Gran parte del país está en alerta por los casos de dengue, enfermedad que no reconoce fronteras y buena parte del territorio, desde Buenos Aires hacia el norte y el este, especialmente en la zona de frontera con Bolivia, Paraguay y Brasil, tiene la presencia del temible mosquito Aedes aegypti.
Sin embargo, en este mapa de la epidemia, que este año cobró fuerza por las particularidades climáticas en la región, se planteó una situación que no deja de sorprender: Tartagal no registró, hasta ahora, casos de esta enfermedad, que hace 6 años atrás provocó la primera muerte del país por dengue hemorrágico, además de cientos de enfermos.
Alud y epidemia
El 9 de febrero de 2009, Tartagal despertó con un alud que cubrió prácticamente toda villa Saavedra y gran parte del radio céntrico. Toneladas de barro y agua hicieron desbordar el río Tartagal que divide en dos a la ciudad y provocó el evento ambiental más grave que se recuerde. Esto trajo como consecuencia la muerte de dos mujeres que residían a metros del cauce del río, la destrucción de al menos 500 viviendas cercanas y millonarios daños materiales.
La otra gran consecuencia apareció a los pocos días, cuando cientos de tartagalenses comenzaron a padecer síntomas de dengue y largas filas de vecinos se agolpaban en las puertas del hospital Perón para dar una muestra de sangre que confirmara la patología. Pero lo más preocupante se presentó a la semana siguiente, cuando un joven profesional fue diagnosticado con dengue hemorrágico y, por la gravedad de su cuadro, debió ser trasladado de urgencia a un centro de mayor complejidad. Fue en esos días que se registró el primer fallecimiento como consecuencia de la fase más grave de la enfermedad, el hemorrágico, en un paciente que ya había padecido dengue anteriormente.
Hacia la concientización
Un mes después del aluvión y cuando todavía las calles mostraban la magnitud de lo que había sido ese fenómeno, comenzó una campaña de limpieza y descacharrado para erradicar los reservorios que contenían las larvas del agente transmisor no solo del dengue sino también de chikungunya y zika. La tarea no se abandonó y lo educativo se profundizó, mientras los camiones municipales, desde entonces, van casa por casa retirando todo tipo de chatarras y basura junto al Ejército y la Gendarmería.
Sergio Leavy INTENDENTE “Los logros son con educación de la gente”
Las tareas de control de la enfermedad confirman que cuando una comunidad se pone firme en su objetivo puede lograr lo que se proponga. En Tartagal esto parece quedar demostrado tras el alud de 2009, año en que se dieron casos fatales de dengue. ¿Cree que eso es lo que permitió controlar esa eclosión de la epidemia?
El único secreto es la limpieza y el descacharrado. Hace unos días nos consultaban desde un municipio del litoral, donde están muy preocupados, y les recomendábamos limpieza. Cuando estuvimos en el punto más duro de la epidemia hubo un empresario que nos ofrecía sus aviones para fumigar, así como aparecían muchas propuestas de gente bien intencionada que quería ayudar. Pero nada hubiese podido controlar la epidemia en Tartagal si no hubiera sido por el primer operativo de descacharrado y los que siguieron en forma ininterrumpida en estos poco más de 6 años. Conformamos una multisectorial y en ese primer operativo de 2009 dispusimos de 200 camiones y 5.000 operarios que retiraron cientos de toneladas de chatarra. A la semana siguiente los enfermos febriles diarios bajaron a 14 y el número siguió bajando al punto que no creo que por año el hospital Perón atienda a más de 10 personas con dengue.
¿Quienes integraron esa multisectorial?
El municipio, el hospital, las empresas privadas, la entidad de investigación científica Mundo Sano, profesionales, medios de comunicación y todos los que podían sumarse. Hasta funcionarios de la Justicia hicieron su aporte porque si en los operativos había un terreno baldío cuyos propietarios no se encontraban, los equipos estaban autorizados para entrar y limpiar. Hubo viviendas de las cuales se sacaron 5 camiones de chatarra, porque es costumbre de la gente guardar cosas aunque nunca les den utilidad. Pero no era solo retirar chatarra sino que en los operativos se detectaba si había enfermos, se tomaban muestras de agua para determinar posibles reservorios, se hizo desinfección y educación. La gente abría la puerta de sus casas porque los equipos llegaban con la Policía, Gendarmería, Rimte 28, municipales personal del servicio penitenciario y personas contratadas por empresas y comercios cargaban los cacharros.
¿Cómo es hoy la campaña?
Siguen participando todos. Hacemos siete fases cada seis meses y trabajan 200 operarios, quienes al concluir cada jornada se reúnen para intercambiar información. Esta experiencia replicó en la localidad boliviana de Yacuiba donde el número de enfermos sigue siendo bajo comparado con otras zonas de Bolivia. La única manera de luchar contra esta epidemia es la conciencia de toda población, sin excepciones.