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Todo se produjo el viernes anterior cuando Roberto Viruez, un hombre de 67 años de Tartagal, llegó hasta la terminal de ómnibus a comprar un pasaje y vio algo que lamentablemente es habitual: una pareja de bicipolicías, ella recostada sobre el manubrio y el otro con la mirada fija en su teléfono celular, ajenos a todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor.
Como todos, Viruez sabe que los atracos y los robos son permanentes y, en la mayoría de los casos, tienen como víctimas a mujeres, niños y personas mayores. "Los chorros están en todos lados, pero pululan en los alrededores de la terminal. Cuando llegué pasé al lado de ellos y los vi: la chica reposando apoyada sobre el manubrio y el joven absorto en su teléfono. Me demoré unos 20 minutos hasta sacar el pasaje, pasé de nuevo al lado de ellos y el hombre seguía igual: con los ojos fijos en el celular. Cualquiera dirá que no tengo que meterme, pero por no meternos estamos como estamos; si no somos víctimas de algo nos cuesta reaccionar. Por eso me acerqué y le dije: "Disculpe, pero usted está para prevenir que no haya delitos, no puede estar atento solo a su celular. En este lugar hay muchos robos y debería estar atento a lo que sucede''. Cuando me escuchó se puso loco. Comenzó a interrogarme y yo insistía en decirle que no tenía ninguna mala intención, simplemente sugerirle que haga el trabajo para el que todos le pagamos. De la peor manera me dijo: "Retírese de aquí, no lo quiero escuchar, se va inmediatamente. Deme su nombre, usted quién es...'' y todas esas preguntas".
Viruez registró el apellido del bicipolicía: Villafañe. "No me interesa perjudicarlo en su trabajo. Simplemente soy un hombre mayor y creo que entre todos, con respeto y compromiso, podemos hacer una sociedad mejor y más segura. Fui a la Unidad Regional 4 para hablar con el comisario Veleizán, ya que tengo entendido que es jefe de los bicipolicías . Cuando llegué me atendió un joven que se identificó como subcomisario, quien comenzó a interrogarme como el bicipolicía. Le expliqué que quería comentarle a su jefe una inconducta de un policía y me respondió exactamente lo mismo: "Retírese inmediatamente; no tiene nada que hacer aquí''".
El ciudadano tartagalense se retiró sintiéndose "profundamente humillado, maltratado innecesariamente. Por eso formalicé una denuncia y no sé que curso tendrá. Lo peor es quedarme callado y lo cuento porque sé que los medios de comunicación tienen más efecto. Soy un hombre mayor acostumbrado a decir las cosas con respeto y así me dirigí a estos policías que lamentablemente tienen muy poca formación para una responsabilidad tan grande como es la seguridad de todos nosotros", lamentó.