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El joven entró hasta una habitación y comenzó a preguntarle a ella sobre quién era su padre. La mujer se quedó callada y violentamente su hijo la tomó del brazo y de los cabellos y la golpeó contra el respaldar de una cama. Segovia se desmayó. Había perdido el conocimiento. Su hijo la agarró con ambas manos de la cabeza y continuó con los golpes.
El agresor la dejó en el piso, tapada con una colcha y huyó. Fue visto por vecinos mientras salía presurosamente de la casa.
Sospecha de adicción
La Policía había informado en primera instancia que según testimonios de residentes de la zona, el joven había discutido acaloradamente con su madre, a quien le exigió dinero para comprar estupefacientes. "Escuchamos gritos y después la casa quedó en silencio", habían expresado. Luego, el joven fue hasta la casa de uno de sus cinco hermanos y confesó lo que había hecho.
Inmediatamente, policías, un médico y familiares llegaron a la casa. La escena fue terrible: Angélica estaba en el piso, había muerto por un fuerte golpe que le provocó severas fracturas cervicales y una hemorragia en la cabeza. Una de las paredes estaba cubierta de sangre.
Después de dos horas, Herrera fue detenido por la Brigada de Investigaciones, cuando llegaba a su casa, en villa Luján, tras de deambular sin rumbo por toda Tartagal. No opuso resistencia.
Luego de varias semanas lo internaron en el hospital de salud mental Dr. Miguel Ragone, para evaluar su posible insanía. La conclusión fue contundente: una junta médica determinó su imputabilidad penal. Ayer, la Sala I del Tribunal de Juicio lo condenó a prisión perpetua por los delitos de homicidio calificado por el vínculo.