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Era, sin duda, el lugar destinado a la reunión de los primeros salteños, ya sea por razones religiosas, militares o, como dice Bernardo Frías en sus "Tradiciones históricas", "fuera por angustias públicas y sobresaltos e intereses de un cuerpo mayúsculo".
Pero, más que todo, era plaza de armas y, por ende, destinada a contener las reuniones de las milicias urbanas, cuyas autoridades eran el Cabildo y el gobernador.
Era también el lugar de aprendizaje de la disciplina militar, ya sea para intimidar a la población con la presencia de cañones y soldados; o para, en caso de guerra, poder armar la defensa de la ciudad con mayor facilidad.
Por eso, el primer nombre de ese espacio cuadrado de la ciudad, de 100 metros por 100, fue plaza de armas. Era la cabeza de la ciudad, no solo porque alrededor de ella estaba el centro más poderoso y rico de la población, sino porque, además, residían las autoridades que gobernaban la ciudad y la intendencia.
Desde un principio a la plaza de armas la cruzaban dos diagonales con veredas anchas de laja, y por eso recibió el nombre de La Estrella. Fuera de esa vereda, el suelo era un barrial, lleno de pajonales amarillos en el invierno y verdes y altos, en el verano.
Y siendo la única plaza de la pequeña ciudad, era el lugar destinado para celebrar las fiestas populares en época de paz, que la verdad eran pocas pues cada tanto, los indios atacaban el poblado.
El rey Carlos IV
Según Frías, la fiesta que se hizo en la plaza de armas y que dejó rastros en la memoria de los salteños fue la jura del rey Carlos IV, "cuyo retrato y ceremonia de estilo se practicaron ante el edificio de el Cabildo. El día de aquella real ceremonia, no existiendo Alférez Real, hizo de tal D. Antonio Figueroa, coronel de los ejércitos de SM, natural de Córdoba que, oliendo de tan lejos el aroma embriagador de la riqueza de Salta, dejó la ciudad doctoral y se avecindó aquí casandose con Da. María Toledo...".
La plaza fue también lugar de ajusticiamientos, pues en varias épocas se aplicó la pena de muerte a los enemigos de afuera, de adentro, a los criminales o a los sublevados o invasores.
Después de mayo de 1810, fue el lugar más elegido para celebrar las fiestas patrias. Un cañón comenzaba a realizar tiros de taco. Era una bala de fogueo que se hacía con manojos de pasto o de alfa que se ajustaban a golpe de baqueta por la boca del cañón.
Su gran estampido retumbaba en el centro de la pequeña ciudad, aterrorizando a los perros y gatos, y despertando a los salteños, además de deshojar los árboles cercanos.