inicia sesión o regístrate.
El presidente brasileño, Michel Temer, batallaba ayer por conservar su cargo tras las revelaciones de un supuesto intento de soborno que lo pusieron contra las cuerdas y dejaron su destino en manos de aliados tentados por abandonar la barca en un Congreso plagado de corrupción.
El mandatario se reunió ayer por la mañana con sus principales ministros del área política, desplazando para fines de la tarde una audiencia con el ministro de Defensa, Raúl Jungmann, y con los mandos militares.
“El Gobierno está trabajando en tres frentes para volver a la normalidad después de la crisis: político, judicial y económico. El propio presidente forma parte de las negociaciones con la base aliada”, dijeron fuentes del Palacio presidencial de Planalto.
La renuncia que no fue
Temer rechazó enfáticamente el jueves la posibilidad de dimitir después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) autorizara una investigación judicial en su contra.
El jefe de Estado, de 76 años, está acusado de haber dado luz verde al pago de sobornos para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, quien está en prisión por su implicación en el sistema de sobornos de Petrobras. Las denuncias dejaron a Temer en la cuerda floja, menos de un año después de haber asumido el cargo en reemplazo de la izquierdista Dilma Rousseff, destituida por el Congreso tras un juicio político (impeachment).
Temer enfrenta ocho pedidos de impeachment presentados en el Congreso y pone todo su empeño en mantener su coalición de gobierno.
Miles de personas en Río de Janeiro y en la capital, Brasilia, pidieron el jueves su renuncia, y hay más manifestaciones previstas para el fin de semana.
¿Juicio político?
El Supremo Tribunal, que tiene a su cargo las causas contra miembros del Ejecutivo y del legislativo, raramente toma decisiones rápidas. Esto deja el procedimiento del juicio político como la vía más probable para desplazar a Temer del poder, como ocurrió hace un año con Rousseff, destituida por el Congreso. Pero, para que esto ocurra, la coalición que apoya a Temer, o al menos una parte de ella, debería darle la espalda. Por ahora, su Gabinete brasileño solo sufrió una baja: el ministro de Cultura, Roberto Freire, que renunció al cargo el mismo jueves.
Temer trata de detener una sangría, especialmente en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), principal aliado de su conservador Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
El presidente interino del PSDB, Tasso Jereissati, pidió el jueves que los cuatro ministros de ese partido “permanezcan en sus cargos” hasta que se aclare la magnitud de las denuncias contra Temer.
El Congreso no está compuesto por gente que se escandalice fácilmente. Dos tercios de sus miembros han tenido problemas de diverso grado con la ley y un tercio de los senadores está bajo investigación de la Operación Lava Jato sobre el escándalo Petrobras.
Mensaje positivo
En su defensa, Temer citó mejoras en las cifras de inflación, de desempleo y de crecimiento económico, y aseguró que “el optimismo está volviendo” al país, sumido desde hace más de dos años en la recesión.
Los mercados, que el jueves se despeñaron, parecieron oírlo. La Bolsa de San Pablo subía más de 2,78% a inicios de la tarde de ayer, tras perder 8,8% el jueves, y el dólar se negociaba a 3,29 reales, después de haber llegado 3,39 reales.
El escándalo empezó con la revelación, el miércoles, del diario O Globo de que Temer había sido grabado secretamente mientras hablaba el 7 de marzo pasado con Joesley Batista, directivo del gigante de la carne JBS.
En la grabación, Batista le dice a Temer que todos los meses le daba dinero a Cunha “para mantener las cosas bajo control”.
Ampliaremos