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Los barros termales curativos
Hace algunos años escribimos en estas columnas un artículo sobre la geofagia, esto es la práctica de comer tierras que tienen algunos animales y el hombre.Los pueblos andinos complementaron su dieta con ciertas arcillas plásticas, ricas en minerales, a las cuales llamaban chacco o pasalla. Esta costumbre se mantiene incluso hoy en ciertas regiones de Perú, Bolivia y el norte argentino. El antropólogo Néstor H. Palma la señala en la Puna Argentina.
También hemos escrito sobre las aguas termales de nuestra región, algunas de clase mundial, como son las termas de Rosario de la Frontera. Y sin ir muy lejos, las fuentes termales radiactivas del Sauce, en El Bordo, donde los jubilados salteños tienen un interesante centro de recreación y relax.
Un tema de sumo interés y que no habíamos abordado es el de los barros o arcillas asociados a las fuentes termales y que han sido aprovechados desde la más remota antigedad.
Tal vez el uso más antiguo se remonte a la Mesopotamia, unos 3.000 años antes de Cristo. Los egipcios también supieron aprovechar los barros benéficos y entre ellos se cuenta a Cleopatra, una mujer brillante, amante de los buenos libros (papiros, pergaminos), que la historia le reservó una fama distinta. Son también muy reputados los barros del Mar Muerto. Asimismo los griegos y romanos supieron aprovechar los beneficios de las fuentes termales. Al igual que los árabes en España. Los españoles en cambio hicieron causa común con la Iglesia y no toleraron las desnudeces propias de termas y caldas. El olor fétido del azufre y el embadurnarse con barro tampoco fueron bien vistos ya que tenían un halo más propio de las cuestiones demoníacas. Tampoco eran muy afectos al agua. En general la higiene en la edad media era bastante escasa. Cuando los españoles pasaron a América, se dieron con que a los incas les interesaban bastante las aguas termales para su disfrute y descanso, sin importarles el olor a azufre ni tenerlo como algo del inframundo.
Los pueblos de la antigedad acumularon experiencia y conocimiento sobre el uso, los beneficios o perjuicios de los minerales, de las plantas y sustancias animales, a partir de una base empírica.
El hombre y los minerales son sistemas químicos que comparten una composición común y que comprende elementos químicos mayores, menores y oligoelementos. Entre estos se tienen oxígeno, hidrógeno, carbono, azufre, fósforo, calcio, magnesio, sodio, potasio, hierro, silicio, zinc, selenio, cobre, manganeso y flúor, todos esenciales para la vida en su justa medida.
El hombre interactúa con el medio y ese medio está compuesto por suelos, rocas, agua, aire y biota, donde los minerales y elementos químicos son omnipresentes.
La salud o la enfermedad van a depender de la calidad del medio en su balance entre los elementos positivos y negativos.
En base a estas cuestiones surgió una nueva rama de la ciencia que es la Geología Médica. Esta rama de la geología es un campo científico multidisciplinario compartido por especialistas de distintas áreas y dominios científicos, como las ciencias de la tierra, ciencias del medio ambiente, la medicina, la salud pública, la biología, la bioquímica, química, farmacia, nutrición y otros.
Así como hay ambientes naturales saludables hay otros que no lo son. Las concentraciones anómalas de arsénico, mercurio o flúor, constituyen un serio problema que va desde envenenamientos, cánceres de piel, hasta fluorosis de los dientes.
La utilización de las arcillas naturales en un campo termal o atermal es lo que se conoce como geoterapia. Estas tienen efectos benéficos de acuerdo a sus distintas calidades y cualidades. Pueden aplicarse sobre la piel siempre y cuando tengan una acidez equivalente ya que de lo contrario generarían irritaciones. Las arcillas son filosilicatos o sea silicatos cuya estructura atómica es en capas u hojas, con menos de dos micrones. Entre sus propiedades se encuentran las de "sorción", esto es que pueden absorber de la piel sustancias grasosas y limpiarla. También tienen la propiedad de ser intercambiadoras iónicas, esto es de entregar algunos elementos químicos a la piel y sacarle otros. Sería largo enumerar todas las propiedades útiles para la piel cuando se aplican las arcillas y luego se dejan secar para que actúen. Al lavarse, la piel queda mucho más limpia y suave.
Recordemos que muchas de las arcillas se utilizan ampliamente en la industria cosmética para preparar distintas clases de cremas para aplicaciones tópicas tanto en dermofarmacia y dermocosmética. En todos los casos y en los centros termales con spa, la aplicación de las arcillas naturales debe contar con el asesoramiento médico o profesional.
Igual hay que señalar que la geoterapia, a pesar de sus comprobadas acciones en gran cantidad de enfermedades, fue relegada como muchas otras terapéuticas accesibles y naturales.
Personalmente he probado las delicias de los fangos geoterapéuticos en dos oportunidades. Una de ellas en pleno desierto de Atacama, en el oasis de Pica, que tiene como principal atractivo un manantial de aguas termales conocido como la "Cocha de El Resbaladero". Se trata de una excavación en la roca volcánica, con forma de piscina, de no más de un metro de profundidad, donde brotan aguas termales a 28´C. La temperatura del agua es sumamente agradable para el baño. Si se raspa la roca se obtiene un barro considerado muy benéfico para el cutis. El manantial ya era conocido por los indígenas y luego por los conquistadores, a tal punto que se encuentra registrado en las crónicas de Diego de Almagro y Pedro de Valdivia.
También en Colombia, cerca de Cartagena de Indias, donde hay unos volcanes de barro frío, que surgen por una falla que pone en contacto un campo petrolífero profundo con la superficie. Los barros son negros y ricos en materia orgánica. Secarse al sol embadurnado en esos barros y luego bañarse en una laguna vecina de aguas dulces es una experiencia sensual.
El problema de los barros, fangos o lodos naturales es su sustentabilidad. El exceso de explotación llevó en muchos casos a su agotamiento.
Para ello se buscó su reemplazo por barros preparados especialmente para lograr su máxima capacidad terapéutica. Esos barros se llaman peloides y la técnica de su aplicación es la peloterapia. Los peloides son barros especiales que se preparan con arcillas vírgenes y aguas termominerales y luego se dejan madurar, desde algunos meses hasta varios años. La calidad de un peloide va a estar dada por su acidez, humedad, materia orgánica, sulfato y sulfuro, y los metales tóxicos biodisponibles: plomo, mercurio, berilio, cromo, níquel, vanadio, manganeso, zinc y cobre; además de los microorganismos presentes y la no irritabilidad dérmica. Las termas del norte argentino han sido aún pobremente usadas y algunas de ellas cuentan con barros naturales de gran calidad para obtener los beneficios de la geoterapia.