por acudir a la ambición y codicia de reinar, que tan natural es en los hombres poderosos, determinó el Inca Yupanqui, pasados cuatro años después de haber enviado el ejército por el río abajo, como se ha dicho, hacer otra conquista, y fue la de una grande provincia llamada Chirihuana, que está en los Antis, al levante de los Charcas”. Hoy, el 90% de los ava-

guaraní de Argentina trabaja en los ingenios, las fincas, los aserraderos, las quintas y viven a préstamo o por alquiler en terrenos privados. Unos pocos trabajan para petroleras, distintas empresas viales, hidroeléctricas, etc., o como peones de los municipios. Algunos habitan en tierras fiscales aún no definitivamente asignadas a quienes fueran sus más remotos dueños.

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