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La pobreza y el abandono confinan a mucha gente a pasar la vida internada

Martes, 05 de agosto de 2014 00:30
<div>EN LA CALLE: LOS PACIENTES DEL HOSPITAL RAGONE, UNA POSTAL QUE SE REFLEJA EN ALGUNAS ESQUINAS DE NUESTRA CIUDAD (FOTOS JAVIER CORBALAN) </div><div>
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Sus mentes no son las mismas que las de la mayoría. Esquizofrenia, psicosis son solo algunas de las patologías que los tienen hace varios años inmersos en un mundo que sólo ellos y los especialistas conocen.
Mientras tanto, la vida los encuentra a mitad del camino buscando estar mejor; soñando con otro lugar y tratando de sobrellevar un sufrimiento mental que los excluye de la sociedad.
"Me dicen zurdo porque juego a la pelota como Maradona y Messi (risas). Me gustaría estar en una clínica pero no se puede porque no hay plata", dijo Miguel Angel a El Tribuno, parado en la esquina de calle Pedro Pardo, donde pasa sus días. Vive en un laberinto de recuerdos e imágenes desde los 14 años, cuando le diagnosticaron esquizofrenia.
"Veía cosas diabólicas, muy feas. Tuve un encuentro personal con el diablo", relató para explicar cómo visitó por primera vez las instalaciones del Hospital de Salud Mental Dr. Miguel Ragone.
Con el cigarrillo en la mano y hojas de coca en la boca, Miguel Angel revivió las veces que pasó por un alta médica y tuvo que regresar, pero en una de ellas se detuvo y dejó en claro: "No puedo estar con mi familia porque algunas veces me entran esas cosas malas, pero quiero salir del hospital y que me manden a la clínica, ahí no hay tanta maldad".
Con 38 años recién cumplidos, su historia es una de las tantas en las que la falta de recursos económicos obliga a los "locos" a estar donde no quieren. Sin comprender mucho los motivos por los que una persona se acerca a preguntarle cómo está y qué lo llevó a estar internado en el Hospital Dr. Miguel Ragone, Daniel detuvo su marcha y contestó escuetamente: "Hace algunos años que estoy en el hospital, no sé bien por qué me llevaron... Me gustaría estar en otro lugar pero no se puede", contó este paciente de 40 años que habitualmente sale por la mañana a comprar su gaseosa preferida.
Solo una pregunta bastó para que la conversación hiciera que la nostalgia reine en su mirada perdida. "No sé de ellos, hace mucho que no los veo. Nunca vienen a visitarme, somos tres changos y una mujer pero no los veo... ", dijo en referencia a sus hermanos y se marchó rápidamente por avenida Irigoyen, para evitar ahondar en un tema que le duele. El es otro de esos casos en el que la pobreza y el abandono de la familia marcaron su triste destino.
Miguel Angel y Daniel son claros ejemplos de "La condena de ser loco y pobre", tal es el título del libro del psiquiatra italiano, ya fallecido, Franco Basaglia.
Luego del traslado de los pacientes de la Colonia Nicolás Lozano en Potrero Linares, el hospital Dr. Miguel Ragone llegó a albergar a alrededor de 300 pacientes desde el 2010.
Actualmente, 68 de ellos fueron dados de alta y se encuentran experimentado el proceso de reinserción con la comunidad en sus ámbitos familiares.
Cambiar el concepto que estigmatiza al enfermo mental como un ser inerte dentro del manicomio, se hace cada vez más necesario, aunque parezca difícil y poco importante.

Asistir de una manera distinta
"Hemos demostrado que se puede asistir a la persona loca de otra manera, y el testimonio es fundamental", versa en un párrafo el libro "La condena de ser loco y pobre", del psiquiatra italiano Franco Basaglia.
Los 168 internos y las 3.500 personas que concurren mensualmente por una consulta al Hospital de Salud Mental Dr. Miguel Ragone son cifras que muestran la realidad de quienes padecen algún sufrimiento mental. Pero también de aquellos que, en su mayoría, no tienen los recursos necesarios para recibir una atención personalizada.
Concebido desde hace más de 60 años como el lugar donde se atienden los "locos", el nosocomio alberga a pacientes como Juanita de 90 años y la más longeva de la institución, hasta aquellos jóvenes que ingresan por guardia y se quedan sólo unos días. Una porción de la comunidad que algunos ocultan, entre ellos, sus propios familiares. Lejos de entender las causas por las que los abandonaron (el 90% de los pacientes no están en contacto con sus familias), ellos viven sus días como pueden pero siempre atentos a una muestra de afecto. Unidos por lazos que se construyen con el tiempo; para algunos de los pacientes, el hospital ya es su hogar.
Pedro
Pedro, una de las historias con final feliz
Pedro es un joven que se encuentra internado en el Hospital Dr.Miguel Ragone desde hace algún tiempo.
Próximo a ser dado de alta, la familia representa su mejor contención y la reinserción con la sociedad, lo que más espera.
Alojado en el establecimiento hace algunos años, Pedro sueña con volver a vivir entre sus afectos y regresar a sus actividades habituales de maestro pastelero. Oficio que lleva con orgullo al igual que el de pintar sobre telas.
"Las fuerzas me llegan de las ganas que tengo de salir adelante, en mejorar mi vida y hacerlo por mi familia también porque se lo merece", expresó Pedro, a quien el dejar de tomar la medicación para la esquizofrenia que padece le provocó una descompensación que terminó en una agresión a un efectivo de la Policía Federal.
"Estoy recuperado, estable y espero salir lo antes posible", le explicaba el joven a El Tribuno días atrás, sin saber que el juzgado federal donde se encuentra su causa, emitiría horas más tarde la autorización para sus salidas terapéuticas.
Nada menos que las salidas que le permitirán disfrutar con sus seres queridos de aquellas reuniones y momentos que hace bastante tiempo no experimenta.

Residencias asistidas
De los más de 60 pacientes que fueron externados del Hospital Dr. Miguel Ragone, en la actualidad existen seis mujeres y otros tantos varones viviendo en Residencias Asistidas. Las mismas dependen de la Secretaría de Salud Mental y Abordaje Integral de las Adicciones. Luego de 30 años de estar internados, varios de estos pacientes confirman diariamente que el vivir fuera de un manicomio es posible para ellos y les trae aparejado la incorporación de hábitos que se fueron perdiendo por el encierro.
Jose Quiroga, director del Hospital Dr Miguel Ragone
Un estigma de la época medieval
Con el correr de los años y luego de distintas investigaciones, entre ellas las del mismo Franco Basaglia (psiquiatra italiano), se llegó a la conclusión de que los pacientes con sufrimiento mental deben ser tratados en el seno de su hogar con el amor y el afecto necesarios. Un tratamiento que no todos los médicos comparten.
"Sufrir una enfermedad mental es discriminatoria para quien la padece. Vemos que todavía la sociedad no rompió con el mito de la locura como algo peligroso, asociado a que tenemos pacientes que son muy pobres. Es una verdadera desgracia porque aquellas personas que son pudientes emplean a una persona o a un acompañante terapéutico y son contenidos en las casas, que es realmente lo ideal", explicó a El Tribuno José Quiroga, director del Hospital Dr. Miguel Ragone.
Portando un estigma que se remite a la época medieval cuando se concebía al encierro como el mejor tratamiento, los pacientes con sufrimiento mental se encuentran actualmente experimentando el regreso a una vida normal.
"En lo que se está trabajando en estos momentos es en la externación de los pacientes cronificados", agregó Quiroga en relación a personas que pasaron más de 30 años internadas en el hospital.
De acuerdo a lo informado por el facultativo, la institución logró externalizar (dar de alta al paciente para que viva fuera del hospital) a 68 internos de los casi 300 que existían desde el 2010 luego del traslado de la Colonia Nicolás Lozano de Potrero de Linares a nuestra ciudad.
Centro de Inclusión
La Secretaría de Salud Mental y Abordaje Integral de las Adicciones cuenta con un Centro de Inclusión al que asisten aquellos pacientes que fueron dados de alta y buscan reinsertarse en la sociedad.
En el centro se dictan distintos talleres que estan destinados a brindar un oficio que les permita conseguir trabajo y completar el proceso de inclusión.


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