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¿Comunicarse es solo hablar correctamente?

Lunes, 29 de abril de 2013 22:45
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Otra vez debo referirme a un artículo publicado por este diario, ya que toca cuestiones relacionadas con la lengua, las que eventualmente pueden ser de interés de mis lectores. Titulado “Saber comunicarse es mucho más que hablar correctamente”, destaca la necesidad de los aspectos no verbales para una comunicación más exitosa, objetivo presente en toda persona que interactúa con otra. Y lleva mucha razón en lo que escribe, tal como se afirmara en alguno de mis artículos cuando abordé el tema del hablar espontáneo de la gente: en él tienen un gran peso todos y cada uno de los aspectos no lingísticos de la comunicación.

Mensaje con ideas y emoción

De este modo reza uno de los subtítulos del escrito publicado por este diario. Sin embargo, al referirse al aspecto no lingístico de la comunicación, utiliza la sigla CNV no especificando claramente las palabras que se colocan en la pregunta que abre el artículo: “¿Qué importancia tiene la comunicación no verbal en un contexto corporativo?”: en efecto, CNV se relaciona con la “comunicación no verbal”, en la que se tienen en cuenta sus aspectos no lingísticos o no verbales.

Citaré, por tanto, algunas partes imperdibles de la reflexión, dirigida especialmente a la comunicación en el mundo laboral, en la cual -en la opinión muy acertada del articulista- el aprendizaje que se realiza durante la interacción en el lugar del trabajo, ayuda a mejorar la propia de la familia. Tal situación no deja de ser muy importante dado que los conflictos en este último ámbito se originan, muchas veces, a causa de interpretaciones erróneas por parte algunos de sus miembros.

“Una de las cosas que más nos enriquece de la CNV -opina el autor-, es que, por más que sepamos mucho sobre la materia, la CNV responde a una estructura muy profunda de la comunicación. Está íntimamente vinculada con las emociones. Por lo tanto, si quisiéramos controlar nuestra CNV, deberíamos controlar nuestras emociones. El control emocional es limitado. De hecho, la palabra "control' es una jerga adoptada. Lo que se produce, en realidad, es una "conexión' o "desconexión' emocional. Cuando afirmamos que una persona controla sus emociones, en rigor de verdad, lo que se produce es una desconexión. Deja de sentir lo que debería estar sintiendo. En el extremo estamos hablando de un psicópata. Este perfil sería el más apto para dominar su CNV. Por supuesto que existen contextos en donde la comunicación entre los actores es mucho más carente de contenido emocional. En estos casos, teniendo conocimiento y práctica de CNV, se puede hacer consciente lo que comúnmente realizamos en forma inconsciente. Pero el experto en detectar gestos tarde o temprano puede encontrar indicios de incongruencia. Cuando se encuentra la incongruencia, es donde el experto se focaliza. Nos preguntamos: en este contexto, en función de lo que esta persona dice, ¿cómo debería estar diciéndolo? Esto se denomina norma. Cuando encontramos que la CNV se aleja de la norma, estamos ante alguna incongruencia. Esta introducción nos ayuda a entender que no solo sirve para detectar engaños. Una persona puede querer mostrarse a gusto con lo que le estoy diciendo cuando en rigor de verdad está totalmente en desacuerdo”, concluye en su reflexión.

Hablar correctamente

En diversas oportunidades planteé los dos criterios que tiene el ser humano para controlar la producción del lenguaje: el más conocido es el de la "corrección', en manos de los académicos, que se dedican, en primera instancia, a detectar los usos generalizados de la gente. Después, al lograr detectarlos -y luego de un estudio concienzudo y consensuado-, los registran en sus diccionarios y gramáticas para que, en el nivel culto de la expresión escrita y oral, se respeten esos usos. Muchas veces ese registro demanda un largo tiempo antes de que integre las normas de corrección.

El otro criterio es el de la "adecuación', manejado exclusivamente por la masa de hablantes. Ellos, de acuerdo con las normas de la llamada “gramática del hablar” (no escrita, que cada uno posee en su cerebro), “determinan” implícitamente cuáles son los usos que la comunidad ha consensuado. Digo "implícitamente' porque nadie escribe ni avisa en forma oral cuáles son esos usos: todos nos damos cuenta, sin posibilidad de equivocarnos, sobre cuáles son los mayoritarios y los utilizamos en nuestra comunicación cotidiana.

La comunicación no verbal

A pesar de que el artículo citado pueda parecer, en algunos tramos, no totalmente comprensible, todos los hablantes somos conscientes de nuestras mejores maneras de expresarnos en cada una de las circunstancias comunicativas orales que utilizamos a diario. Y estas no implican únicamente las palabras; en realidad, comprometen más a los aspectos no lingísticos o no verbales de la comunicación. A tal punto que, en ocasiones, solamente nos expresamos mediante una gesticulación, como lo ejemplifica el conocido gesto que, con el pulgar y el índice, hacemos cuando en una confitería pedimos al mozo un café.

En otras situaciones, acompañamos el acto comunicativo lingístico oral con movimientos de manos y brazos, gestos de la cara, entonaciones determinadas y posturas corporales adecuadas, para otorgar mayor fuerza, con este entorno expresivo, a las palabras que pronunciamos en nuestra conversación.

Pero un aspecto que destaca el artículo citado se refiere a lo emocional del entorno interactivo que se da entre dos o más personas, como lo apreciamos en la cita textual. Las emociones juegan un papel importante en esa interacción. Somos conscientes de que, al expresarlas, no debemos exagerarlas, tanto en lo positivo como en lo negativo, dado que podría crear sospechas en nuestro interlocutor sobre un doble sentido en el mensaje. Las reglas de cortesía nos indican, en cada momento, cuáles son las palabras, gestos y entonación más convenientes para dirigirse a una persona (sea esta un allegado de mucha confianza o, con mayor razón, alguien que merece nuestra consideración), de modo que esta se sienta respetada y valorada. De allí la importancia de manejar adecuadamente nuestras emociones en el momento de la comunicación.

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