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La simulación histórica de nuestra clase política y su escasa visión estratégica han dominado las decisiones en nuestra joven república. Los pocos estadistas que tuvimos, chocaron con la pequeñez de las elites de su época. Nada justifica que un país con semejantes riquezas dadas haya expulsado a un tercio de sus habitantes a vivir en la pobreza.
El mundo se desarrolló y alcanzó grados de confort inimaginados gracias al uso de los minerales existentes en nuestra corteza terrestre. Fueron indispensables en el pasado, lo son en el presente, serán cada vez más importantes de cara al futuro. Resulta difícil encontrar una actividad humana que no los emplee, la mayoría no existiría sin ellos.
Desde 2007 a 2015, en nombre de nada cierto, cuando más valían el oro, el cobre, la plata y el resto de los minerales, repelíamos la inversión extranjera directa. En tanto, 80.500 millones de dólares llegaban a Chile, donde se abrían nuevas minas, generando decenas de miles de puestos de trabajos, se creaban miles de empresas pymes proveedoras de bienes y servicios, y el Estado recaudaba más impuestos que se destinaban a sus responsabilidades esenciales; otros 52.000 millones de dólares llegaban a Perú. En ese mismo tiempo, a nuestro país apenas llegaron 10.000 millones de dólares.
La oportunidad perdida no tiene retorno, los índices de desempleo nos golpean en la cara con su verdad. El presidente Mauricio Macri nos llama a construir futuro en esa otra mitad relegada de la Argentina, impulsando la industria minera sustentable como herramienta frente a su convocatoria ética de trabajar por "una Argentina con pobreza cero". Para edificarla debemos ser capaces de contradecir modernos simulacros, a la vez que, con inteligencia, volvernos cada vez más competitivos, ya que los países de nuestra región nos sacaron mucha ventaja en la carrera por abastecer la demanda mundial de minerales.
Hoy China sigue creciendo a más del doble de lo que lo hace Europa. Su PBI no es el de hace 10 años atrás, se mide ahora en trillones de yuanes. Su requerimiento de metales básicos -y fundamentalmente cobre- ha sido destacado recientemente por el ministro de Tierras y Recurso de la República Popular China, Jiang Daming, en la inauguración de la China Mining 2017. Argentina estuvo presente y ofreció el rojo mineral. En los diez proyectos más avanzados que tenemos existen reservas y recursos por 58 millones de toneladas de cobre fino, 38 millones de onzas de oro, 776 millones de onzas de plata y 1,3 millones de toneladas de molibdeno. El segundo productor mundial de cobre, Perú, exportó unos 2 millones de toneladas el año pasado.
Los principales países mineros del mundo estaban en Tianjin: las autoridades mineras de todas las provincias de Australia, la ministra de Canadá, también México y Brasil, Chile, Perú, Sudáfrica, entre otros. Todos buscando oportunidades en la tierra del principal consumidor de metales del mundo.
Argentina presentó sus seis yacimientos más avanzados de cobre. Cada uno de ellos requeriría una inversión de por lo menos 2.500 millones de dólares; generaría unos 3.000 puestos de trabajos directos en mina; demandaría de unas 1.000 nuevas pymes locales, muchas de ellas de altos estándares tecnológicos; generaría importantes ingresos fiscales nacionales, provinciales y municipales, y desarrollos ininterrumpidos por más de 30 años. La industria minera sustentable es el mejor instrumento que tenemos a mano para terminar con tanta desigualdad social en territorios donde su mayor riqueza no es soja ni trigo, carne ni leche; sino minerales de oro, plata, cobre, litio, uranio, zinc, plomo, tierras raras.
La sustentabilidad humana no existe sin desarrollo económico. Tampoco se alcanza sin cuidado ambiental. La tercera pata de la sustentabilidad se llama equidad social,