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Madre Macabea

Lunes, 08 de febrero de 2016 22:57
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Madre Macabea

¡Buen día! Cada tanto aparece en la historia de Israel la imagen de alguna mujer excepcional. La madre de los siete hermanos Macabeos aparece con una fortaleza moral impresionante. Le acerco sólo una muestra, que aparece en el capítulo 7 del segundo libro de los Macabeos:
"Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un sólo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: "Yo no sé cómo aparecieron ustedes en mis entrañas.
No fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo. Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que se olvidan de ustedes mismos por amor de sus Leyes".
El relato continúa diciendo que, muertos los seis hermanos mayores, el rey Antíoco pretendió seducir al más chico mediante promesas muy tentadoras. Como el chico las rechazó, le pidió a su madre que lo convenciera. Después de mucho insistir, ella se acercó al hijo para decirle:
"Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué, dándote el alimento hasta la edad que tienes ahora. Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozca que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera. No temas a este verdugo, muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia".
El chico se mantuvo en sus convicciones y entregó su vida con valor. Luego le tocó a la madre, quien coronó con su martirio el ejemplo estupendo de su vida.
¡Hasta mañana!
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