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26 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Tarea pendiente: trabajo decente

Miércoles, 20 de diciembre de 2017 00:00
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La gran mayoría de las familias argentinas obtienen sus recursos a cambio de horas de trabajo. Patrones, empleados e independientes trabajan cierta cantidad de horas para obtener a cambio una remuneración, generalmente mensual.

Habrás notado que tener un amigo (incluso amigo de un amigo) que vive de alquileres, dividendos o intereses de bonos definitivamente no es muy común.

Los puestos de trabajo son infinitamente variados, según su jerarquía o rama de actividad y fueron evolucionando con el paso del tiempo. Así como aparecen nuevos puestos, otros desaparecen.

Los nuevos y los viejos

Pensemos primero en los encargados de controlar los drones que solicita Amazon (la tienda electrónica más grande del mundo) para entregar sus pedidos. Hace unos años atrás ni siquiera existían drones (Amazon tampoco existía), difícilmente hubieran sido necesarios trabajadores para controlar drones inexistentes.

Ahora recordemos a los faroleros que iluminaron nuestras calles hasta la llegada de la energía eléctrica al país a fines del siglo XIX. Son dos claros ejemplos de la mutación de los puestos de trabajo. Sin embargo, existen otros que se mantienen intactos, pensemos sino en el oficio más antiguo del mundo...

Tiempos de negreo

Para muchos el trabajo dignifica, y es la solución a problemas centrales de nuestra sociedad, como la pobreza. Diferentes actores (académicos, políticos, periodistas, entre otros) coinciden en que la creación de trabajo genuino garantizaría el fin, o al menos, la reducción de la pobreza.

Pero paradójicamente en la Argentina hoy no escasea el trabajo: solo alrededor del 8% de quienes están dispuestos a trabajar están buscando trabajo y no lo encuentran. Podemos considerar que este nivel de desocupación es relativamente bajo, comparado con las altas tasas registradas en momentos verdaderamente caóticos para nuestro país. Entonces, ¿cuál es el verdadero problema, si no se trata de falta de trabajo? O, dicho de otra manera, ¿por qué conviven tantas personas debajo de la línea de pobreza con relativamente pocas personas desempleadas?

La respuesta es clara y el problema va más allá del desempleo, se trata de un problema común en los países de la región: la informalidad laboral. En América Latina, por ende, en la Argentina y todavía más en Salta, los trabajadores no pueden darse el lujo de mantenerse desempleados, y menos aún por mucho tiempo. Son muy pocos los desempleados que pueden acceder a un seguro de desempleo, y hasta hace un tiempo el monto recibido ante la contingencia de quedar sin trabajo era absolutamente irrisorio como para mantenerse desempleado y sobrevivir en el intento.

Llegado el momento, quienes están buscando trabajo se ven obligados a aceptar el puesto que encuentran, o alternativamente emprender alguna actividad independiente. He aquí el quid de la cuestión. Los trabajadores no carecen de un puesto, más bien carecen de un puesto de calidad. O, bajo los estándares internacionales, carecen de un trabajo considerado decente.

¿Qué es el trabajo decente?

No es fácil resumir en pocas palabras lo que significa "trabajo decente". Bien podríamos apelar a lo que cada uno intuye como tal y estaríamos en la dirección correcta: trabajo decente es un trabajo productivo a cambio de un ingreso adecuado, desarrollado en un lugar de trabajo seguro, cubierto por la protección social para el trabajador y su familia, con la posibilidad de un desarrollo personal, donde no exista la discriminación, etc.

Actualmente 3 de cada 10 argentinos trabaja al margen de las regulaciones. En la Argentina desigual que vivimos, el problema se agudiza cuando desagregamos el análisis a nivel subnacional. La tasa de asalariados no registrados de Santiago del Estero (la provincia con mayor informalidad) ronda el 51%, mientras que Salta es la segunda provincia en el ranking con 40% de trabajadores informales (según estimaciones del Ielde en base a la encuesta permanente de hogares (EPH) del primer trimestre de 2017). Durante el último período presidencial la informalidad cayó notablemente, no obstante, permanece en niveles muy altos.

Aparece entonces el pesimismo ante la presencia de un Estado comprometido pero insuficiente que no logra garantizar los derechos de los trabajadores; ante la voracidad de los empleadores que toman ventaja de la ausencia del Estado y de los vacíos legales; ante un grupo de trabajadores desprotegidos y temerosos de perder esa fuente de ingresos, pese a la precariedad del puesto; ante el potencial crecimiento que no se materializa.

Pesimismo que se agudiza ante la negación del problema por parte de algunos funcionarios.

Personalmente, en lugar de la declaración de un titular de la cartera laboral de la provincia que ponía en duda mediciones oficiales como las de Indec debido a los altos porcentajes y a la desfavorable posición relativa de la provincia respecto al resto de las jurisdicciones ("Nuestras fiscalizaciones son más específicas porque van directamente a trabajadores en sus puestos de trabajo, no a la persona que está en su casa y que es relevada en una encuesta permanente de hogares"), preferiría que declarase el compromiso y las acciones que diseña y ejecuta el gobierno para reducir la informalidad.

En suma, si bien es importante que el Estado contribuya a crear puestos de trabajo, más importante es contribuir a crear puestos de trabajo decente. Porque el trabajo decente efectivamente es la vía que nos conducirá a la pobreza cero y la reducción de la desigualdad.

 

 

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