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En la media tarde de ayer, todos los argentinos recibimos la noticia que temíamos.
Luego de rastrear un radio de 40 kilómetros, con profundidades de entre 200 y 1.000 metros, con inspecciones visuales y radarizadas, la Armada informó que se había dado por concluido el operativo de búsqueda y rescate y que, de ahora en adelante, se seguirá buscandoal submarino ARA San Juan a mayor profundidad, con nuevos equipos proporcionados por otras armadas. Lo buscarán en lugares donde las posibilidades de supervivencia se reducen al máximo.
Por razones de prudencia no declararon muertos a los 44 tripulantes, lo que recién se hará en el momento en que se tome contacto con los restos del submarino.
Como pocas veces, una sensación compartida de dolor recorrió el país. Nadie se sorprendió con la noticia, pero todos, de alguna forma, se aferraban y se siguen aferrando a la posibilidad de un milagro.
Solo cabe ahora adoptar una actitud solidaria con el dolor que desgarra a esas 44 familias y compartir con ellas la llamita que pueda quedar de esperanza.
La Argentina comienza a asumir la pérdida de 44 héroes, porque héroe es quien muere en un acto de servicio.
Se trata de 43 hombres y una mujer que optaron por la vida en el mar, que es siempre una elección llena de riesgos.
La misión que los llevó a las profundidades de nuestro mar forma parte de una tarea cuya importancia ignoramos muchas veces los argentinos. La defensa nacional es la defensa del patrimonio de todos. Por lo común, nuestro imaginario asocia al héroe con el fragor de las batalles y de las guerras. Reducimos habitualmente el heroísmo a acontecimientos del pasado, revestidos con una narrativa épica, donde la vida y la muerte se deshumanizan, y donde la realidad se divide entre "los buenos y los malos".
Estos héroes actuales asumieron la tarea de proteger nuestras reservas ictícolas y energéticas, es decir, nuestro territorio y nuestra soberanía, con un valor y un patriotismo que honra la memoria de los granaderos, de los ejércitos de la Independencia y de los gauchos de Gemes.
La defensa es esencial para la Patria. "Si quieres la paz, prepárate para la guerra", aconseja un escrito de Flavio Vegecio, un militar romano del siglo IV.
Los 44 tripulantes hicieron esa opción de vida; asumieron ese compromiso. Entre ellos, siete salteños que ya ocupan el corazón de una provincia que ha dado innumerables soldados a la Armada Argentina.
Durante 15 días, unidades aéreas y navales rastrearon unas 557.000 millas náuticas cuadradas con exploración visual, y 1.049.479 millas náuticas cuadradas (una superficie cercana a la mitad del territorio continental argentino) de exploración radar. La búsqueda movilizó a 4.000 hombres y contó con la solidaridad de 18 países, una de las acciones coordinadas de mayor despliegue en tiempos de paz. El operativo se extendió a más del doble la cantidad de días que determinan las posibilidades de rescate de la tripulación. No lograron avistar al ARA San Juan.
La búsqueda seguirá y, probablemente, se prolongue por muchos meses. Todo indica que la nave yace en profundidades donde ni la máquina ni quienes la tripulan están en condiciones de emerger.
Es imprescindible saber qué ocurrió en este aciago último viaje del submarino. Al mismo tiempo, es una obligación moral de todos dejar de lado las interpretaciones aventuradas o las especulaciones maliciosas.
El sacrificio de los 44 tripulantes y la solidaridad de los marinos de muchos países deben servirnos como ejemplo. La vida humana vale por sí misma, y quien la arriesga por los demás merece el más sentido de los homenajes. La mejor manera de honrarlos es hacer propio el valor superior de pertenecer a una Nación, de ser hijos de la misma Patria y reconocernos como hermanos, más allá de las diferencias. Asumirnos como parte de una Nación que ayer, con un nudo en la garganta, compartimos un dolor inmenso, al que ojalá podamos convertir en solidaridad y esperanza.