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Educación solidaria
¡Buen día! A nivel mundial estamos percibiendo una acentuada ola de neoliberalismo, en el que el espíritu competitivo tiende a disminuir (cuando no a avasallar) las capacidades solidarias del ser humana. Por ello resulta indispensable crear conciencia de que todos formamos una gran familia, en la que todos debemos ser tenido en cuenta. Y esto desde la niñez, desde la propia familia. Con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo.
La educación escolar debe asumir también un serio compromiso. Lo recordaba una carta a los docentes dirigida por monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Reconquista (17.9.94):
"La solidaridad es otro de los valores necesarios, que tocan a la formación humana. Por un lado responde a la realidad del mismo hombre, cuya naturaleza es social: necesita de los demás, y su vida misma es un don para sus hermanos.
Esa solidaridad los cristianos la concebimos no como una mera acción sociológica, o como un gesto afectivo u ocasional. La solidaridad siempre se enraiza en la caridad, en el amor a Dios y a los hermanos.
Decíamos, en la dimensión espiritual, de la necesidad de concebir a Dios (al Padre) que nos hace hijos y también hermanos. Por eso hablamos del colegio como comunidad educativa: la comunidad que personaliza, modela los afectos, ayuda a la integración, nos enseña el perdón y la reconciliación.
La educación en la solidaridad es indispensable porque nos hace comprender que nuestros dones y vocación siempre deben ser un servicio a los demás y especialmente a los miembros más pobres y desprotegidos en la sociedad humana.
En definitiva, la solidaridad es un valor que, cuando se desarrolla, humaniza a la persona, porque el amor nos humaniza. La "cultura de la solidaridad" quizá sea uno de los pocos caminos que se visualiza como salida, en medio de tantas pobrezas que nos aquejan en nuestros días".
¡Hasta mañana!