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Siria: impactante video de una nena luego del ataque químico

Jueves, 22 de agosto de 2013 11:58
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Después de que se conociera que al menos 1400 personas murieron en un ataque con armas químicas en Siria, ahora trascendió un terrible video en el que se ve a una nena gritando “estoy viva” tras ser rescatada. El video fue presentado por la oposición al gobierno de Bashar Al Assad y corresponde a un hospital de Ghouta, en las afueras de Damasco. Este material se suma a la polémica por el supuesto uso de armas químicas en Siria.

“Había una niña en el hospital de campaña que estaba en shock. Miraba al aire y gritaba ¡Mami! ¡Papi!”. El doctor le dijo: Por favor, calmate cariño, estás acá, soy el doctor. Y ella empezó a gritar... : ¿Estoy en el cielo? ¿Estoy en el cielo?”. Le dijeron que no, que estaba viva. Ella no se podía dar cuenta si estaba viva o no... Desafortunadamente toda su familia había muerto. Entonces era la única persona viva de su familia y estaba en shock ... No podía entender lo que pasaba alrededor suyo”.

El miércoles Susan Ahmad, una activista siria contra el régimen de Bashar al-Assad de 30 años, vivió una de sus peores pesadillas. Su hermano Muhammed, cinco años menor, vive en uno de los barrios que fueron azotados por el gas tóxico que, según los opositores, el gobierno esparció y dejó un saldo de 1400 muertos.

Al enterarse de las noticias, por la madrugada, Susan temió por la vida de su hermano con más angustia de lo que acostumbra. Cuando llegó una llamada por Skype en su computadora y logró escuchar la voz de Muhammed, sintió un poco de paz, aunque la conversación estuvo marcada por la desazón, como con aquella historia que le contó su hermano menor sobre la desesperación de esa niña, de unos siete años, en el hospital.

A Susan, vocera del Consejo del Comando de la Revolución en los suburbios de Damasco, la separan pocos kilómetros de la casa donde vive su hermano, ambos al este de la capital de Siria. Sin embargo, hace más de dos meses que no se ven. Es que Muhammad vive en la zona de los barrios rebeldes, que fue atacada el miércoles, y que está cercada por el gobierno para impedir el ingreso de alimentos y medicamentos.

“Vivo en una zona cercana a lo que ocurrió, a tal grado de que fui levemente afectada por el gas porque al gas químico lo lleva el aire. Pude oler el olor de los cuerpos muertos ... Estaba en todos lados. Fue horrible”, contó Susan en diálogo con La Nación por Skype, la forma de comunicación que elige desde que su teléfono dejó de funcionar. “Escuché los cohetes que tiraban el gas y vi cómo atacaban el área donde vive mi hermano”, comentó esta mujer, después de una jornada de luto, desde un barrio que no quiso identificar.

Susan contó que, gracias a la distancia prudencial que la separaba de la zona atacada, sus síntomas -mareos y dolor en los ojos- apenas duraron unas tres horas, en las que no consideró ir a uno de los pocos hospitales improvisados que hay en su barrio. “Hay mucha gente afectada entonces si te sentís bien o no te sentís tan mal, es mejor que no vayas. Dale una chance a los que están en las situaciones peores”, dijo, sobre la ley implícita que rige en esa comunidad.

Su hermano, más expuesto a los gases, se sentía peor que ella, aunque mejor que muchos de quienes lo rodeaban. Por eso, junto a la mayoría de los sobrevivientes del ataque, hicieron frente a los síntomas que los aquejaban y salieron a ayudar a los más afectados e incluso a reunir a los cuerpos que estaban tirados en la calle y llevarlos a un edificio común, que hizo las veces de morgue de ese barrio, uno de los tres afectados.

Allí “había como 300 cadáveres de niños y 100 de mujeres”, según le contó Muhammed a su hermana. “Los sobrevivientes pusieron todos los cuerpos juntos para poder contarlos e identificarlos”, señaló la mujer, que tomó el rol de comunicadora en inglés dentro de la organización en la que milita. Una vez que los cuerpos son reconocidos, ya sea por un familiar o por algún documento que llevara consigo, los colaboradores colocan un sticker en su frente con el nombre, la edad y un número para contabilizarlo.

“En general tenemos sepulturas masivas pero el miércoles, en algunas aéreas, después del ataque químico seguía el recuento, entonces no pudieron ni siquiera enterrar los cuerpos muertos. Por eso el olor que fue más allá de la zona”, agregó Susan, con ese recuerdo vivo.

La situación en los hospitales improvisados también era dramática. A los espacios reducidos y el exceso de pacientes se sumaba la falta de medicamentos. “Lo único que los doctores pueden hacer por los afectados es darles analgésicos y algo de oxígeno. No hay atropina ni cortisona. No hay casi nada. Le dicen a la gente que se pongan toallas mojadas en la boca y en la nariz para que no inhalen más gas porque no hay mascaras”, se quejó Susan.

Ante la escasez, los rebeldes se organizan para pasar comida y medicamentos a las zonas cercadas, como Susan y su hermano, de uno y otro lado del cerco. “Yo escribo reportes y los traduzco. También hago trabajo de campo y, tengo que usar la palabra, contrabandeo cosas a las zonas desplazadas”, dijo, en voz baja, cuando hablaba de su trabajo.

 

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