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Finalmente llegó cuando moría el partido y cuando todo marcaba un bochorno mundial. A pocos minutos de que finalizara el partido entre Argentina e Irán el bombardeo mediático internacional lanzó todo su arsenal contra los dirigidos por Sabella, mostrando las caras de decepción en cada jugada, de impotencia y hasta de desazón por no lograr romper la barrera interpuesta por los iraníes.
Después, todo fue fiesta y las críticas se fueron desvaneciendo con el correr de los minutos.
Pero lo cierto es que ya nos pasó con Bosnia y ayer lo vivimos con Irán. Todas las selecciones mundiales, grandes o chicas, saben que los ojos del mundo están puestos en donde juegue la Selección argentina y, por consiguiente, juegan “a lo Boca”.
Todos buscan inmortalizarse frenando o buscando ganarle a un excelente equipo, pero a la vez cuidan evitar errores que terminen en goleadas.
La genialidad de Messi no fue casual, cuando todas las puertas estaban cerradas, cuando ni siquiera un rebote nos favorecía. Era de esperar.
Si jugamos mal, es cuestión de distintos puntos de vista que solo logran alimentar a los agoreros de turno, que cuando los resultados se vuelven abultados y los triunfos consecutivos levantan como propias las banderas de la victoria.