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No es una jueza cualquiera. Y tampoco es una mujer fácil de llevar. Se puede decir, en todo caso, que María Romilda Servini de Cubría es una mujer que defiende a ultranza sus convicciones, aunque ello signifique quedar salpicada por la polémica, el escándalo o, como ocurrió esta semana, por el odio kirchnerista.
El martes pasado la polémica magistrada despertó la bronca de todo el arco oficialista cuando declaró la inconstitucionalidad de la nueva composición del Consejo de la Magistratura, una de las leyes impulsadas por el Gobierno para “democratizar” la Justicia. Servini de Cubría rechazó que ese órgano pase de tener 13 a 19 consejeros, cifra que consideró “desequilibrada”, así como el llamado a elección popular de 12 de esos consejeros, que frenó en su fallo.
No conforme con ello, desafió la ley y el viernes no permitió la inscripción de las listas de candidatos a consejeros para las Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de agosto próximo. El solo hecho de que la Corte le haya admitido al Gobierno nacional el recurso del per saltum debería haber tenido un “efecto suspensivo” sobre la decisión original de la jueza. Pero ella desconoció ese principio, consideró que sigue vigente la medida que suspendió el proceso electoral de los consejeros y dejó sin registrar a las cuatro alianzas que se habían presentado para esa elección.
Pese a que no es su estilo, el oficialismo dejó pasar la decisión de Servini de Cubría sin someterla a la habitual catarata de agravios y descalificaciones de sus principales referentes. Prefirió, en cambio, esperar una rápida resolución de la Corte Suprema sobre la cuestión la fondo.
Su nombre en los medios
Pero volvamos a Servini de Cubría. Aunque el kirchnerismo no la sometió al escarnio público, la figura pública de la polémica jueza con competencia electoral vivió su peor momento en 1992. En aquel tiempo el presidente de la Nación era Carlos Menem y la jueza tenía a su cargo uno de los primeros casos de corrupción que salpicaron al riojano: el Yomagate. En esa causa, la entonces cuñada del mandatario, Amira Yoma, era investigada por la Justicia española por presunto lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Pese a los pedidos del juez Baltazar Garzón, que por entonces tenía a su cargo la pesquisa en España, Servini de Cubría se negó a detener y extraditar a Yoma. A nivel local, la causa fue “cajoneada” hasta su prescripción.
El Yomagate tenía todos los elementos para convertirse en un escándalo de proporciones: familiares del poder, dinero mal habido y una jueza morosa para investigar. El cómico Tato Bores, uno de los mejores profesionales del humor político que tuvo el país, eligió a la magistrada como tema de un sketch que iba a salir al aire un domingo. Pero dos días antes la jueza presentó un recurso de amparo pidiendo la prohibición del programa porque “había recibido rumores” de que iba a ser mencionaba en él.
Su presentación desató un escándalo. ¿El artículo 14 de la Constitución Nacional garantiza a los ciudadanos la posibilidad de “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”, pero una jueza de la Nación -que debería hacer cumplir la ley- pide violar la Constitución?, se preguntaban los analistas de aquel momento. Para sorpresa de todos, la Cámara Federal accedió a que el nombre de la jueza no sea mencionado en el programa. Ese domingo, sin embargo, un coro de algunos de los principales periodistas, actores, músicos, referentes políticos y hasta deportistas le cantaron una pegadiza canción que decía “la jueza Buruburubudía es lo más grande que hay”.
Servini de Cubría, que buscaba no ser mencionada, logró el efecto contrario. Estuvo en boca de todos, y de la peor manera posible. El sketch, finalmente, salió al aire una semana más tarde, con un resonante piiiiiii cada vez que se la mencionaba.
La pelea continúa
Tras aquel antecedente de 1992, Servini de Cubría bajó su perfil, pero al ser la magistrada con competencia electoral de la Capital Federal, cada año electoral inevitablemente la trae de vuelta al ruedo. Las idas y vueltas de la política la llevaron, como ahora, a enfrentarse con el oficialismo y también con la oposición por sus sentencias, y debido a ello ha sido frecuentemente blanco de críticas y cuestionamientos.
Como resultado de ello, en 2008 la jueza interpuso un recurso para que se bloqueara el acceso a cualquier información e imágenes suya en los buscadores Google y Yahoo que no tuviera su consentimiento. Según argumento, muchas de las informaciones o fotos que aparecían cuando se ingresaba su nombre en esos buscadores “dañaban su imagen”.
Aunque obtuvo un fallo favorable en primera instancia, la Cámara Civil y Comercial decidió desestimar su pedido. Según el fallo, la jueza es una funcionaria pública y eliminar su nombre de los buscadores hubiera impedido la “publicidad de los actos de Gobierno” a la que obliga la Constitución Nacional, además de atentar contra la libertad de expresión.
Tras ese fallido intento, Servini de Cubría parece haber desistido de sus ansias de no ser mencionada en los medios de comunicación, aunque, con mujeres tan decididas, nunca se sabe...
Un dilatada trayectoria
La carrera judicial de Servini de Cubría no solo estuvo marcada por el escándalo. También tuvo algunos puntos altos para rescatar.
Antes de ser abogada, la polémica jueza nacida en la localidad bonaerense de San Nicolás, se recibió de escribana, y ejerció esa profesión durante al menos dos años antes de trasladarse por igual período a Brasil, donde su marido, Juan Tomás Cubría, fue agregado militar en la Embajada argentina.
Recién a su regreso del vecino país, y ya con dos hijos, completó sus estudios de abogada y comenzó a trabajar en el Poder Judicial. Allí hizo carrera desde los cargos más bajos. En la dictadura y como defensora oficial, le tocó representar los intereses de la expresidenta María Estela Martínez de Perón. En aquel período su esposo, que había alcanzado el grado de brigadier, fue dado de baja de la Fuerza Aérea.
En el tramo final de la dictadura y durante los primeros años de la democracia Servini de Cubría fue promovida a jueza de Menores. Allí le tocó actuar en los primeros casos de apropiación de niños durante el Proceso de Reorganización Nacional. Y a través de sus fallos, fue una de las pioneras en la devolución de los chicos a los familiares de desaparecidos.
Luego tuvo que esperar hasta 1990 para una nueva promoción. Fue de la mano de Menem que llegó a ser jueza nacional en lo Criminal y Correccional N§ 1 con competencia electoral. Sus detractores la acusan de tener aceitados contactos con empresarios peronistas y con la Embajada de Estados Unidos, pero si esos contactos existieran, no impidieron que sus fallos muchas veces incomodaran tanto a unos como a otros.
En la recta final de su carrera judicial (tiene 75 años), sigue causando polémica. Ahora habrá que ver si la Corte le da la razón con la inconstitucionalidad de la elección popular de los miembros del Consejo de la Magistratura y como impacta esa decisión en su imagen pública. Frente a un revés, quizás vuelva a la carga con los pedidos de restricciones para “proteger” su imagen pública. Si la Corte le da la razón, por el contrario, se confirmará su buen olfato político, que le ha permitido sobrevivir varias crisis y presidentes, y seguir siendo una mujer para respetar.
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