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?En Argentina la planificación urbana es una cuestión retórica?

Sabado, 06 de abril de 2013 20:33
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 “La Plata tiene las mismas cloacas que a principios del siglo XX, cuando tiene veinte veces más población”.
“Esto que nos parece una cosa espantosa, más en un año electoral, en meses quedará olvidado por otras noticias”.

 

Carlos Reboratti es uno de los expertos más renombrados en el área de la Geografía. Ha sido investigador en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales de Buenos Aires y en el Instituto de Geografía de la Universidad de esa ciudad. También fue fundador y director del Centro de Estudios de la Población, e investigador científico del Conicet. Ha sido director del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y catedrático de Geografía Rural.

El destacado especialista dialogó en exclusiva con El Tribuno sobre la catástrofe que conmueve al país. Considera que “la planificación urbana en Argentina no existe, es una cuestión retórica” y afirma que los argentinos somos rehenes del mercado inmobiliario y de la falta de políticas a largo plazo.

¿Cuál es su opinión respecto de las trágicas inundaciones ocurridas en La Plata y Capital Federal?

Primero, hay una opinión técnica: que fue una lluvia absolutamente extraordinaria. Es decir, nunca se había registrado una lluvia así en los últimos cien años. Ese es un factor natural. La naturaleza, ante este factor, distribuye la cantidad de agua sobre el territorio cuando el sistema de drenaje no la puede eliminar rápidamente. Es lo que pasa en lo que se llama la Pampa deprimida, donde hay una muy baja pendiente, por lo tanto el agua tarda muchísimo en llegar hasta el Río de la Plata o hasta el mar. Esos son los factores naturales.

Ahora, cuando ahí se implanta la población, se produce lo que la gente llama “catástrofes naturales” que no son naturales, son catástrofes sociales. O sea, la población se instala en lugares que tienen dificultades desde el punto de vista de la sociedad. La naturaleza no tiene la culpa.

A eso le tenemos que sumar que hay una intervención muy fuerte de la sociedad humana en todo el mundo, que lleva al cambio climático que acelera algunos procesos que son normales en el planeta.

Es decir, que el hombre modifica a la naturaleza?

Cuando la población se instala en un lugar, modifica varios elementos naturales que van haciendo cada vez más difícil esta actividad normal de desagotar las zonas que se inundan. En realidad, en la naturaleza no hay inundaciones, sino ciclos de mayor o menor cantidad de agua en la superficie. Nosotros lo llamamos inundación porque nos inunda a nosotros, es una palabra típica de la sociedad.

Este efecto contra los servicios de la naturaleza se acelera cuando se acelera la instalación humana, sin tener en cuenta demasiado dónde uno puede instalarse y dónde no.

La Plata es uno de los grandes ejemplos que tenemos en Argentina de planificación urbana. Siempre me llamó la atención que hubieran instalado la capital ahí y no en otro lugar con mejores condiciones geográficas, como Junín, Pergamino o Tandil. A pesar de eso, La Plata se fundó y en su momento, se hizo un buen sistema de drenaje, pensado para esa ciudad encerrada por una circunvalación y cruzada por diagonales. Eso estuvo muy bien hasta 1910, cuando La Plata empezó a crecer mucho y desbordó totalmente el borde que se había establecido en la planificación de la ciudad. Esa cuadrícula tan hermosa dibujada para La Plata se pierde totalmente cuando se empieza a expandir, y esa expansión se hace sobre las zonas más bajas, impulsada por la cercanía con Buenos Aires. Es una zona muy baja, con imposibilidad de drenar.

La ciudad tiene una serie de cosas que desaceleran los procesos de los servicios naturales. Por ejemplo, se cubre todo el territorio con pavimento y eso hace que el agua no se infiltre sino que se escurra más rápidamente. No hay una buena planificación de espacios verdes, las calles se hacen a veces en la dirección del escurrimiento, con lo cual se aceleran las inundaciones. Y la gente se instala en lo que se llama el lecho de inundación, la zona que naturalmente se inunda cuando llueve.

¿Hace falta planificar de otra manera?

Creo que La Plata fue el último buen ejemplo de planificación. A partir de 1930, la planificación urbana en Argentina es una cuestión retórica. O sea, no existe. Todos los pueblos de la provincia de Buenos Aires tienen lo que antes se llamaban planes reguladores, donde había una zonificación para evitar las catástrofes naturales y mejorar la calidad de vida. Prácticamente ninguno de esos planes se puso en marcha. En la Argentina no hay planificación, la planificación es una mentira, nunca se lleva a cabo.

La Plata era una situación muy rara en Argentina: pensar una ciudad desde cero. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, los planes de regulación se hacen sobre el espacio ya existente. Es evidente que el crecimiento inmobiliario de la población, debería ir acompañado por un proceso de planificación. Sin embargo, La Plata tiene las mismas cloacas que a principios del siglo XX, cuando tiene veinte veces más población que necesita agua, luz, gas. Y esa planificación es caótica.

Hay un ejemplo importante: la planificación del desagote de la Ciudad de Buenos Aires siempre estuvo centrada en el problema que era la avenida Juan B. Justo y el arroyo Maldonado que está por debajo. Recién ahora, se logró solucionar.

Respecto de las políticas en el área, ¿qué cuestiones se deben replantear para evitar situaciones de esta naturaleza?

Primero hay un problema: ¿cómo se planifica sobre un espacio ya construido? Porque eso significa que necesariamente va a haber gente que va a tener que abandonar sus ambiciones económicas de hacer edificios de muchos pisos, o sea densificar la ciudad cuando no se cuenta con la capacidad para soportarlo. Los barrios del Norte de la ciudad de Buenos Aires son los que más se inundaron. El factor de densidad se ha multiplicado notoriamente cuando nadie ha planificado cómo va a llegar el agua, cómo se va a desagotar, qué va a pasar con el sistema de drenaje.

La modificación es costosa políticamente, porque hay gente que se beneficia y gente que no. Si cambiás la regulación sobre cuántos pisos por edificio se pueden construir por manzana en la ciudad de Buenos Aires, el sector inmobiliario se va a ver afectado. Mientras que la población que vive en un lugar se va a sentir relativamente bien, pero nunca lo va a atribuir a un sistema correcto de planificación.

Con la planificación de infraestructura es mucho más complicado, porque rehacer el sistema de desages pluviales exigiría que durante mucho tiempo muchas calles de la ciudad de Buenos Aires estuviesen cortadas y una inversión de un monto tan grande que sería muy difícil convencer a los gobiernos, sobre todo porque los beneficios los van a ver a muy largo plazo.

Puede pasar en Buenos Aires, en Salta o en cualquier parte de Argentina: si empiezan a hacer obras de infraestructura en serio, ninguno de los gobernantes actuales va a cortar la cinta. Y eso es un problema de escalas temporales. La naturaleza y los problemas que trae sobre la sociedad son de largo plazo, mientras que los problemas políticos son de corto plazo. Entonces eso hace que los políticos no encaren nunca un sistema serio de planificación.

Según sus palabras, los argentinos seríamos rehenes del mercado inmobiliario y de la falta de políticas de planificación?

Absolutamente, la palabra “rehenes” es buena. Porque hay una cosa interesante: en cualquier otro país del mundo, cuando hay una catástrofe, inmediatamente sale una cuantificación de cuánto se pierde. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, los únicos que salieron a hacer un cálculo de lo perdido son los comerciantes y lo estimaron en $500 millones. Ahora, ¿cuánto cuesta cada muerto, cada persona que se ahogó?, ¿cuánto cuesta cada persona que tuvo que tirar todos los colchones de su casa porque se inundaron?, ¿cuánto cuesta la catástrofe de La Plata? Nadie calcula eso porque entonces dirían “esto justifica hacer una inversión tan grande como la que se necesita”, pero no se hace porque no hay un sistema de costos y beneficios. A lo sumo se ponen los costos de la industria, pero jamás se ponen los costos sociales.

El Banco Ciudad y el Provincia han lanzado una línea de créditos blandos para los damnificados...

Eso es típico de la antiplanificación. Si esto se planificara, no habría necesidad de hacerlo. Esa es la respuesta política a la falta de planificación. El Gobierno debería resarcir a los damnificados, pero apuesta a la baja memoria que tenemos. Esto que nos parece una cosa espantosa, más en un año electoral, dentro de un par de meses quedará olvidado por otras noticias. El Gobierno debería enfrentar estas cosas, pero no está dispuesto a invertir. Si no llegaríamos a la conclusión de que tendríamos que parar inmediatamente el crecimiento urbano, que sería muy difícil de hacer. De cualquier manera, me atrevería a decir que una lluvia como la de este fin de semana no la aguanta ningún sistema urbano.

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