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¿Cómo comenzar a escribir esta crónica? ¿Cómo encontrar las palabras justas para describir semejante épica? El 8 de julio de 2014 será patentado en la historia como la efemérides futbolística más triste y catastrófica para un pueblo de 200 millones de habitantes. Tragedia que llegó a opacar al Maracanazo que gestó Uruguay en la final de 1950, hasta ayer, el hito más doloroso para un dueño de casa. Brasil fue cacheteado por un Alemania que lo vapuleó casi desde antes de entrar a la cancha. Lo goleó 7 a 1 en la semifinal e hizo trizas las ilusiones de los que soñaban jugar una final contra Argentina. Brasil tuvo su “Mineirazo” y terminó con la frustración de no haber ganado ninguno de los dos mundiales que organizó, con una “yapa” de humillación que jamás se imaginaron experimentar, y que enluta la riquísima historia de Brasil.
Los goles de Müller (11’), Klose (22’), Kroos (24’ y 25’) y Kedhira (29’), todos en el período inicial, fueron dagas que se clavaron en el corazón de un pueblo herido. Y los dos restantes de Schürrle (24’ y 33’), ya en el segundo, decoraron el score.
Brasil, lejísimos de la posibilidad de alcanzar el hexacampeonato en casa, lució triste dentro y fuera de la cancha, con la apatía de un equipo sin líder, entregado, carente de personalidad para dar vuelta la historia.
Alemania, por su parte, fue una máquina perfecta de contragolpear. Schweinsteigger fue el cirujano que extirpó la pelota; Khedira estuvo sabio en la administración; Müller indescifrable; Kroos imparable y efectivo en cada subida y Klose, inteligente para pivotear. Es la “lógica” de una goleada que no tuvo explicación.