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Al trabajo lo hicieron junto a Héctor Idilio Fernández, un doctor en Bioquímica y Farmacia chaqueño que había llegado al norte en la década del 50 para trabajar en YPF.
Fernández prestó servicios en el hospital Vespucio, el más prestigioso centro de investigación de enfermedades endémicas de la zona de aquellos tiempos. Realizaba los trabajos de investigación en toda la región a la vez que se perfeccionaba en el Instituto Malbrán y asesoraba a las brigadas de saneamiento ambiental de YPF en donde ocupó la jefatura.
Trabajo de campo
En 1960, cuando llegaron los cuatro entomólogos, estuvieron junto a Fernández recorriendo 10 días el Chaco salteño y cada campamento de YPF.
En 1970, Fernández dejó su cargo como jefe de laboratorio en el hospital Vespucio para dedicarse íntegramente a la investigación de las enfermedades transmisibles por vectores. "Eso me daba la posibilidad de dedicar más tiempo a coleccionar mosquitos y hacer los estudios en los lugares donde estaba trabajando la gente de YPF. Solía alejarme de los campamentos por una semana, dormía en carpas en medio de la selva,cerca de lagunas o donde estaban las comisiones sismográficas", recuerda.
El paludismo fue una amenaza permanente para la región y por su carácter de patología endémica se hacían campañas permanentes en las que Fernández tenía una activa participación. "La primera campaña sanitaria que enfrenté fue en 1957 por una epidemia en la frontera. En el período 1959-
1960 la epidemia fue en la zona por otro vector venido de Bolivia o Paraguay: el Anopheles darlinge", cuenta. El trabajo de campo de Fernández y de otros investigadores y profesionales, tanto de YPF como de Salud Pública de la Nación, mantenían controlado al vector. A pesar de que tantos trabajadores estaban expuestos a la enfermedad, "en ese período solo se registraron 15 casos", explica el especialista.
Sin anopheles ni aedes
Ni Fernández ni los investigadores de aquellos años lo planificaron, pero el control sobre el vector del paludismo mantuvo también controlado al tan conocido Aedes aegypti, que desde hace más de 20 años tiene en vilo a varios países de Sudamérica. La facilidad de las migraciones lo tiene presente a miles de kilómetros de la zona subtropical, aunque por cierto es en estas regiones donde más daño sigue provocando.
"Cuando la Organización Mundial de la Salud ofreció todos los medios para la lucha contra el paludismo (vehículos, asesoramiento, insecticida, medicamento), cada país debía poner la infraestructura (vehículos, edificios y personal). El ilustre doctor Carlos Alberto Alvarado, mano derecha del ministro de Salud de la Nación, Ramón Carrillo, convenció al entonces presidente Juan Domingo Perón de que había que rociar todos los domicilios con DDT, campaña que se reiteró estrictamente cada 6 meses. Fue así que rociaron el noroeste y noreste argentino, tanto la zona rural como urbana. Y es por eso que cuando yo llegué a la región, en 1952, el Aedes aegypti ya había sido erradicado", recordó Fernández.
El operativo
Para erradicar el anopheles, las brigadas ingresaban a las viviendas y arrojaban el contenido de los tachos con agua destapados de las familias que, en esos años, no contaban con agua corriente. Actualmente, si bien el tema de los tachos para almacenar agua no es lo más usual, la población guarda chatarra y cacharros que no utiliza, pero que son lugares ideales para la proliferación de las larvas del aedes. El jefe de la Policía de la Provincia, Marcelo Lami, en Tartagal anticipó que esas viviendas podrán ser allanadas y la fuerza pública podrá retirar todos esos elementos, porque tal como sucedía décadas atrás, la salud de la población es lo más importante.
Reaparición del aedes
El 10 de enero de 1992, el doctor Fernández, ya jubilado y residiendo en Aguaray, descubrió una tarde en el brazo de un empleado de su farmacia un ejemplar de aedes aegypti. "En la década del 40 los científicos hablaban de ese vector como el transmisor de la fiebre amarilla, el dengue y la fiebre hemorrágica. Más tarde, alrededor de 1950, se descubrió que no eran los tipos 1 y 2 solamente sino que estaban el 3 y el 4 y que uno de ellos producía lo que hoy llamamos dengue hemorrágico", explicó.
Cuando el investigador tuvo la certeza que el mosquito que observó era el transmisor del dengue y la fiebre amarilla, investigó los alrededores de Aguaray, Tartagal, Mosconi y Campamento Vespucio y confirmó lo que más temía: "El mosquito ya había colonizado prácticamente todas las localidades, lo que implicaba que prácticamente ya estaba desde hacía por lo menos un año". Desde entonces el transmisor del dengue, fiebre amarilla, chikungunya y zika no ha dejado de estar presente en las viviendas del norte argentino.