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Una grave advertencia de la ONU que Salta no va a poder ignorar

Domingo, 30 de junio de 2013 12:06
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El crecimiento del narcotráfico en Aguas Blancas y en Salvador Mazza es dramático, no se detiene y, sobre todo, no se vislumbra ninguna estrategia eficiente del Estado para afrontarlo.

La Argentina, según las Naciones Unidas, es el tercer exportador de droga en el mundo, detrás de Colombia y Brasil. En un informe publicado la semana pasada, el organismo formuló un llamado de atención destinado a tratar de desalentar el consumo y a desarrollar las mejores estrategias frente al crimen organizado. Se estima que en 2010 pasaron por nuestro país 70 toneladas de esa droga, que se vende a 50 mil dólares el kilo en Europa y a 250 mil dólares en Oceanía.

El tráfico de drogas, en general, equivale al 3 por ciento del PBI mundial. Los 3.500 millones de dólares de cocaína que desde nuestro país salieron hacia Europa en ese año de referencia tienen un peso significativo en la economía nacional, suficiente como para poner en duda la voluntad del Estado para frenarla.

De hecho, el juez federal de Orán, Raúl Reynoso, no dudó en comparar la situación de la frontera norte con la de Ciudad Juárez, emblema de la narcocriminalidad de México. A su vez, su par salteño Julio Bavio reconoció que haría falta duplicar la presencia de gendarmes en nuestra provincia.

A pesar de la sucesión de crímenes mafiosos ocurridos en el último año, no hay indicios de que el Estado, a través de los gobiernos nacional y provincial, haya hecho un diagnóstico correcto del cuadro de situación.

Todo indica que, frente a la droga, solo se escuchan discursos engolados, pero la tarea de frenar el narcotráfico y, lo que es peor, la adicción, queda en manos de funcionarios sin experiencia.

El epicentro de la producción de cocaína se traslada, lentamente, al Centro oeste de Sudamérica, es decir, Bolivia y Perú. La presencia de sicarios y mulas provenientes de Colombia y México, reconocida por autoridades judiciales y policiales, exige acciones enérgicas, pero en los hechos nadie las lleva a cabo.

Por el contrario, la fuerza especializada en el control del narcotráfico, el contrabando y la trata de personas, la Gendarmería, está siendo retirada de la frontera para que desarrolle tareas propias de la policía en el conurbano bonaerense.

Además, no hay radares que funcionen en esta zona caliente donde la droga ingresa, en gran parte, en vuelos clandestinos. Radarizar la frontera supone la actualización tecnológica y legal necesaria para controlar los narcoaviones, pero todo queda en el relato.

Ni siquiera se habilitó el juzgado federal de Tartagal, creado por ley hace más de dos años.

La detención de varios supuestos narcopolicías salteños, anunciada como un importante logro de las autoridades provinciales, muestra la enorme vulnerabilidad de las fuerzas de seguridad frente a los carteles.

La droga es un veneno para la sociedad, destruye a los consumidores y es la causa de gran número de homicidios y de robos violentos.

El narcotráfico es el gran desafío y, probablemente, la causa de una de las grandes guerras de este siglo. La ONU aconseja aplicar medidas enérgicas para desalentar el consumo, pero también eficiencia para enfrentar la comercialización.

La inactividad de los gobiernos frente a este fenómeno podría deberse a incapacidad o complicidad, o a ambas cosas.

Las fronteras del norte salteño son las grandes olvidadas del poder central. Los niveles de pobreza, desempleo y exclusión van de la mano con el aumento de la circulación de la droga, no solo por el paco, que es la droga de los más pobres, sino porque el tráfico ilegal ofrece una fuente de ingresos a los desocupados o para quienes viven de los subsidios.

La indolencia puesta de manifiesto frente al flagelo de la sequía, por parte de las autoridades salteñas, indica que la frontera no está en su agenda. De ese modo, es evidente que tampoco lo está la lucha contra el narcotráfico y así se comprende la complacencia con que se ha aceptado la demora en la habilitación del juzgado federal, el retiro de los gendarmes y el incumplimiento de los compromisos para radarizar la frontera.

La droga no se combate con discursos sino con estrategia, firmeza y capacidad de gestión.

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