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Las anécdotas que contó el “Caminador de la noche” sobre el Dr. Chalita tuvieron buena repercusión. Pero muchos, entre ellos Pedro Marongiu y una profesora que lee el diario de punta a punta, esperaban leer la anécdota de cuando el Dr. Chalita presentó a Los Cantores del Alba, una humorada que al parecer la hizo en diversas localidades, y a muchas de ellas no pudo volver.
Comentan que una noche cantaron Bárbara y Dick y el El Tribuno del 20-2-1962 publicaba en sus páginas: El Dr. Chalita extravió su peluca en una noche de intensa lluvia. Según la publicación era una reliquia, porque lo acompañaba desde sus primeras funciones y porque se la había regalado un gran artista. En ese entonces el parque se encontraba en Tucumán y Buenos Aires, cancha de Correos y Telecomunicaciones, hoy la ENET Nº 2.
Cuentan que recién unos días después El Tribuno daba cuenta que la concurrencia al parque de Chalita fue de 2.700 personas.
Pero también recuerdan que Chalita publicitó y presentó a “los gallos zapateadores”. Los hábiles gallos, eran unos 5 o 6 plumíferos que hacía subir al escenario cuando la velada ya culminaba. Los colocaban en una batea con brasas y una chapa encima, y allí los plumíferos zapateaban como el recordado Salteño Molina. Ese era el espectáculo.
Bueno, la historia de Los Cantores del Alba fue una promocionada presentación de los conocidos folcloristas y al parecer Chalita no esperaba tamaña repercusión. El parque se puso “hasta el pupo” y a medida que pasaban las horas el público se impacientó y comenzó a reclamar. Lo cierto es que pasada la madrugada, el Dr. Chalita se presentó con unos gallos bajo los brazos y los largó en el escenario. Y allí se armó el quilombo, lo querían fajar a Chalita. Hasta hoy se recuerda la anécdota. Pero, como era el Doctor Chalita, el pueblo lo perdonó y siguió llenando su parque. El amigo Humberto Miranda cuenta que cuando desde el público le gritaban: “Chalitaaaaaa”, el respondía: “Te meto la puntitaaaaa”. Todo un personaje que para muchos era más popular que el gobernador. ¿Churo no?, diría don César Perdiguero.