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Quedó libre el conductor que atropelló a 2 bebés y una menor

Viernes, 26 de febrero de 2016 01:30
<div>Familiares de las tres víctimas lloran sus muertes mientras esperan el fallo de la Justicia. Agencia Tartagal</div><div>
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"Ochoa no me has dejado vivir". El cartel con la foto de Rosarito García, la bebé de 9 meses que falleció el 13 de diciembre del año 2009 cuando el ingeniero de 32 años Arnaldo César Ochoa se llevó por delante a un grupo de feligreses que peregrinaban hacia el Santuario de la Virgen de la Peña lo decía todo. Esa trágica madrugada Ochoa manejaba un vehículo VW Gol de color gris por la ruta nacional N´ 34 después de salir de una fiesta; al llegar al arroyo Cuña Muerta -4 kilómetros al norte de Tartagal- se encontró con al menos 12 personas que con varios niños pequeños caminaban hacia el santuario en la tradicional peregrinación que se hace todos los años para honrar a la patrona del norte salteño .
A Rosario la llevaba su tía Guadalupe, de 15 años, en un cochecito que compartía con Ramón, el bebé hijo de la adolescente. Todo sucedió tan rápido que ninguno de los tres advirtió el momento en que Ochoa, que circulaba a altísima velocidad, los chocó desde atrás y con toda violencia; los dos chiquitos fallecieron en el acto luego de golpear sus cuerpitos sobre el pavimento. Otras personas del grupo, muchos de ellos miembros de una familia de apellido García, residentes en el barrio El Milagro, alcanzaron a correr, aunque seis de ellos recibieron el impacto, por lo que quedaron tirados al costado de la ruta. Guadalupe fue llevada al hospital Perón, pero murió antes de llegar a la guardia a raíz de las gravísimas heridas.
Arnaldo César Ochoa, el conductor del rodado, no detuvo su marcha, siguió y lo ocultó en la finca de su padre ubicada algunos kilómetros más al norte. Al día siguiente se presentó a trabajar en un taller de autos importados. De allí fue sacado por la Brigada de Investigaciones, imputado por las tres muertes.
Ayer, y después de casi 7 años, fue condenado por el delito de homicidio culposo en accidente de tránsito a la pena de tres años de prisión en suspenso. La pena que le impuso la jueza Asusena Vázquez lo dejó en libertad con algunas restricciones, como la prohibición de conducir vehículos por el término de 10 años.
Los hermanos García, que después de la muerte de la adolescente y de los dos bebés perdieron a su madre, quien no soportó la angustia, lloraron de dolor y de impotencia al ver cómo quien había frustrado la vida de Rosarito, Ramoncito y Jacinta se iba en libertad acompañado por su padre.
Una herida que nunca cerrará
Cuando la jueza le dio la posibilidad de expresarse Ochoa no dijo una sola palabra, aunque en los alegatos, su abogado Franco Hernández Berni esbozó un curioso argumento. "El acusador nunca pudo comprobar fehacientemente que Ochoa conducía el vehículo", expresó el penalista norteño en referencia al trabajo realizado por el fiscal Pablo Alejandro Cabot, quien dio a conocer las circunstancias trágicas que terminaron con la vida de tres inocentes. Hernández Berni expresó además que "no se tiene por acreditado que el automóvil sea el que produjo el hecho, ya que no se aportó acta de secuestro, titularidad del rodado ni elemento probatorio que determine que el conductor del vehículo haya sido Arnaldo Ochoa".
Testigo clave
A pesar de los argumentos del defensor, la Justicia penal tuvo por acreditado que el autor del hecho que causó una honda conmoción en todo Tartagal fue Ochoa.
Pablo García PAPÁ DE RAMONCITO "La sentencia que le dieron a Arnaldo Ochoa no es justicia para nadie, ni mi hijo, mi sobrino, mi hermana y tampoco mi familia".
La oportuna intervención de un testigo de apellido Antequera permitió a la policía dar con el vehículo que había producido el siniestro, ya que apenas consultado el joven que caminaba junto al grupo de peregrinos embestidos recordó que la chapa patente terminaba en 765, y era un gol de color gris.
Con ese dato, y luego de una rápida investigación realizada en la delegación local del registro del automotor se pudo precisar que el único vehículo VW Gol que finalizaba con esa numeración respondía a las letras GNH del ingeniero Ochoa.
La comisario inspector Alejandra Lobos y el investigador César Escobar, de la Brigada de Investigaciones de Tartagal, fueron los policías que encontraron el vehículo de propiedad del imputado.
Ochoa no prestó declaración ni al ser detenido ni durante el juicio, amparándose en el derecho que constitucionalmente le asiste. Esta actitud fue interpretada por el agente fiscal Pablo Cabot como una expresa renuncia por parte del acusado a ejercer su defensa dando a conocer su versión de los hechos ocurridos a fines de 2009.

Desconsuelo de familiares

La segunda audiencia de juicio que finalizó pasadas las 21 del miércoles dejó a la familia García más desconsolada que los casi 7 años transcurridos desde aquella fatídica madrugada en la que tres miembros perdieron la vida.
"Somos pobres y somos miembros de un pueblo originario, por eso la Justicia no es para nosotro", expresó Hugo García, padre de Guadalupe y abuelo de los dos bebés fallecidos.
Pablo García, el joven papá de Ramoncito, hermano de Guadalupe y tío de Rosario, en medio del llanto solo expresó: "Esto (la sentencia) no es justicia; esperábamos más".
Al lado de él, el resto de sus hermanas y sus sobrinos lloraban sin consuelo en las puertas de la Ciudad Judicial.
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